Una ley que se sabe de antemano que sólo se aplicará a las cuatro desgraciadas sin medios para librarse de sus manos
(Ramón Baltar).- Detrás de los errores que vician el debate sobre el aborto hace poco esbozados aquí por González Faus están las ideologías políticas, que sirven de estoque y no de muleta a tantos salvadores de la Humanidad. Consideraciones de orden ético del estilo de las que se hilvanan a seguido acaso permitieran reconducirlo.
Si aceptamos que el aborto espontáneo es un fallo de la naturaleza (ciega y amoral, por más que la digan sabia), podemos calificar el procurado de fracaso de la cultura humana, que se degrada cuando imita lo malo de la madrasta estando en su mano evitarlo. Puesta así la cosa, se echaría de ver que ni despenalización sin más y la prohibición legal del aborto son medidas progresistas, nombre que en puridad conviene a las que buscan elevar al hombre sobre su condición animal y desarrollar la espiritual.
Mientras no se alcance consenso sobre las complejas cuestiones filosóficas que plantea el tema, no cabe pedir al Estado democrático que legisle haciendo suyas propuestas minoritarias de imposible verificación racional (como la que alega una ley moral natural que lo prohíbe) sino exigirle que cumpla con su obligación de garantizar la salud física y mental de la mujer si un embarazo no deseado o problemático la pone en peligro. Por ahí encuentra la despenalización del aborto suficiente cobertura ética.
Por otra parte, las leyes que lo penan carecen de sentido, porque crean un delito cuya comisión escapa más veces que no a la noticia de los funcionarios públicos encargados de perseguirlo y castigarlo. Una ley que se sabe de antemano que sólo se aplicará a las cuatro desgraciadas sin medios para librarse de sus manos, es una ley, por encima de ineficaz, injusta. Este tipo de legislación destruye el Derecho.
Las idealizaciones desencarnadas son mala guía. Lo prueba por ejemplo la pretensión de que la preñada por violación tiene deberes ineludibles con el ser que le plantó en las entrañas un azar no buscado por ella. La mujer es persona, no mera hembra reproductora.