Juan Pablo Somiedo

Iglesia española: Entre «el camino» desviado y «la obra» mal hecha

"La Iglesia en España se convertirá poco a poco en un recinto exclusivo de unos pocos"

Iglesia española: Entre "el camino" desviado y "la obra" mal hecha
Juan Pablo Somiedo

La iglesia española, parafraseando a Tarancón, necesita un cardenal para todos los fieles españoles, los progresistas y los conservadores, los de acá y los de allá

(Juan Pablo Somiedo).- La Iglesia española es testigo, no sin dolor y cierto desánimo, de dos rupturas que parecen cada vez más evidentes. La primera de ellas, intra-ecclesia, tiene que ver con el distanciamiento entre los grupos más conservadores y los más progresistas. El consenso parece hoy imposible debido, no solo al contenido de fondo, sino a la falta de voluntad y a los miedos por perder cierta posición dominante.

La segunda de ellas, esta vez extra-ecclesia, es una ruptura, algunos dirían que casi ontológica, entre la iglesia y la sociedad española, fruto, sobre todo, de la postura de la jerarquía eclesiástica ante los acontecimientos y circunstancias vividos por el país en los últimos años. Y todo ello a pesar de que Gil Tamayo se obstine en negarlo.

La imposibilidad del Papa de marcar distancias con los movimientos neoconservadores de nueva cuña marcará definitivamente el desarrollo de la Iglesia católica en los próximos años. Ya avancé en otro de mis artículos que la «operación bergoglio» no iba a bastar para poner un dique de contención a los numerosos problemas que asedian a la institución. Todo parece indicar que desde el Vaticano ya han tirado la toalla y se han rendido.

Europa está perdida desde un punto de vista pastoral y solo queda centrarse en otros continentes con una iglesia más joven. Pero en otros lados, la Iglesia tampoco lo va a tener fácil. Latinoamérica está infectada de sectas Pentecostales que en su día fueron subvencionadas y patrocinadas por el gobierno de los EE.UU; en África crece el cristianismo, pero los que más crecen son los cristianos protestantes y no los católicos; en Asia, la Iglesia católica se ve obligada a convivir con otras tradiciones religiosas igualmente antiguas y muy asentadas en la población. Visto así, el panorama no parece tan alentador como pretenden dibujar desde la Santa Sede con la apertura de nuevas sedes y relaciones diplomáticas.

Pero, suceda lo que suceda en otros continentes, ¿puede permitirse la iglesia católica perder la vieja Europa?. Yo diría que no. Europa, cuna de grandes teólogos, simboliza el logro de una religión de la razón, alejada de fundamentalismos y supersticiones varias, como nota definitoria y distintiva. Por eso la aparición de posturas radicales y fundamentalistas como las del Camino Neocatecumenal o las del Opus Dei no es ni mucho menos casual y marca la perdida del terreno que la institución había conquistado no sin el dolor y el sufrimiento de muchas personas. Jugarlo todo a la única carta de estos movimientos le ha servido a la Iglesia para mantener un espejismo que pronto se acabará.

La Iglesia en España se convertirá poco a poco en un reciento exclusivo de unos pocos, sin capacidad de autocrítica, enrocada sobre sí misma e incapaz de establecer un dialogo sincero con una sociedad cada vez más heterogénea y plural.

En España, la postura de la jerarquía eclesiástica capitaneada por Rouco, ha estado marcada en los últimos años por la indiferencia y la falta de compromiso social. La Conferencia Episcopal ha escrito mucho, pero ya se sabe que el papel lo aguanta todo. No se ha hecho otra cosa que apelar a la Caridad mediante una institución de prestigio como «Caritas» y echar la culpa de la situación a «una sociedad descreída», como si el mismo Cristo lo hubiera tenido más fácil con el Imperio Romano.

¿Qué se puede hacer?. Pues salta a la vista que muy poco. Sólo hace falta ver qué clase de obispos tenemos en España y sus declaraciones públicas. Es una falta de análisis y toma de conciencia de la realidad que los fieles viven día a día que asustaría al más optimista. Decía el profesor Carlo M.Cipolla en su conocido panfleto «Allegro ma non troppo» que todos los seres humanos están incluidos en cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. En la Iglesia cada vez hay menos de los dos primeros y más de los dos últimos. El malvado se diferencia del estúpido en que este último suele causar daños o perjuicios a terceros sin recibir ningún beneficio a cambio, mientras el primero lo hace para recibirlo. Echen ustedes un vistazo a la flora y fauna eclesial y juzguen ustedes mismos.

España se prepara para grandes cambios en lo social, lo político y lo económico. En cuanto a lo económico, la crisis a nivel microeconómico ha venido para quedarse, las desigualdades serán cada vez más evidentes y esto será causa de tensiones varias. En lo social seremos cada vez un país más multicultural, multiétnico y multireligioso y los problemas de la inmigración lejos de solucionarse se van a acrecentar. En lo político, el sistema ha entrado en una lenta agonía que se va a manifestar en la pérdida de hegemonía que el bipartidismo había tenido a partir de la Transición. La fractura del voto llevará aparejada la necesidad de acuerdos para poder establecer un gobierno estable. Y todos los partidos van a querer imponer sus condiciones para no defraudar a su electorado, incluyendo, claro está, aquellos abiertamente más laicistas.

En este escenario, la Iglesia española necesitaría un sucesor de Rouco con un perfil muy determinado. Uno no puede parar de sorprenderse cuando los nombres que se barajan para tal fin son los de obispos como Osoro o Juan del Río. Conozco a ambos personalmente y sé que no se caracterizan por su apertura sino más bien lo contrario. Basta echar una ojeada a su currículum y a lo que ha hecho uno en la diócesis de Oviedo y otro en el arzobispado castrense para darse cuenta que es más de lo mismo elevado al cuadrado, es decir, nada. Por mucho intento de conversión que pretendan difundir nunca somos solo uno, sino tres, lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Y a lo que parece, en esta ocasión, lo que fueron y lo que son pesa más que su hipotética conversión hacia una nueva manera de entender la Iglesia. Vencerán y seguramente logren posicionarse, pero no convencerán.

La iglesia española, parafraseando a Tarancón, necesita un cardenal para todos los fieles españoles, los progresistas y los conservadores, los de acá y los de allá. Vistos los candidatos españoles, lo mejor que nos puede pasar es que el elegido sea «uno venido de tierras lejanas». Pero, aún así, unos pocos empiezan a creer que esto no lo arregla «ni Cristo que lo fundó».

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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