Nos cuesta entender que las situaciones de injusticia y de explotación sólo se pueden vencer con el amor
(José Manuel Vidal).- Era una ocasión para lucirse, pero al cardenal Rouco Varela no le sale una denuncia ni a tiros. El motivo, la celebración de la misa del 50 aniversario de la muerte de Guillermo Rovirosa, «casi fundador» de la HOAC. La catedral llena de militantes de esta organización de defensa de la clase trabajadora. Parecería la mejor oportunidad para denunciar, siguiendo la estela de Francisco, las «heridas» que sufre el pueblo español, a causa de los recortes, especialmente los más pobres y marginados.
Pero Rouco recibió a la HOAC en su catedral y cumplió sin más. No es un hombre de denuncia, nunca lo fue. Y, aunque Francisco se lo ponga fácil, no se siente cómodo en esa dinámica profética. Prefiere el anuncio y la liturgia cuidada.
Porque, eso sí, la liturgia de la catedral de La Almudena parece mismamente la del Vaticano de la época del Papa Ratzinger: Solemne, cuidada y rubricista. Con dos maestros de ceremonias, Andrés Pardo y Jesús Junquera, que imitan en todo (y con éxito) a Guido Marini, el ceremoniero del Papa. Liturgia vaticana en la entrada a la celebración, con el canto de las letanías, en el Evangelio cantado y en las diversas rúbricas; seminaristas para sostener el báculo y la mitra, un buen director musical y una excelente solista. La Almudena convertida litúrgicamente en la basílica de San Pedro. Un mini Vaticano en Madrid.
En la celebración, el cardenal estuvo acompañado por el obispo emérito de Alicante, Victorio Oliver, y por más de una veintena de curas de la HOAC de toda España.
Para la homilía, el cardenal cogió unos folios en la mano, pero la pronunció sin leer. Comenzó explicando el motivo de la misa con la HOAC: «Recordar a Guillermo Rovirosa, casi fundador de la HOAC». Y añadió que «su causa está en proceso y la iniciamos aquí, en Madrid, hace una década».
Según Rouco, «la vida de Rovirosa quedó marcada por el encuentro con Cristo», tras su conversión a los 36 años, en la década de los años 30, «cuando la cuestión social y obrera era el gran problema social y el gran reto para los cristianos y para la Iglesia».
Rouco confesó haber conocido personalmente a Rovirosa, que falleció en Madrid el 27 de febrero de 1964 e invitó a la HOAC actual a hacer el propósito de «conocerlo mejor». Tanto a él como a su espiritualidad.
«El misterio del mal»
Una espiritualidad basada en el seguimiento del misterio de Cristo, que «no puede entenderse sin el misterio del mal». Un mal que nace del hecho de que el hombre «quiere ser como Dios» y cae en la soberbia, en creerse tanto como Dios y en no necesitar de Él.
Pero el amor de Dios «es más grande que el pecado del hombre». Porque Dios va siempre «a contracorriente de lo que somos por dentro e, incluso, en la Iglesia». De ahí que el cardenal pidiese a los presentes que se dejen «arrastrar por esa contracorriente de Dios, como hizo Rovirosa».
El cardenal de Madrid recordó los «tiempos difíciles» que le tocó vivir a Rovirosa Parecidos a los males actuales, «cuyo origen profundo radica en no querer comprender a Dios». Por eso, a su juicio, «nos cuesta entender que las situaciones de injusticia y de explotación sólo se pueden vencer con el amor», aunque la historia del siglo XX y la actual así nos lo demuestre.
Rouco cree que «hay fuerzas del mal que nos quieren llevar por caminos de perdición», en este momento «de renovación de la Iglesia». Porque, a su juicio, «estamos en un momento de renovación profunda de la Iglesia de la mano del Papa Francisco». Una renovación «que comienza en el Vaticano II, que sigue vivo 50 años después».
Y concluyó pidiendo a la Virgen de La Almudena que «ayude a la HOAC a avanzar en esta hora tan crítica por la que atraviesa España, Europa y el mundo».
La otra cara de la modena, la de la denuncia, llegó en las peticiones de los fieles, leídas por dos militantes de la HOAC. Entre otras cosas, pidieron por las organizaciones eclesiales «para que sigan reivindicando los derechos de los trabajadores y sigan luchando por la dignidad de sus condiciones laborales».
También pidieron por los «parados, los precarizados, los marginados, los expulsados a las cunetas de la vida por el mercado laboral, los desahuciados o los que no encuentran un trabajo digno». Asimismo rezaron para que los católicos no caigan en el «individualismo» y luchen por «un trabajo decente y una sociedad más justa». Rouco, desde su sede, respondía: «Escúchanos, Señor».