“Los tres venenos de la mente son la avaricia, el odio y el engaño”
(José M. Vidal).- El poeta, escritor y empresario argentino, Alejandro Guillermo Roemmers está convencido de que lo esencial se ve con el corazón. Así lo sostuvo, primero en la rueda de prensa que mantuvo con los medios en la Universidad Pontificia de Salamanca, antes de pronunciar, por la tarde, la conferencia «El nacimiento de una nueva consciencia universal: éxito, felicidad y espiritualidad».
El poeta vino a Salamanca a presentar su libro de poemas ‘La mirada impar’ (Religion Digital), «que es la mirada del corazón y no la de los dos ojos, que ven la superficie y la utilidad de las cosas». En su encuentro con la prensa, adelantó que «además de la literatura, está muy interesado en cómo vivir una vida en paz, independientemente de las circunstancias y de los cambios».
Y es que, a su juicio, «hay que prestar atención al momento presente; nos perdemos el único momento en que estamos vivos que es éste«. «Hay que fijarse en la esencia» y huir «de la conciencia dura», porque «lo que enferma a la sociedad actual es que tiene pasión por su propio ego». Y, para demostrarlo, puso el ejemplo de Internet, donde todo funciona a través del «me gusta o no me gusta».
A juicio de Roemmers, «estamos permanentemente en transformación y renovación», porque «tomamos y damos al mundo y a los demás» en continua interacción con la naturaleza y el Universo. Sólo necesitamos ser conscientes de «la necesidad de una percepción distinta de la realidad», porque lo que se está perdiendo es «la introspección, el abismamiento o el silencio interior».
Y sin silencio interior, somos, a su juicio, como un pintor que quiere pintar sin disponer de una tela en blanco. Sin eso, «la gente se ve arrastrada permanentemente hacia afuera y, por lo tanto, se descentra». Y, «para conectar con nuestro centro, hay que hacer silencio interior». De lo contrario, vamos por la vida «como marionetas».
Roemmers, autor del primer poema dedicado al Papa, asegura que cuando estuvo con él, en el Vaticano, lo sintió como alguien «atento, vivo, absolutamente presente y pendiente de la persona que tiene delante, como si fuese lo más importante del mundo y como si, en ese momento, no tuviese otros problemas ni otras ocupaciones». Y eso que estuvo con Francisco más de una hora, durante la cual no sólo le entregó su poema, sino que se lo leyó de viva voz. «Al leerle el poema, sentí que lo escuchaba con atención y, cuando terminé, se levantó y me abrazó, emocionado».
El poeta, siempre en búsqueda, asegura que «la auténtica espiritualidad se alcanza a través de «la revelación o del sufrimiento bien vivido, que suele comenzar con el dolor». Así nació, al menos, él mismo a la vida espiritual, que le lleva a «mirar con el corazón».
Porque, para él, «la felicidad es, ante todo, una decisión». Primero, hay que decidir ser feliz y, después, ejercitarse, como si se tratase de un gimnasio. «Hay que entrenar un poco todos los días para ser feliz». Aunque la manera de hacerlo depende de cada cual: A través de la meditación, del silencio o del simple caminar en recogimiento. Porque, la búsqueda espiritual no tiene tanto que ver con el ascetismo ni con ambiar las cosas que uno hace, sino «con el cambio en la forma de hacer las cosas».
Y, por eso aconsejó a los jóvenes abandonar «la vida que llevan de piloto automático, para pararse a reflexionar y a venerar su vida y la de los otros seres humanos». Hasta llegar a entender que la felicidad no viene de fuera, sino de «dar lo máximo, no pedir nada, transformar lo malo en bueno y descubrir la sabiduría vivencial».
Esa sabiduría que consiste en paladear la vida y cada uno de sus momentos. «A la gente se le va la vida sin darse apenas cuenta de que la está viviendo», dijo Roemmers. Y añadió que, a su juicio, hay que evitar la cultura de la escasez, para asumir la de la abundancia. «No se trata de que, para que yo tenga más el otro tenga que tener menos y que cuanto más te quite a ti más tendré yo, sino de vivir la dinámica de la multiplicación de los panes y los peces, es decir el milagro del compartir».
Además, para conseguir la felicidad, hay que evitar, según Roemmers, los «tres venenos de la mente» que son la avaricia, el odio y el engaño. Y propuso incluso los antídotos contra estos tres venenos. «Contra avaricia, respeto absoluto, es decir amor. Contra el odio, empatía. Y contra el engaño, la integridad o autenticidad».
Por eso, a veces, «es más importante quién dice o cómo dice una cosa que lo que dice». Y volvió a referirse como ejemplo al Papa Francisco, que no sólo llega a la gente por lo que dice, sino, sobre todo, por cómo lo dice y porque «hace carne con lo que dice». Predica con el ejemplo y con su propia vida.
Ésas son las recetas que él mismo trata de vivir en su vida. Y con ellas es capaz de unir facetas tan diversas, y aparentemente contrapuestas, como las de director de una gran empresa farmacéutica, escritor, poeta y buscador espiritual. «Trato siempre de ser yo mismo en todo y en todas partes y de unificarlo todo».
José Luis Guzón, presidente del Instituto Iberoamericano y presidente del Instituto de la Familia de la UPSA, aprovechó la presentación del conferenciante argentino, para subrayar la vocación «americanista» de la Pontificia y su «clara voluntad» de seguir potenciándola.