En la Iglesia se vienen haciendo y diciendo muchas cosas que están literalmente en contra del Evangelio
(José María Castillo).-El nuevo estilo de presencia y gobierno del actual obispo de Roma, Francisco, ha suscitado, como es bien sabido, esperanza en no pocos cristianos. De la misma manera que son también bastantes los creyentes que se sienten inquietos, preocupados e incluso irritados.
Porque piensan que Francisco le está haciendo daño a la Iglesia. Y le hará más daño, si el nuevo camino que ha emprendido el papado no se detiene y se orienta de acuerdo con lo que, durante tantos siglos, hicieron y dijeron los papas en la santa madre Iglesia. Así las cosas, ¿qué tendríamos que hacer los cristianos – concretamente los católicos – estando la Iglesia como está?
Lo primero que tendríamos que hacer: darnos cuenta de que la Iglesia necesita urgentemente una reforma muy profunda. La Iglesia no puede seguir como está. Desde hace siglos, la Iglesia lleva un camino equivocado. ¿Por qué? Porque en la Iglesia se vienen haciendo y diciendo muchas cosas que están literalmente en contra del Evangelio. Cosas, por tanto, que son contrarias a lo que hizo y dijo Jesús, el Hijo de Dios. Nadie tiene – ni puede tener – potestad en la Iglesia para anular lo que dice el Evangelio. Y, por tanto, nadie tiene potestad, ni siquiera un papa o un concilio, para actuar en contra de lo que dejó dispuesto Jesús.
Mientras en la Iglesia no se tenga esto muy claro, de forma que nadie tenga miedo a decirlo (y a portarse en consecuencia), esta Iglesia no tiene arreglo, por más ejemplar que sea la vida del papa o por más molestos que se sientan los clérigos, desde los curas hasta los más eminentes cardenales. Además – y como es lógico – mientras a este estado de cosas no se le ponga remedio, ¿de qué va a servir nombrar comisiones, quitar o poner oficinas, dicasterios, cargos, publicar documentos, permitir que los curas se casen o que las mujeres digan misa, publicar las cuentas del IOR, castigar a los curas pederastas, etc, etc? Todo eso – y tantas otras cosas – será todo lo importante que queramos. Pero nada de eso resuelve el problema de fondo.
Vamos a ver, ¿dónde está ese problema de fondo? La cosa está clara. O los evangelios son una sarta de tonterías y de mentiras o la Iglesia vive, habla y actúa en contra del Evangelio. No le tengamos miedo a pensarlo y decirlo así. O digamos, sin miedo, que ni creemos en el Evangelio de Jesús. Ni eso nos importa un bledo.
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