Gracias, Iñaki, por tu testimonio y tu servicio. Guardaremos con gozo y agradecimiento tu memoria
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Mario Iceta, obispo de Bilbao, ofició el funeral en memoria del fallecido Iñaki Azkuna en la catedral de Santiago junto con el deán de la catedral Luis Alberto Loyo como maestro de ceremonia y con medio centenar de concelebrantes. El obispos de Bilbao ha comenzado su homilía recordando un pasaje de la carta que el apóstol San Pablo escribió al obispo Timoteo para que «en estos momentos de dolor y sufrimiento por la muerte de Iñaki Azkuna», recordemos la memoria de Jesús. Y por tanto, los bilbaínos, vizcaínos y la sociedad deberían rememorar la obra que hizo el fallecido alcalde de Bilbao por la ciudad.
Asimismo, el obispo ha relatado la última conversación que mantuvo con Azkuna donde le decía que «Cristo salió a buscarme, me encontró y me llamó. Y desde entonces ni él me ha dejado a mí, ni yo a él», rememorando el amor que sentía por la fe cristiana.
Iceta ha destacado la «vocación de servicio al bien común» que Azkuna plasmó en su actividad en diversas administraciones públicas y los últimos años como alcalde de la capital vizcaína. En la homilía, el obispo ha resaltado «la paz, serenidad y esperanza» con las que Azkuna vivió «los últimos compases de su peregrinación en esta tierra».
Iceta ha recordado las palabras que le dijo el alcalde cuando hace unos días se despidió de él en el domicilio: «Señalando una fotografía de un hermoso Cristo crucificado que tenía ante su cama, me dijo: Él salió a buscarme, me encontró y me llamó. Y desde entonces, ni él me ha dejado a mí, ni yo a él’. El obispo ha subrayado el «amor» que el alcalde profesaba a la Virgen de Begoña, patrona de Bizkaia y ha reiterado su agradecimiento a Azkuna por su «testimonio» y su «servicio». «Guardaremos con gozo y agradecimiento tu memoria», ha añadido.
El funeral, concelebrado por medio centenar de sacerdotes, ha comenzado con la interpretación del Requiem de Puccini, interpretado por la Coral de Bilbao, una de las piezas musicales elegidas por el propio Azkuna para sus honras fúnebres. Junto al altar, ha sido colocada la medalla de San Andrés y la makila (bastón de mando) de Azkuna.
En el funeral también han estado los cuatro exlehendakaris, que han llegado a la catedral juntos, Patxi López compartiendo paraguas con José Antonio Ardanza, y a su lado, Carlos Garaikoetxea y Juan José Ibarretxe. Junto a ellos, numerosos dirigentes de todos los partidos, de instituciones, del poder judicial, empresarios, entidades sociales y económicas y miembros del mundo de la cultura, el arte y el deporte, así como representantes de las Fuerzas Armadas, la Ertzaintza y la Policía Nacional.
Además de en la catedral, el Ayuntamiento ha instalado dos pantallas gigantes en la Plaza Nueva, también en el Casco Viejo, donde se espera la presencia de unas 8.000 personas.
Homilía del obispo de Bilbao en el funeral de D. Iñaki Azkuna
Anai arreba maiteok. Queridos hermanos y hermanas. Jesukristoren heriotza eta biztueraren misterioa ospatzeko alkartu gara hemen, Iñaki gure anai, adiskide eta alkatea misterio horretan oso‐osoan murgildu dalakoaren itxaropenean. Lehenengo irakurgaiari jarraituz, gogoan hartzen dogu Jesukristo, hiletatik biztua. Bera da gure indar eta salbamendua, gure kanta eder batek esaten dauanez.
Hemos leído en la primera lectura un fragmento de la carta de San Pablo a Timoteo; carta que escribe cuando estaba prisionero en Roma y piensa que su muerte puede ser inminente. Ante el sufrimiento, el Apóstol pide al obispo Timoteo que haga memoria de Jesucristo. También nosotros, ante el dolor y la pena que nos produce la muerte de nuestro querido alcalde Iñaki Azkuna, somos invitados a traer ante nosotros la memoria de Jesús.
¿Y qué nos dice esta memoria? Nos habla del Hijo de Dios que ha asumido nuestra carne. Él ha querido hacerse solidario con nosotros en nuestras alegrías y sufrimientos, en nuestros gozos y angustias. En último término nos dice que incluso cuando nos sumergimos en la noche del dolor, podemos percibir una luz que no se extingue; que en la oscuridad brilla una esperanza que es Cristo. Con Él y en Él, la muerte no tiene la última palabra. Es la vida la palabra definitiva. La memoria de Jesús nos enseña también a ser entre nosotros hermanos, solidarios de modo particular en las dificultades y en las periferias existenciales. De ahí nace la vocación de servicio al bien común que Iñaki quiso plasmar en su servicio entregado durante largos años en diversas administraciones públicas y en los últimos años a los habitantes de Bilbao como nuestro alcalde.
La memoria de Jesucristo no es un ejercicio intelectualista. Es ante todo una experiencia que transforma el corazón y la vida, y que nos pone en camino. El día en que pude despedirme de Iñaki, él mismo me relató el inicio de esta memoria que ha modelado la profundidad de su ser. Señalando una fotografía de un hermoso Cristo crucificado que tenía ante su cama me dijo: “Ese salió a buscarme, me encontró y me llamó. Y desde entonces ni Él me ha dejado a mí, ni yo a Él”. Y es que el amor de Dios es así, nos llama a la existencia y constantemente sale a nuestro encuentro. Él nos ha creado para una vida apasionante y eterna, transida por su amor y ternura. Incluso cuando somos heridos, vivimos en soledades y angustias o nos atenaza el sufrimiento y la muerte, Jesús sale a nuestro encuentro como Buen Pastor que busca a la oveja herida, maltratada o perdida. Así hemos recitado en el salmo: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo… Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida” (Sal 22, 4a, 6a)
Kristau bizitzako haria eta gunea adierazten deuskue Iñakik esandako berbok: “Jesusek nire bila urten eban, aurkitu egin ninduan eta dei egin eustan”. Jesus gure bila dabil, gu aurkitu gurean, guri deitzen. Fedea gure erantzuna da. Gure ondoan dogu bera beti; ez gaitu bere eskutik ixten, guk ere bera alde batera itxi ez daigun.
Jesús salió a buscarme. Y una vez que me encontró, me llamó. Y yo me dejé encontrar y respondí a esa llamada. Esa respuesta nos convierte en discípulos de Jesús, en amigos de Jesús. Una amistad que parte de Él y que Él nos ofrece. Así hemos escuchado en el Evangelio de la resurrección de Lázaro: “Lázaro, nuestro amigo, está dormido, voy a despertarlo” (Jn 11,11). Lázaro significa el que es ayudado, socorrido por Dios. El cristiano es ayudado por Dios, principalmente cuando pone toda su confianza y su vida en Él. Y en el momento de la muerte necesitamos más que nunca ser Lázaros, ayudados por Dios. Lázaro, nuestro amigo; somos los amigos de Jesús: “Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos” (cfr. Jn 15, 15).
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Y no sólo amigos, sino, una vez resucitado nos dice por medio de las santas mujeres: “Andad a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10) Y la carta a los Hebreos profundiza esta realidad: “Él no se avergüenza de llamarnos hermanos” (Hb 2, 11). Esta fraternidad con Jesús genera una nueva relación entre nosotros. Nos hace hermanos. Es la comunión de los santos que supera el tiempo y el espacio y se ancla en la eternidad. Una fraternidad que supera y traspasa la muerte, que dura para siempre, que une el cielo con la tierra.
Ebanjelioak, heriotza, loa eta ametsaren arteko lotura agertu deusku. Izan ere, Jainkoaren ikuspegitik eta fededunontzat, hemendik betiko bizitzara arteko loaldiaren antzekoa da heriotza. Han beteko dira gure asmo eta amets guztiak.
Lázaro, nuestro amigo, está dormido. Aparece aquí un juego de palabras entre la muerte y el sueño. ¿Lázaro está muerto o está dormido? ¿Qué quiere decir Jesús? Lázaro está ciertamente muerto, pero ante Jesús, la muerte es transformada en sueño. La muerte es traspasada por el misterio Pascual de Cristo que la convierte en puerta a la vida definitiva, en humilde servidora de la Pascua. Es una muerte transida de esperanza, transformada por el poder de la resurrección del Señor. Por eso, Jesús añade, “voy a despertarlo”.
La victoria de Cristo nos levanta, nos despierta de la muerte. Pero también nos libera en esta vida del temor, del terror, del pánico a la muerte. De este modo, los dolores y angustias propios de la muerte corporal son sosegados y pacificados porque se abren a una entrega confiada en los brazos de Dios que nos ama y nos espera con ternura y misericordia. Y esto lo hemos experimentado en la paz, serenidad y esperanza con los que nuestro querido Iñaki ha vivido los últimos compases de su peregrinación en esta tierra. Con Cristo, la vida se concibe como un camino, con un principio y un fin que es Amor. El salmo 22 concluía diciendo: “Habitaré en la casa del Señor por años sin término” (Sal 22, 6b).
Eso es lo que pedimos hoy a Jesús en esta Eucaristía para nuestro amigo. Gracias, Iñaki, por tu testimonio y tu servicio. Guardaremos con gozo y agradecimiento tu memoria. Acudimos a María. Ella es Madre nuestra. Los hijos e hijas de Bizkaia la invocamos como Madre de Dios de Begoña. Bien conocemos el amor que Iñaki le profesaba y cómo acudía constantemente a Ella.
Era askotara agertzen deutsu gure herriak bere maitasuna. Amaitzeko, kanta eder baten letra gogoratu nahi dot, guztion otoitza eta gorespen kantua izan dadin gaur: Agur, Jainkoaren Ama maite ederra, zeruko atea, itsasoko izarra. AMEN.