Francisco no sólo es una persona muy leída, es un intelectual y un escritor
(Jesús Bastante).- Roberto Alifano es escritor, periodista y amigo de esta casa. Un personaje fascinante, un hombre que ha conocido a Borges y a Neruda, que ha estado con los grandes de la literatura latinoamericana, y que acaba de estar con otro argentino universal: con el Papa Francisco.
En esta ocasión, Alifano nos cuenta su reciente encuentro con Bergoglio, en el que le anunció su propósito de escribir un acerca de la relación del Papa con la literatura. «Bergoglio no sólo es una persona muy leída, es un intelectual y un escritor», afirma su compatriota, quien además le define como «un hombre distinto, un transgresor que desafía todos los convencionalismos«.
Para terminar, Alifano asegura que «Francisco es el hombre que estábamos esperando los católicos de todo el mundo para hacer los cambios que necesita en esta época la Iglesia». «El hombre necesario».
¿Ya habías conocido a Bergoglio en Buenos Aires?
Sí, le conocía, pero no había tenido demasiadas oportunidades de conversar con él. Esta vez pudimos hablar del tema que a los dos nos interesa y nos apasiona, que es la literatura. Y un personaje esencial para los dos, que es Borges. Bergoglio lo convocaba a sus clases de literatura cuando él era profesor, y Borges accedía a esas visitas.
¿Tienen parecidos en el carácter, desde tu punto de vista?
Bueno, no eran tan parecidos, pero congeniaron muy bien. Borges me hablaba de Bergoglio, que era sacerdote por aquel entonces, y Bergoglio tenía mucha amistad con la que había sido la secretaria de Borges. Borges y Bergoglio tenían una amistad muy literaria y se visitaban cada tanto.
Bergoglio empezaba sus clases de literatura con ese famoso soneto de Borges:
«Sólo una cosa no hay. Es el olvido/ Dios que salva el metal salva la escoria/ y cifra en su profética memoria/ las lunas que serán y las que han sido./ Ya todo está/ Los miles de reflejos/ que entre los dos crepúsculos del día/ tu rostro fue dejando en los espejos/ y los que irá dejando todavía./ Y todo es una parte del diverso/ cristal de esa memoria, el universo,/ no tienen fin sus arduos corredores/ y las puertas se cierran a tu paso/ sólo del otro lado del ocaso/ verás los arquetipos y esplendores.
¿Crees que Bergoglio recuerda ese poema?
No lo creo, lo sé. Cuando estuve con él yo comencé a decir ese poema, y él lo continuó. Es un poema que se titula «Everness», que quiere decir algo así como «tiempo permanente», «tiempo para siempre»…No tiene una traducción exacta.
Cuéntame tu encuentro con Bergoglio en la Plaza de San Pedro
Yo quiero escribir sobre Francisco y la literatura, pero no me sentí con el derecho de robarle tiempo para eso, por eso no pedí un encuentro privado. ¿Quién soy yo para hacerlo? Por eso quise ir a una audiencia pública, para presenciar además cómo son, y comentarle a Francisco la idea de hacer este libro y, si le interesa, seguir adelante. Obviamente le interesó mucho, lo que es el primer paso.
Yo conozco a sus amigos de Buenos Aires, al obispo Oscar Ojea, al sacerdote Ignacio Navarro…
¿Ignacio Navarro es una especie de «asesor literario» para Francisco?
Más que eso, yo diría que ellos tienen también una amistad muy literaria. Ignacio es un sacerdote muy cercano a Bergoglio, que escribió un libro sobre Von Balthasar y Borges. Una conversación imaginaria entre este gran teólogo suizo y Borges. Es un libro extraordinario escrito por un devoto de Borges como es el padre Navarro. Y en ese libro tiene mucho que ver Bergoglio, que le proporcionó documentación y tuvo largas conversaciones con él. Es un libro muy aprobado por Bergoglio.
¿Qué sentiste al ver al Papa dirigiéndose al público de la audiencia?
Vi cómo cobraba una energía extraordinaria ante el púbico, y a la vez le sentí como a un amigo. Me sentí como un familiar suyo, como alguien cercano. Por el hecho de ser argentino, de ser alguien que gusta de la literatura, y por el hecho de que es el hombre que estábamos esperando los católicos de todo el mundo para hacer los cambios que necesita en esta época la Iglesia.
Lo vi aparecer en el papamóvil y saludar a los discapacitados, que es lo primero que hace. Tiene un trato conmovedor con ellos. Sube a los chicos al papamóvil, los besa, los acaricia… Tiene una capacidad de afecto realmente conmovedora.
¿Ha dejado atrás la imagen del Papa hierático?
Exactamente. Yo he asistido a muchas audiencias papales públicas, y también a una privada con Juan Pablo II, cuando fui secretario del Ministerio de Educación en Argentina. Pero con todos ellos los contactos y la comunicación eran más distantes. Francisco siente un afecto profundo por la gente, y lo transmite. Cuando te toca sientes realmente algo que de alguna manera te sobrecoge.
Tarda muchísimo tiempo desde que entra en la plaza con el papamóvil, porque se detiene a saludar, de pronto se baja… es un caso muy especial, porque todo eso le crea un tremendo problema de seguridad a la gente que lo acompaña.
¿Está cambiando hasta la expresión de los agentes de seguridad del Papa? ¿Es ahora menos adusta?
Sí, hasta eso ha cambiado. Si te fijas, ahora tienen un rostro de amabilidad. Lo cuidan, pero se acercan a la gente. No pueden evitar el contacto porque es el Papa el que lo desea. Es un trabajo delicado el que ellos tienen.
¿Crees que existe peligro de que le pueda suceder algo?
El peligro siempre está latente. Pero Bergoglio es un transgresor que desafía todos los convencionalismos. Eso es lo maravilloso de Francisco.
El mismo día que yo estuve en su audiencia pasó algo increíble, y fue que Bergoglio descubrió a un sacerdote argentino, el padre Fabián, y lo hizo subir al papamóvil.
Es decir, que supo ver una cara entre cien mil…
Sí, descubrió al sacerdote, lo hizo sentar en el papamóvil, y terminó su recorrido con su amigo como acompañante, sentado a su lado. Fue una cosa inusual, totalmente espectacular.
De cerca puedes ver que sus gestos son de lo más sencillo: se saca el pañuelo del bolsillo, mira su reloj para ver si van bien de tiempo, mira al maestro de ceremonias para comprobar que están en hora…
¿Improvisa mucho?
Todo el tiempo. Él no tiene ningún libreto para manejarse. Está todo el tiempo rompiendo con los protocolos.
¿Con quién fuiste a la audiencia?
Con mi nieto Agustín y con Bacarolli. Nos saludó y se quedó un rato conversando con nosotros. Un rato bastante largo. Y me dijo que me esperaría en otra oportunidad, para trabajar el tema del libro.
Cuando le comencé a recitar el poema de Borges y él lo continuó, me dijo: «Eran otros tiempos… ¡pero qué tiempos aquellos!». Y sonrió con un gesto de amabilidad muy grande.
Entonces le fui a dar un libro mío sobre Borges, que tenía dedicado para él, pero me dijo que ya lo había leído. En cambio, aceptó el de «El humor de Borges» y se lo llevó consigo, no se lo dio a nadie para que se lo guardara. Fue curioso.
El embajador argentino ante la Santa Sede me dijo que Francisco bromea con él diciendo que le va a tener que pedir un lugar en la embajada para guardar tantos regalos que recibe de la gente. Todo el mundo le lleva cosas. Es una cantidad imposible.
Bacarolli, por su parte, le llevó una foto en la que salen Bergoglio muy de muchacho junto a Borges también joven. Él era profesor de psicología en la provincia de Santa Fe, y llevó a Borges a dar una charla y a dialogar con sus alumnos.
¿Ha cambiado la imagen de Bergoglio, pasando de una apariencia más adusta a la explosión de felicidad que transmite desde que le eligieron Papa?
Sí. Yo creo que él es consciente de que está cumpliendo otra función y que es una función esencial. Pero creo que a mismo tiempo mantiene el hombre duro que es, el hombre consciente de la misión que está desarrollando, dispuesto a llevarla adelante hasta las últimas consecuencias.
¿Qué piensas sobre la reforma que acaba de hacer del Banco Vaticano, en la que ha cambiado de un plumazo a los antiguos responsables del I.O.R.?
Que está haciendo lo que tiene que hacer: remover toda esa burocracia vaticana.
¿Crees que a parte de los riesgos que comentábamos antes, el Papa tiene enemigos a su alrededor?
Las intrigas de palacio deben de ser terribles, sí…muy grandes.
Con el tiempo que ha pasado ya desde su nombramiento, ¿piensas que lo más difícil para Francisco viene ahora, cuando la curia más recalcitrante ha podido ya recolocarse?
Claro, ya ha pasado «la luna de miel» desde que lo nombraron. Pero él es un hombre muy firme.
Cuando a él lo nombraron arzobispo de Buenos Aires había mucho deterioro en las finanzas de la Iglesia argentina, pero según dicen, en tan sólo dos meses Bergoglio puso todo en caja, y echó a mucha gente.
Parece que el tema de la corrupción le obsesiona especialmente, porque lo repite de manera continua…
Eso es muy jesuita. Pero ahora tiene a ese grupo de ocho cardenales que le asesoran y que se supone que le tienen que ayudar con todo esto. Entre ellos, el cardenal Pell, al que yo conocí en Australia. Es un hombre imponente.
Yo creo que ese G8 es el triunfo en el Vaticano de las iglesias del mundo, al igual que son las iglesias del mundo las que han elegido a este Papa, contra ese boato vaticano con esa burocracia cerrada.
¿Crees que Francisco es «el hombre necesario»?
Justamente. Y creo que las iglesias del mundo se han dado cuenta.
¿Qué pretendes con el libro sobre Francisco y la literatura?
Tratar de decir algo nuevo y dejar un testimonio sobre la relación que tiene Francisco con la literatura. Monseñor Ojea me comentaba, hace unos días que estuve desayunando con él, que los sacerdotes argentinos son muy críticos entre ellos con el tema de las homilías. Y me dijo que Francisco siempre le encontraba el giro literario a las suyas. Eso demuestra que es una persona muy leída. Es un intelectual y es un escritor. Es un gran lector de poesía y es un hombre que ama genuinamente a la poesía. Le gusta especialmente el siglo de oro. Sabe de memoria muchísimos poemas de Lope de Vega. Es un estudioso de Góngora, de Quevedo… Cuando yo fui a Córdoba me dijo que no dejara de visitar la tumba de Góngora en la mezquita. «Y si puede, llévele una flor de mi parte y rece por él», me dijo.
¿Comparte con Góngora el ingenio?
Sí, es el Papa ingenioso. Lo que busco con el libro es eso: desarrollar la relación de Bergoglio con la literatura.
Voy a recoger los testimonios de la gente cercana a él que ha hablado con él de literatura, y trataré también de tener una larga conversación con él, si se puede, sobre ese tema. Sería muy lindo.
Sería la primera vez que se escriba un libro sobre un Papa y la literatura, si no me equivoco. ¿Puede deberse esto a que normalmente pensamos que los papas utilizan un lenguaje absolutamente farragoso?
Sí. Wojtyla era un hombre que amaba el teatro y que había escrito tanto teatro como crítica de teatro en algunas revistas, pero su lenguaje como Papa era muy eclesiástico. Cosa que con Francisco no pasa.
El padre Navarro me contaba que llamó a Bergoglio poco antes de que fuera nombrado papa, y Bergoglio,que ya sabía que podía estar entre los candidatos a papa, le dijo que iría a visitarle a su pequeña parroquia de barrio. Y así fue. Bergoglio fue para allá y el padre Navarro le juntó con sus feligreses. Muchos de ellos le saludaron sin saber que era el cardenal Bergoglio, y aunque el padre Navarro le había pedido que dijera misa allá, Bergoglio rehusó: «No, no, decila vos. Yo me la paso diciendo misa, quiero escucharte a vos». Sin embargo, Navarro insistió y Bergoglio dijo una palabras, brillantes, que deslumbraron a todos los que estaban ahí.
Luego, cuando fueron a comer, Navarro le explicó a Bergoglio su preocupación: que llevaba ya muchos años en esa parroquia y que pronto le iban a cambiar, pero que él no quería irse de allá porque, además de que se llevaba muy bien con toda la feligresía, tenía en la parroquia un taller literario con mucha gente joven.
Entonces, según cuenta el padre Navarro, Bergoglio suspiró aliviado: «No sabés qué peso me sacás de encima», le dijo, «porque, cuando me llaman para hablar así en privado, suele ser por algún problema con alguna mujer…». Y los dos se rieron.
Creo que es un anécdota que muestra que el Papa es un hombre distinto. Y creo que lo ha demostrado también recientemente, al bautizar a los hijos de madres solteras y de parejas casadas por lo civil.
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