Francisco Papa entra a Tierra Santa por el lugar donde se el cielo se abrió, para que fuera restaurada la comunicación de vida entre Dios y los hombres; para la comunión en el amor vivo y en la paz, don de Dios
(Guillermo Ortiz, sj).- El rio Jordán zanja el árido desierto y cambia el ambiente silencioso, caliente y seco, con un poco de fresco, algo de verde y el murmullo del agua, por eso el lugar se llama «Wadi AlKarrar», que quiere decir valle melodioso.
Es aquí donde el Evangelio refiere -con Juan Bautista como testigo- que «se abrió el cielo» (Mt.3,16). Sí, se abrió el cielo todavía más, porque el cielo es sumamente claro, limpio. Pero algo pasó completamente distinto, como para decir que «se abrió» y en ese momento descendió el Espíritu de Dios sobre Jesús de Nazaret, Dios Padre lo reconoció como su Hijo querido y pidió que lo escucháramos.
Y desde aquel día el cielo continúa abierto para siempre en la herida del corazón de Jesús resucitado que derrama en los sacramentos el Espíritu de Dios.
Francisco Papa entra a Tierra Santa por el lugar donde se el cielo se abrió, para que fuera restaurada la comunicación de vida entre Dios y los hombres; para la comunión en el amor vivo y en la paz, don de Dios. Pero el lugar físico es esta región de Betania, del otro lado del Jordán, que fue el centro de la actividad de Juan Bautista y también escenario de la vida pública de Jesús.
La localidad se encuentra hoy a 350 metros bajo el nivel del Mediterráneo, a pocos kilómetros donde el río se alarga y desemboca en el Mar Muerto, el «Mar de sal» del Antiguo Testamento, el «Mar de Lot».
Cuando Jesús entró en el agua del Jordán bendijo toda el agua del mundo que siempre se toca en alguna parte. Francisco, obispo de Roma, repite el gesto de bendición en nombre de Jesús.
Comentar desde Facebook