Curioso el paralelismo entre Blanquerna y Benedicto XVI en la renuncia a la Sede de Pedro, para dedicarse ambos a la oración
(Josep M. Bausset).- El anuncio de la renuncia del papa Benedicto XVI, hoy hace un año, me ha recordado el capítulo cinco del libro Romanç d’Evast e Blanquerna, de Ramon Llull, filósofo, místico, teólogo y poeta, nacido en Palma de Mallorca el 1232 y fallecido en la misma ciudad, el 1315.
En este texto, Llull describe la vida ejemplar de Blanquerna, que, después de unos años en la Sede de Pedro, renunció al papado, para dedicarse a una vida de oración, en el eremitismo. Igual que Benedicto XVI.
Llull explica que «Blanquerna papa envejeció y explicó el deseo de hacer vida ermitaña, y en el consistorio dijo a todos los cardenales» que para ser papa hay que tener una gran fe.
En el acto de renuncia, Llull describe la actitud de Blanquerna, que arrodillado delante de los cardenales, les pidió renunciar al papado, para dedicarse a «aquel oficio de oración». Por su parte, los cardenales, contrariados y sorprendidos por la decisión de Blanquerna, cuando escucharon su petición, «se arrodillaron y le dijeron que no era cosa conveniente que él renunciara a la dignidad apostólica».
Pero Blanquerna, «lloró tanto delante de los cardenales y con tan gran afección pidió misericordia, que todos los cardenales obedecieron su mandato». De esta manera «Blanquerna fue absuelto del papado», y así «se sintió libre para servir a Dios en la vida ermitaña».
En su discurso de renuncia, Blanquerna dijo a los cardenales: «Señores, largamente he deseado contemplador a Dios en vida ermitaña por eso, después de la misa, me conviene ir a busca mi ermita».
Como Benedicto XVI se despidió de los cardenales, también Blanquerna quería «despedirse i tener la bendición de vosotros, señores, que estaréis en mi memoria todos los días de mi vida y en mis oraciones».
La diferencia entre Blanquerna y Benedicto XVI, es que el papa Ratzinger, después de su renuncia, hace ahora una vida de oración sin dejar el Vaticano, cosa que también le pedían los cardenales a Blanquerna. Los cardenales le decían a Blanquerna, que en Roma «podía estar en contemplación o en oración». Pero para ser ermitaño, Blanquerna decidió dejar la Ciudad Eterna.
Por eso los cardenales «transmitieron mensajes por las selvas y por las montañas para buscar un lugar donde pudiese estar Blanquerna. Y en una alta montaña donde había una iglesia ermitaña, cerca de una fuente, decidiero con Blanquerna que la pudiese habitar; y ordenaron que el monasterio que está al pie de la montaña, proveyese a Blanquerna de sus necesidades«.
Hace falta reseñar que esta obra de Llull, de 1276, es muy anterior a la renuncia del papa Celestino V, que dejó la Sede de Pedro en 1294.
Ante este texto de Llull y las coincidencias entre la renuncia al papado de Blanquerna, de Celestino V y del papa Ratzinger, la pregunta es: ¿Celestino V leyó el Romanç d’Evast e Blanquerna? Y Benedicto XVI, ¿conocía la obra de Ramon Llull?
No hace falta decir que es curioso el paralelismo entre Blanquerna y Benedicto XVI en la renuncia a la Sede de Pedro, para dedicarse ambos a la oración, en una vida de silencio y de soledad.