¿Qué cosa hace falta? Que el estupor de la resurrección de Cristo transforme nuestras vidas. Que la obra de Dios, en la resurrección de su Hijo, se convierta en la felicidad de nuestras existencias
(Guillermo Gazanini).- Estupor. No hay palabra más propia para definir este impacto tremendo; el colgado en la cruz, el ajusticiado por nuestros delitos, el que fue llevado como cordero al matadero, triturado y deformado, sepultado en las entrañas de la tierra, está vivo.
De ese momento en la mañana de la resurrección, como reza la secuencia, fueron testigos sepulcro y sudario. Sus amigos lo vieron, se presentó a los discípulos y dándoles instrucciones, les deja la paz. Lo reconocen al partir el pan, el recuerdo de la cena pascual, ese banquete de liberación ya no es el mismo porque vence las barreras del tiempo, no será la pascua a celebrar cada año en la primera luna de primavera, es hacerlo «en memoria» de Aquél, el resucitado de entre los muertos porque su cuerpo venció las dimensiones en las que estamos atrapados, de nuestro andar y vivir; es glorioso, anticipando nuestro futuro desde la fe y la esperanza.
Estupor porque las tinieblas han sido vencidas. Porque la Iglesia meditó la historia de la salvación, porque Cristo, Luz del Mundo es Camino, Verdad y Vida. Es una verdad que partió la historia humana, anunciamos su muerte y proclamamos su resurrección revelándonos la vida eterna y libre de la estrechez y el dolor. Todo llegó a ser distinto, con verdadera y decisiva profundidad. La resurrección es el anuncio de la incandescencia de la vida venciendo la esterilidad del pecado y la muerte eterna.
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