(Marco A. Velásquez).- La mezcla de lucidez, coherencia, apertura al Espíritu de Dios, marginación y perseverancia en la adversidad, son rasgos que acompañan al profeta. La respuesta de Dios es alimento que nutre la convicción, mientras los signos apoyan y confirman nuevos rumbos, en cuyo devenir afloran los tímidos y frágiles primores del profetismo, que llegan al Pueblo de Dios para animar el extenuante camino hacia la Tierra Prometida del Reino, donde manan y fluyen en abundancia frutos de paz, de justicia y de amor. Es la travesía liberadora del Pueblo Escogido, en cuya senda une su destino con otros Pueblos.
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