Abuelo y nieta se atraen mutuamente como los polos de un imán
Hace cien años, apenas existían abuelos; si acaso, algunos venturosos padres, pocos, llegaban a conocer y amar, incluso, a nietos adolescentes. Las madres, más afortunadas por su longevidad, instruían y acompañaban, sobre todo, a sus hijas en las labores del embarazo, parto, lactancia, etc.
Hoy un jubilado, una jubilada, llegan a conocer a sus nietos, y probablemente también a sus biznietos, y disfrutar de ellos. Y podrían optar, si viven cerca, por invitarlos a su casa los fines de semana, por ejemplo; y, si la economía de los hijos necesita algo más, como está ocurriendo ahora con la crisis, acercarse a recoger los niños al colegio, darles de comer, sacarlos a pasear, ayudarlos en los estudios…
Si fuese necesario, incluso, suelen echar los abuelos de hoy una mano, o las dos, en lo económico, a pesar de que sus ingresos como pensionistas son más bien escasos. Pero lo hacen con gusto, porque la implicación emocional de abuelos y abuelas con su familia, acostumbra ser, en España y Latinoamérica, razonablemente comprometida y satisfactoria.
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