La Doctrina Social de la Iglesia puede ser, sin dudas, un "faro" para los barcos construidos por armadores creíbles y éticos
(David López, El Correo de Andalucía).- Un proyecto para que pueda realizarse precisa de un alto grado de responsabilidad. Ésta nunca pivota en exclusiva en una única persona, siempre es necesario que todos que forman parte de ese proyecto sientan que son responsables del mismo. Supone esta dimensión ejercitar la corresponsabilidad.
Hacer que la empresa, como organización social, esté animada y dinamizada por la corresponsabilidad es un objetivo que debe escribirse en el listado que ésta tenga como metas que alcanzar.
Con corresponsabilidad el Proyecto llegará a un puerto seguro ayudando a todos que han impulsado el desarrollo de la misma a ser protagonistas con creatividad. Esto significa dinamismo y empuje, dimensiones que enlazan perfectamente con la proyección emprendedora que sustenta al Proyecto. Supone llegar a «un puerto» para planificar la salida del mismo hacia otro puerto que pueda abrirnos la mente y el corazón. En definitiva, se trata de unir razón y afectividad para poner en valor el potencial que el trabajo realizado en equipo puede ofrecer a la sociedad: creación de puestos de trabajo, dar respuestas a las diferentes demandas que la sociedad plantea, fomentar el crecimiento económico y hacer posible que la democracia sea un ejercicio auspiciado por las personas que saben trabajar en equipo.
Para cumplir con todo esto hay que tener una voluntad constante de querer aprender. Siempre tenemos que estar dispuestos a realizar un proceso de aprendizaje. Gustavo Piera en su libro La Travesía expresa «La travesía, como ese viaje adelante que es la vida, exige un aprendizaje constante. Y son las lecciones del camino las que encierran las claves para alcanzar el objetivo, para cambiar intenciones por acciones, alejando la tentación de retroceder hacia el puerto de partida».Pág.13
Ser una persona corresponsable nos hace estar en una situación creativa y dinámica. No se es corresponsable cuando uno «se encierra» en el pasado y no ve la magnitud que ofrece el océano para poder avanzar sobre el mismo hacia un puerto nuevo que nos posibilitará descubrir que existen nuevas formas y maneras que podrán animar a que el proyecto que tenemos en nuestras manos tenga más claridad, más consistencia y más presencia.
La corresponsabilidad precisa, nada más y nada menos, de personas dispuestas a navegar. Si queremos que nuestra sociedad sea diferente, también cada uno de nosotros debe establecer el nivel de compromiso que quiere tener en su vida diaria; se trata de un compromiso con todo aquello que forma parte de su identidad: familia, trabajo, estudios, amigos, ocio, deporte, política, voluntariado, etc…
Si uno es corresponsable podrá proponer a los demás que también lo sean ¿con qué derecho uno que no ejercita la corresponsabilidad puede exigir a otra persona que cumpla corresponsablemente? Exigimos a los políticos, exigimos a nuestros amigos, exigimos a los empresarios, exigimos a nuestra familia, exigimos a nuestros compañeros…. y exigimos tantas y tantas cosas; pero con sinceridad ¿qué nivel de compromiso tenemos en nuestras vidas?
Cuando decidimos, de verdad, formar parte de un proyecto, inmediatamente tenemos que comprometernos con el mismo. Comprometerse supone estar dispuesto a trabajar en equipo y a fomentar dentro del mismo el espíritu de la corresponsabilidad.
La corresponsabilidad precisa de generosidad. Un proyecto empresarial es un proyecto de todas las personas que forman parte del mismo. Cada pieza del proyecto es un punto necesario para que «el barco» que navega por el espacio infinito del océano pueda superar las dificultades que el tiempo le vaya poniendo y pueda llegar a un nuevo puerto.
Querer trabajar en equipo es la manera de poder crecer. Se crece como persona y se crece como sociedad. El equipo nos ayuda a complementarnos y nos invita a huir de la inmadurez. El equipo fomenta el espíritu de razonar. Un equipo que debate, desde la razón, es capaz de superar «tormentas» para que, cuando llegue la claridad que ofrece el cielo, pueda hacer que el barco siga un rumbo decidido hacia un puerto que fomentará nuevas posibilidades.
Sentirnos corresponsables debe generar, en cada uno de nosotros, alegría y gozo en el proyecto empresarial en el que nos encontramos ¿Cuántos de nosotros vivimos esta doble dimensión en todo aquello que realizamos diariamente? La respuesta que nos demos a nosotros mismos es clave para poder «invitar» a más personas a que se sumen al «barco» del proyecto en el que estamos.
Evidentemente esta pregunta es para todas las personas que forman parte del proyecto, sin excepción. Aquí, está el «nudo» de la cuestión. Si el empresario no tiene credibilidad y le falta ética será imposible que el barco sea consistente y fuerte, si el resto de las personas vinculadas al proyecto tampoco establecen una relación de equipo, y en sus acciones diarias no ejercitan un comportamiento ético será imposible que la tripulación de ese barco, que per se es frágil, pueda encontrar el «rumbo de un nuevo puerto» y más bien se hundirá.
Nos encontramos en una nueva realidad social: Una sociedad con una nueva dimensión económica y social; se trata del nuevo puerto. El puerto al que llegará el barco. Se trata de un barco fuerte y consistente que ha sido fabricado en el astillero de la credibilidad y de la ética empresarial; un barco que cuenta con una tripulación ética que trabaja en equipo, sintiendo que cada marinero es corresponsable en un proyecto que contiene un plan de navegación claro y realizado conjuntamente.
La economía es el océano por el que navega una empresa; por esta razón, la empresa que es un proyecto potenciado desde la iniciativa privada, el barco del que vengo hablando, tiene una gran responsabilidad en el mundo en el que estamos viviendo. La propiedad privada desde la doctrina social de la Iglesia está sujeta a la dimensión universal de los bienes.
El profesor Luis González-Carvajal Santabárbara en su libro «El hombre roto por los demonios de la economía. El capitalismo neoliberal ante la moral cristiana» nos recuerda lo siguiente:
«Puesto que la propiedad privada está subordinada al destino universal de los bienes, le es inherente una función social. Esta función social en tiempos pasados se concretaba casi siempre en un desprendimiento de los bienes a favor de los necesitados; hoy puede manifestarse también empleando los mismos en la creación de puestos de trabajo dignos. Como dijo Pío XI: El empleo de grandes capitales para dar más amplias facilidades al trabajo asalariado, siempre que este trabajo se destine a la producción de bienes verdaderamente útiles, debe considerarse como la obra más digna de la virtud de la liberalidad y sumamente apropiada a las necesidades de los tiempos» Págs. 153-154
La corresponsabilidad es, por tanto, un ejercicio dinámico y creativo en donde todas las partes fomentan el ser corresponsables.
Hoy día no es posible que las personas, que nos embarcamos en un mismo barco, como tripulación, lo hagamos pensando que la travesía que tenemos por delante es posible realizarla sin trabajar en equipo. Para hacer posible que el «barco» no sea abatido por el oleaje, además de estar seguros que su estructura es fuerte y sólida, tenemos que tener la certeza de que toda la tripulación trabajaremos de manera conjunta, sin fisuras ni evasivas.
La empresa, siendo un barco construido por un armador creíble y con un comportamiento ético adecuado, surcará el océano de la economía, superando las dificultades, si se posiciona con una tripulación que ejercita la corresponsabilidad. Es necesario contar con una tripulación valiente y decida. No es suficiente con que el armador construya un proyecto creíble desde un comportamiento ético, es, además, necesario vincular a personas con voluntad de ser corresponsables.
Hoy día es terrible ver como en muchos proyectos empresariales azotados por el océano convulso de la economía, en donde muchos empresarios se esfuerzan porque éstos sean un barco solvente y fuerte, algunos marineros -más de los que la estadística señala como realidad normal- abandonan el barco sin el más mínimo sentido de la responsabilidad. Lo hacen por varias razones; pero, normalmente, la que más peso tiene es la de conseguir un dinero fácil (cobrar un despido) y después beneficiarse, si es posible, del dinero del desempleo ¡Qué terrible paradoja!
Exigimos tanto y tanto a los responsables sociales (Administraciones Públicas, Empresarios, Políticos, Emprendedores), y luego el comportamiento de muchos de nosotros no es nada coherente con la situación que estamos viviendo.
La corresponsabilidad debería ayudarnos a replantear los parámetros económicos en los que vivimos actualmente; pero a todos. En el ejercicio de ser corresponsable no es posible tener un comportamiento como el señalado anteriormente.
Hallar el océano adecuado desde el punto de vista económico con el fin de que los barcos puedan surcar los mares de manera adecuada y coherente requiere de la corresponsabilidad de los gobiernos, de los inversores, de los empresarios, de los ciudadanos, de los políticos. Sin sentirse corresponsables será imposible superar la tormenta, terrible realidad, que estamos viviendo.
El esfuerzo noble y justo que están haciendo muchos empresarios que construyen proyectos creíbles con ética empresarial se verá «abatido» por el oleaje que fomentan inversores y políticos en donde la credibilidad no cuenta nada y la ética es un concepto que no «toca» en absoluto su carta de navegación.
Los puertos a los que llegar para que transmitan alegría y gozo tienen que contar con sociedades responsables socialmente. Hoy la globalización puede ayudar a que esta dimensión sea posible; pero, también, puede construir una sociedad despiadada en donde los beneficios queden reducidos a un núcleo que acapara el poder político y económico.
De nada le servirá a un empresario creíble y responsable éticamente haber contado un barco de estructura fuerte y solvente, y con una tripulación que haya trabajado en equipo siendo corresponsables, si al final, al puerto al que llegan -después de haber superado las dificultades habituales de una travesía- no está construido con los parámetros de la corresponsabilidad social de su entorno político, empresarial, social y económico.
Nos conviene a todos ejercitar la corresponsabilidad. Vivimos en un mundo globalizado y esta es una realidad que no podemos obviar. La mala praxis existente en muchas economías, así como la mala praxis política de muchos países nos terminará afectando a todos por igual y los buenos barcos (empresarios creíbles y éticos) podrán encontrarse a la deriva, aunque el esfuerzo de los marineros que, sí han trabajado en equipo, haya sido loable.
La Doctrina Social de la Iglesia puede ser, sin dudas, un «faro» para los barcos construidos por armadores creíbles y éticos y, también, para aquellos barcos con carcasas endebles que quieran llegar a buen puerto para ser reparados.
El Papa Juan Pablo II nos dice: «Desde el punto de vista ético, (la globalización) puede tener una valoración positiva o negativa. En realidad, hay una globalización económica que trae consigo ciertas consecuencias positivas, como el fomento de la eficiencia y el incremento de la producción, y que, con el desarrollo de las relaciones entre los diversos países en lo económico, puede fortalecer el proceso de unidad entre los pueblos y realizar mejor el servicio a la familia humana. Sin embargo, si la globalización se rige por las meras leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva a consecuencias negativas. Tales son, por ejemplo, la atribución de un valor absoluto a le economía, al desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del medio ambiente y de la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuada. La Iglesia, aunque reconoce los valores positivos que la globalización comporta, mira con inquietud los aspectos negativos derivados de ella….
Podríamos decir que una globalización carente de regulaciones responde a lo que teológicamente llamamos estructuras de pecado; es decir -con palabras de Juan Pablo II-, unos mecanismos económicos, financieros y sociales, los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionan de modo casi automático, haciendo más rígidas las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros. Por eso se siente cada día más la necesidad de que a esta creciente internacionalización de la economía correspondan adecuados órganos internacionales de control y de guía válidos, que orienten la economía misma hacia el bien común. El gran reto -dice Benedicto XVI- es lograr que la integración se desarrolle bajo el signo de la solidaridad en vez del de la marginación» (GONZÁLEZ-CARVAJAL. Luis.2010:245-246)
La Corresponsabilidad nos lleva a tener que plantearnos un reto; pero no un reto fácil, se trata de una meta que nos compromete.
La Corresponsabilidad no es creíble si no existe compromiso. La Doctrina Social de la Iglesia nos invita a comprometernos socialmente. Si queremos contar con puertos que reflejen la realidad social de manera positiva, es preciso, sin dilaciones ni excusas, que estos puertos comiencen a construirse con empresarios, políticos y ciudadanos creíbles y éticos; solamente desde esta perspectiva los barcos apoyados en la fortaleza de la credibilidad podrán tener la seguridad de una sociedad basada en normas jurídicamente adecuadas, justas y coherentes.
Empresarios y tripulaciones corresponsables tienen una gran fuerza para poder transformar realidades sociales.
Las sociedades pueden avanzar únicamente si éstas basan sus relaciones en la madurez que tienen las personas para dialogar. Un dialogo basado en la razón es el futuro de un mundo diferente.
Sentirnos comprometidos con este objetivo, es poner en «valor» lo que somos como personas logrando de esta manera el poder ser testimonio para muchas más personas. El testimonio es, siempre, el mejor referente para la sociedad.
El testimonio es capaz de generar un gran cambio social. El testimonio de muchos empresarios y trabajadores y, también, de políticos, sacerdotes, religiosos, jóvenes, niños, mayores, adultos, son barcos que se han construido adecuadamente, haciendo posible que éstos sigan navegando en un mar movido, pero con un rumbo bien definido. Son barcos con tripulaciones que están convencidas que, trabajando en equipo, podrán superar las dificultades que el océano les tenga reservadas.
Precisamos de la pedagogía de la Confianza. Ser corresponsables implica potenciar y ejercitar la corresponsabilidad, ésta nos conduce al testimonio y al compromiso, y todo lo anterior a la confianza.
He escrito al principio de este artículo que para ser corresponsables es necesario tener una inquietud, ésta es: querer aprender.
Para poder desarrollar lo que he reflexionado a lo largo de esta TRIBUNA, es imprescindible, reciclarse, «volver a educarse», tener una disposición a abrir la mente. Tenemos que volver a «aprender» procesos nuevos y diferentes. De esta manera podrán resistir los empresarios creíbles y éticos, los trabajadores corresponsables, y, como no, dar la oportunidad a políticos, empresarios y ciudadanos en general a surcar los mares con barcos diferentes a los que actualmente tienen.
Ya que nuestro país se encuentra en el marco de la Unión Europea termino la reflexión de hoy con una cita del libro de Gaël Giraud de La ilusión financiera (págs. 193ss):
«Aprender de nuevo a hablar entre nosotros. En lo sucesivo, se trata de retomar nuestra andadura política hacia otras formas de vínculo social construidas por medio del debate democrático y no sobre la muda relación de fuerzas de las transacciones financieras. Creo que es este, precisamente, el sentido espiritual de la construcción de una Europa común. Y es en este sentido en el que la Comunidad europea hizo un llamamiento, el 12 de enero de 2012, en favor de una mayor integración y solidaridad presupuestarias en el seno de la zona euro. Tal u como dice el libro de los Proverbios, los ídolos no se hablan. El desafío actual, por tanto, consiste en que los europeos aprendamos de nuevo a hablar entre nosotros. Y, en primer lugar, que las élites políticas y económicas acepten hablar nuevamente a los pueblos europeos. Se trata de un desafío inédito….Yo puedo atestiguar que conozco a banqueros valientes, algunos de ellos cristianos, que han comprendido que debemos cambiar el sistema financiero, que reflexionan sobre el modelo del banco de mañana, que organizan espacios financieros estructurados en unos códigos deontológicos serios. También conozco a muchos jóvenes, sobre todo estudiantes, que desean trabajar en el sector de la economía, con visión social y solidaria y que, sobre todo, están impacientes por iniciar la necesaria transición ecológica, porque desean salvar la hermosa Creación que nos ha sido confiada, pues se sienten solidarios de las generaciones futuras. Es a todos ellos a quienes pertenece el futuro»
Lo anterior es una perfecta constatación de que ser corresponsable supone querer implicarse por construir una sociedad diferente, logrando de esta forma que la corresponsabilidad nos haga navegar con la seguridad de que llegaremos a un puerto adecuado y justo. En toda la travesía habremos ejercitado una doble dimensión: ser eficientes y tener compromiso.