Los archivos de su vida guardarán lo santo de la Legión y los asuntos más oscuros que convienen quemar en el olvido del tiempo. O quizá, como otros prelados, obispos y favoritos de Maciel, fue engañado por el carisma del líder
(Guillermo Gazanini).- Leí el mensaje del padre Álvaro Corcuera dirigido a los miembros del movimiento Regnum Christi este fin de semana. En pocas líneas refleja la esperanza de un hombre ante la muerte y una lucha perdida. Nada que hacer, sólo cuidados paliativos para aminorar el dolor, mejorar su calidad de vida y vislumbrar el fatal desenlace.
Álvaro Corcuera fue cercano colaborador de Marcial Maciel, su sucesor y director en un movimiento al borde del caos. ¿Hasta qué grado? Una cosa es clara, el sucesor debería ver por la preservación de los Legionarios de Cristo y sus movimientos apostólicos y, quizá, por la futura beatificación de un fundador; pero el asunto tuvo otras causales conocidas por todos. El grado heroico de Corcuera fue conducir una nave prácticamente hundida en el fondo del escándalo y del desprestigio; salir adelante y salvar lo salvable de un movimiento con miles de miembros alrededor del mundo.
Al interior de la Legión, Corcuera tuvo amigos y enemigos y éstos pusieron fin a la labor encomendada por el fundador; fue para bien, en medio de las investigaciones y de la intervención de los visitadores de la Santa Sede, así confirmado por el cardenal Velasio de Paolis al decir que Corcuera llevó su tarea en medio de «un clima de sufrimiento y de incomprensión».
Los archivos de su vida guardarán lo santo de la Legión y los asuntos más oscuros que convienen quemar en el olvido del tiempo. O quizá, como otros prelados, obispos y favoritos de Maciel, fue engañado por el carisma del líder a quien había reconocido como un auténtico padre y santo, elegido de Dios para una gran misión. El mérito fue haber soportado la tremenda crisis la cual no parece ceder aún, cuando encaró los problemas originados por la cloaca abierta, obedeció y soportó la intervención de la Santa Sede y pidió perdón a las víctimas, respondiendo a las presiones externas sobre la Legión.
En contraste, la vida de Álvaro Corcuera estará bajo la sombra de Marcial Maciel; morirá con el estigma por haber sido hijo privilegiado del fundador, acompañarlo en su lecho de muerte y cantar un panegírico funerario casi glorioso sobre las virtudes del padre cuando eran conocidos sus pecados y delitos.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: