Los países desarrollados tenemos impuesto un nivel económico pernicioso, que tiene muchos defensores que hablan mucho y quizá más alto que los que no defendemos este sistema
(Jesús Bastante).- Soledad Suárez es la presidenta de Manos Unidas, la ONG de la Iglesia presente en 55 países. Países «que nacen, viven y mueren en crisis», como dice Soledad, mostrándose contraria a los recortes en Cooperación que se han efectuado en los últimos años con la excusa de la crisis económica. «Dar lo que te sobra no es ser generoso», afirma.
Conocedora de esos países que viven una crisis permanente, Soledad Suárez aborda el drama de la inmigración desde la problemática que los migrantes afrontan en sus lugares de origen: «Es cierto que tienen pocas posibilidades de acabar con vida cuando emigran, pero es que si se quedan en su país tampoco tienen la vida garantizada«, explica. «Las personas que llegan a la frontera ya estaban en peligro de muerte desde que nacieron».
Para cambiar estas situaciones injustas, Soledad apuesta por la educación, que considera primordial. «Si la gente tiene educación, tiene criterio; y por tanto, sabe lo que necesita y es dueña de su destino», concluye.
A pesar de la crisis que estamos atravesando en las sociedades europeas, ¿no valoramos suficientemente lo que tenemos, y que falta en tantos otros lugares?
No se puede comparar la crisis que tenemos nosotros, aun siendo perfectamente respetable la situación dramática por la que está pasando muchísima gente, pero nosotros trabajamos en países que nacen, viven y mueren en crisis. No es comparable. Y sobre todo, no es aceptable que a costa de ayudar a unos dejes de ayudar a otros. Por suerte creo que somos muchas las personas en España que creemos que se puede ayudar a los que están aquí y a los que están allí.
El lema de vuestra campaña de este año «Mundo nuevo, proyecto común» habla de la corresponsalidad necesaria en nuestra sociedad global…
Sí. Viene a decir que, o lo hacemos todos juntos, o no va a salir. El Papa Pablo VI decía hace tiempo que todos los países tienen derecho a alcanzar un nivel de desarrollo, pero que solos no lo van a conseguir. Que tenemos que ser todos los pueblos juntos los que trabajemos por ello. Y esto sigue vigente. Todavía hay mucho camino por recorrer.
Desde Manos Unidas siempre tenemos un mensaje de esperanza, porque somos testigos de que cuando se hacen las cosas bien, se consiguen los resultados. Y no cabe la menor duda de que el mundo no se puede comparar a como estaba hace años. A pesar de que tenemos que seguir trabajando, trabajando y trabajando. Pero no se puede negar que se han conseguido muchas cosas.
Se nota mucho cómo poco a poco las personas que vivimos en países desarrollados vamos abandonando nuestras posturas paternalistas hacia ciertos continentes, y cómo al mismo tiempo ellos expresan de una manera más clara lo que necesitan, pidiéndote que seas su compañero de viaje.
A nosotros no nos gusta hablar de que financiamos los proyectos, sino de que los financiamos y los apoyamos.
¿Cómo germinan vuestros proyectos? ¿Cuál es la dinámica que seguís para decidir financiar uno u otro?
En Manos Unidas tenemos personas encargadas de cada país o, cuando el país es muy grande (como por ejemplo la India), se divide en zonas. Los encargados del país conocen muy bien el país que llevan, y tienen una estrecha relación con nuestras contrapartes allí (que pueden ser misioneros, asociaciones de padres…etc.). Por lo general llevamos muchos años trabajando con nuestras contrapartes, así que las conocemos muy bien. Pero si surge una nueva contraparte que quiere trabajar con nosotros, lo que pedimos es que haya alguna entidad dentro del país que la avale.
Una vez que la contraparte (que vive allí) siente una necesidad que hay que cubrir, elabora un proyecto de desarrollo (un pozo, una escuela, un establecimiento sanitario…) y nos lo envía. Aquí en Manos Unidas el proyecto se evalúa. Se ve si hay necesidad de hacerlo, si es viable, si se puede asumir su costo… Los beneficiarios siempre colaboran con algo, ya sea su trabajo, el terreno, parte de los materiales que necesitan… según sea de pobre la zona del proyecto. Es decir, dependiendo del grado de desarrollo que tengan.
Entonces, tras ser evaluado por nuestro Área de Proyectos, el proyecto es elevado a la Comisión Permanente, que es el primer órgano de gobierno que tiene Manos Unidas. La Comisión la formamos 13 personas de Manos Unidas, que nos reunimos una vez al mes. Nosotros volvemos a estudiar el proyecto, pero en un 99% quedan aprobados todos los que vienen recomendados por el Área de Proyectos, que como decía, se encarga de hacer un trabajo previo exhaustivo y profundo.
Una vez que el proyecto está aprobado, se le comunica a la contraparte y a la persona que avala el proyecto, y se establece un grado de financiación. El proyecto se visita para comprobar que todo esté bien, para ahondar en las causas de su necesidad… Manos Unidas no llega, mira y se va.
En casi todos los proyectos tenéis una trayectoria de muchos años…
Normalmente tenemos proyectos a un año, a dos años y a tres. La mayoría de proyectos que nos presentan son de dos. Pero como son proyectos sostenibles, se mantienen en el tiempo ya solos. Por ejemplo, si haces unos huertos comunitarios en los que las mujeres van a ir a trabajar, inmediatamente van a necesitar un centro o alguna organización que les cuide los niños. Por tanto, eso va a hacer que lo siguiente que te pidan sea una guardería.
Lleváis años planteando necesidades como a educación, el acceso a agua potable, la igualdad entre hombres y mujeres etc., a través del leitmotiv de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. ¿No se van a cumplir los objetvos?
No se van a cumplir. Lo más prioritario para Manos Unidas es la educación. A mí muchas veces me preguntan «¿dais de comer a los niños?», y yo les contesto: «sí, pero antes que nada, les mandamos a la escuela». Eso es lo básico, lo más importante. Si la gente tiene educación, tiene criterio; y por tanto, sabe lo que necesita y es dueña de su destino. Sólo así la gente se puede poner de pie y puede exigir.
Encontramos muchísimos países con unas legislaciones fantásticas (porque ya te digo que las cosas han ido cambiando), pero que no se cumplen. Y no se cumplen porque la población no las conoce.
Eso nos pasa muchísimo en la India, que es un país con una economía emergente, pero con una desigualdad y una pobreza tremendas. Y con una manera de vivir espantosa, en la que especialmente las mujeres están en régimen de semiesclavitud. Pero cuando coges a esas mujeres, las capacitas y las ayudas a ver la situación de injusticia en la que están, lo primero que hacen es mandar a sus hijos a la escuela. Ellas a lo mejor siguen siendo analfabetas, pero mandan a sus hijos a la escuela.
Por eso digo que para Manos Unidas lo fundamental es la educación. Después, evidentemente, la alimentación, porque además si un niño no está bien alimentado no es capaz de asimilar lo que le enseñan en la escuela. Entonces, educación, alimentación y salud van de la mano. Otra cosa básica es el agua. Sin agua no puedes hacer nada. Es decir, que al final se trata de un conjunto de cosas imprescindibles.
Se suele decir que se puede acabar con el hambre en el mundo pero, ¿el mundo quiere realmente que deje de haber hambre y desigualdad?
Se puede acabar con el hambre en el mundo, pero el mundo no quiere que se acabe con el hambre. Porque tenemos implantado un sistema en el que predomina la lógica del beneficio sobre la lógica del don. No nos queremos dar a los demás, no queremos compartir. Ésa es la gran lucha de todas las personas que estamos en este trabajo.
Yo en Manos Unidas he aprendido muchísimas cosas, y de gente que no tiene precisamente un doctorado en sociología ni en teología, pero que es gente sensata y con sentido común. Una vez, en una asamblea de delegadas que tuvimos, una de ellas se puso en pie y nos dijo: «¿Os acordáis de cómo vivíamos en España hace 10 años, y del nivel de desarrollo que teníamos? ¿Éramos menos felices que ahora?«. Y todas contestamos que no. Es decir, que la felicidad no depende de tu grado de desarrollo. Eso es lo que tenemos que expandir por todo el mundo: Tú buscas tu felicidad pero, ¿dónde la pones? Como dice el Papa: perdemos la serenidad porque necesitamos comprar el último modelo de tal cosa, y si no lo tenemos estamos insatisfechos.
Si en vez de preocuparnos por eso nos preocupáramos por la persona que tenemos al lado, que es nuestro hermano, eso nos proporcionaría una felicidad muchísimo mayor, mucho más profunda. Porque te realizas como persona.
Todos nosotros somos únicos e irrepetibles, y por tanto, no creo que sea bueno que queramos ser todos iguales. Pero sí que tengamos todos los mismos derechos y que se nos respeten. Pero no hace falta que todos seamos iguales, que nos dediquemos a lo mismo o incluso que tengamos el mismo nivel de bienestar ni la misma capacidad económica.
Lo que no tiene ninguna lógica es que se produzcan desigualdades que llevan a injusticias.
¿Crees que el mundo es más injusto ahora que antes del comienzo de la crisis?
Creo que eso es un gran tema que no nos tiene que preocupar. Es decir, si en el mundo hay injusticias, vamos a acabar con ellas. ¿A mí que más me da que ahora haya menos o más? Vamos a acabar con ellas.
Es indudable que tenemos impuesto por los países desarrollados un nivel económico pernicioso, pero que tiene muchos defensores que hablan mucho y quizá más alto que los que no defendemos este sistema.
Pero nosotros tenemos la responsabilidad de decir «no», de no cansarnos, de ser una gota en el océano o una mancha de aceite que se va extendiendo. Eso es lo que este año les estamos pidiendo a los españoles: que por favor piensen lo que son capaces de hacer. Porque solemos pensar que no podemos hacer nada contra los grandes problemas universales como el hambre en el mundo. Pero la manera es hacerlo poco a poco, uno a uno. Pensar qué puedo modificar yo de mi ámbito. ¿Puedo mirar de otra manera a los que me rodean? ¿Puedo compartir más, puedo consumir menos? ¿Puedo preocuparme más por saber de dónde viene lo que tengo?
Hay que mirar la realidad de otra manera. Y creemos que eso da muy buenos resultados.
¿Estamos últimamente todos muy enfadados? ¿Cómo podríamos cambiar el chip y dejar de echar la culpa al mundo?
Eso es una falta de responsabilidad. Estamos convirtiendo la sociedad en una sociedad muy individualista. No queremos asociarnos con el de al lado, ya no nos interesa. Se está perdiendo el tejido social de las sociedades de los países desarrollados. Y no cabe duda de que notros, uno a uno, no somos capaces de hacer nada: tenemos que hacerlo juntándonos con otro. Así podremos recuperar nuestra capacidad de influir en las grandes entidades políticas, económicas e internacionales, a través de movimientos ciudadanos.
Los políticos no son distintos de nosotros. Cualquiera puede tener un padre, una madre, un hijo o un tío político. Son como tú y como yo, sólo que ellos están ahí porque nosotros estamos aquí. Entonces, tenemos que tomarnos la molestia de buscar canales de participación para influir en los políticos. Y para elaborar lo que pienso, primero tengo que pensarlo. Y tengo que llegar a una conclusión.
Cuando desde Manos Unidas decimos cosas que son duras, estamos poniendo en evidencia situaciones tan duras que la gente no las quiere ver. Y en cuanto hablas un poco de ello, enseguida te cambian de tema, porque no quieren oír más. Eso les pasa mucho a los misioneros: la gente les pregunta qué tal en los países de África donde trabajan, pero cuando les empiezan a hablar de realidades tan duras, enseguida les preguntan qué tal su padre o su madre para cambiar de tema. La gente no quiere ver realidades duras, porque eso te interpela y te incita a tomar postura.
En Europa se están elevando las vallas, se están endureciendo las leyes migratorias, se están colocando cuchillas en las fronteras… Vosotros trabajáis en Marruecos y en muchos otros países africanos donde comienza el camino de los migrantes. ¿Cómo veis las diferentes trifulcas que está habiendo en torno a esta polémica, y las muertes que lamentablemente ya han sucedido?
A mí me resulta muy curioso comprobar qué inquietud suscita el hecho de que haya una serie de personas que quieren entrar a Europa a través de Ceuta y Melilla, que sintamos que se ahogan, pero que no seamos capaces de pensar en cuántas partes del mundo está sucediendo eso. Gente que quiere llegar a Sudáfrica desde Zimbabwe y Mozambique, que tiene que atravesar un río lleno de cocodrilos. Gente que quiere llegar a Israel desde el noreste de África (Etiopía, Sudán, Somalia….), que tiene que atravesar toda la península del Sinaí. No pensamos lo que le pasa a esta gente por el camino: secuestros, mujeres violadas, robo de órganos. No pensamos lo que sucede en las fronteras de Tailandia con el tráfico de niñas… Es decir, sólo vemos un problema puntual que tenemos nosotros en Ceuta y en Melilla. Para solucionar ese problema levantamos muros y ponemos cuchillas, y no nos damos cuenta de que las personas que llegan a la frontera ya estaban en peligro de muerte desde que nacieron.
¿Qué lleva a una persona a abandonar a su familia, a dejar su tierra y su vida para lanzarse a una «aventura» que tiene muy pocas probabilidades de acabar con éxito?
Es cierto que tienen pocas posibilidades de acabar con vida cuando emigran, pero es que si se quedan en su país tampoco tienen la vida garantizada. Porque no van a tener comida ni educación, van a ver cómo se mueren sus hijos por algún problema de salud… En mi opinión el mayor problema es que no seamos capaces de ver que la solución está en proporcionar desarrollo a todos esos países de donde vienen los inmigrantes.
Como soy vieja, recuerdo el dolor que nos producía a los españoles ver cómo trataban los norteamericanos a toda la inmigración que llegaba de México. Y resulta que ahora lo estamos haciendo nosotros. Al igual que nos dolía ver cómo trataban a nuestros emigrantes, a nuestros compatriotas españoles que llegaban a centroeuropa. Y de repente ahora estamos haciendo nosotros eso. ¡Hay que ver cómo hemos cambiado!
A mí me gustaría que la gente, cuando ve las terribles imágenes de las personas que se arriesgan a cortarse con as cuchillas que les ponemos, fuera capaz de profundizar un poco más en el porqué.
Nosotros en Senegal tuvimos un convenio con la AECID y conseguimos que la gente no se moviera de allí. Ni para emigrar ni para enrolarse en un grupo terrorista. Las autoridades de Senegal han reconocido los logros, y ahora vamos a ver si conseguimos extenderlos a más zonas. Porque yo creo que nosotros conocemos las herramientas, porque las hemos puesto en marcha y hemos comprobado que son eficaces.
¿Por qué no se trabaja más en ese sentido? ¿Por falta de réditos electorales?
Los que votamos somos tú y yo. No podemos olvidar que los responsables de nuestros políticos somos nosotros. Así que tenemos que pensar qué le estamos exigiendo al político al que votamos.
¿Deberíamos exigir, lo primero, que los fondos de la AECID no sigan menguando como ya ha sucedido?
Claro que se les puede exigir. Otra cosa es el caso que nos hagan… Somos unas cuantas ONGs las que lo estamos diciendo a voz en grito, pero la sociedad española está perfectamente de acuerdo en que esos fondos se recorten, porque estamos más pendientes de nuestro propio ombligo… Por eso tenemos que hacer una labor de difusión muy fuerte, y explicar que, cuando había unos fondos tan altos (cuando habíamos llegado casi al 0’7% del PIB), en realidad estábamos dando lo que nos sobraba. Pero eso no es ser generoso. Hay que ser generoso en lo mucho y en lo poco, y cuando tienes poco tienes que compartir lo poco que tienes. Y ser capaz de consumir menos.
Ahora nosotros estamos embarcados en otra gran campaña de Seguridad Alimentaria, y estamos tratando de concienciar a la gente sobra la cantidad de comida que se tira a la basura. Tiramos comida, tiramos agua, tiramos energía… Tenemos que ser conscientes de ello. Hay cantidad de gestos pequeñitos que puedes hacer en tu casa y que son muy importantes. Y que al final, uno a uno, van sumando. No tanto por la cantidad de energía que puedes ahorrar, sino por el sentimiento de que no debes tirar. Es mucho más el compromiso filosófico el que cambia tu estilo de vida que lo que estás ahorrando realmente.
Cuando tiras algo de comida que se te ha estropeado porque has comprado demasiado o no te has organizado bien, te debe dar por pensar en la gente que no tiene. Porque eso es lo que te mueve a pensar las cosas de otra manera, y a darte cuenta de que por culpa de detalles que tú tienes metidos muy dentro, ellos lo están pasando mal. Y que con pocas modificaciones en tu vida, que no te van a producir ningún tipo de malestar sino todo lo contrario, vas a poder ayudar una barbaridad.
¿Dónde podemos encontrar más información sobre Manos Unidas y sus campañas?
En nuestra página web www.manosunidas.org. En la sección de Educación para el Desarrollo hay muchísima información y materiales educativos que se pueden aprovechar en los colegios, cursos on-line… Hay muchas opciones para que la gente de informe.
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-Nosotros trabajamos en países que nacen, viven y mueren en crisis
-Se nota mucho cómo poco a poco las personas que vivimos en países desarrollados vamos abandonando nuestras posturas paternalistas hacia ciertos continentes
-Si la gente tiene educación, tiene criterio; y por tanto, sabe lo que necesita y es dueña de su destino
-Se puede acabar con el hambre en el mundo, pero el mundo no quiere que se acabe con el hambre
-Los países desarrollados tenemos impuesto un nivel económico pernicioso, que tiene muchos defensores que hablan mucho y quizá más alto que los que no defendemos este sistema.
-Se está perdiendo el tejido social de los países desarrollados
-La gente no quiere ver realidades duras, porque eso te interpela y te incita a tomar postura
-Las personas que llegan a la frontera ya estaban en peligro de muerte desde que nacieron
-Es cierto que tienen pocas posibilidades de acabar con vida cuando emigran, pero es que si se quedan en su país tampoco tienen la vida garantizada
-Dar lo que te sobra no es ser generoso