Imaginó, quizás, que era el Señor del Cielo y de la Tierra quien le acunaba y le besaba a él, a sus muchos años de edad, abriéndole las puertas y la felicidad del Paraíso
(Nicolás de la Carrera).- El cuadro que nos acompaña, de un anciano sosteniendo en sus brazos la ternura de un bebé, tiene nada menos que la firma de Rembrandt: se trata del retrato de Simeón, piadoso judío que esperaba la inminente llegada del Mesías prometido por Dios, del Ungido del Señor que iluminaría al pueblo en tinieblas… Cumpliendo el Altísimo su palabra, cerca de su corazón sentiría el anciano los latidos del Corazón de Dios hecho niño pequeño en sus brazos. Ya podía el anciano morir en paz, con alegría y esperanza. Imaginó, quizás, que era el Señor del Cielo y de la Tierra quien le acunaba y le besaba a él, a sus muchos años de edad, abriéndole las puertas y la felicidad del Paraíso.
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