Fue el Papa quien me vio, y quien me llamó. Se acercó y yo corrí a besarle la mano. Pero él besó la mía, y me dio las gracias
(Jesús Bastante).- Ocurrió el pasado sábado, tras la visita al Jordán, durante el encuentro de Francisco con los refugiados y discapacitados. Apenas 500 personas, entre ellos el padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz, que trabaja con estos expatriados, dejados de la mano de los hombres. Entre la multitud, Bergoglio reconoció al sacerdote, y se acercó a él. «Gacias por lo que haces: tenemos que seguir adelante«.
«Fue el Papa quien me vio, y quien me llamó. Se acercó y yo corrí a besarle la mano. Pero él besó la mía, y me dio las gracias«, apunta el sacerdote, todavía emocionado. «A pesar de mi edad, y de que he vivido ya muchas cosas, se me pusieron los pelos de punta».
«Éramos solo 500 personas -narra el padre-, pero allí los discursos no los daban los grandes políticos, sino los discapacitados: un niño con parálisis, una mujer en silla de ruedas». Para el presidente de Mensajeros de la Paz, que trabajó codo con codo con Bergoglio durante la etapa de éste en Buenos Aires -especialmente, y este cronista es testigo, en los difíciles años de la hambruna en Tucumán-, «estamos viviendo una auténtica revolución. Está naciendo una Iglesia nueva, con un Papa que no se codea con los poderosos, sino con aquellos a los que quiere servir, con los pobres».
«Adelante, ánimo, gracias. Rece por mí, padre«, fueron las breves palabras que le dirigió el Pontífice, antes de volver a la senda y continuar el camino hasta la celebración.
«Quedé tocado, para qué te voy a engañar», añade el padre Ángel, quien destaca que este viaje a Tierra Santa «ha sido revolucionario, pero por su normalidad. Porque Francisco ha vuelto a decir cosas sensatas, normales, sobre el celibato, la Iglesia, los pobres, la paz…»
«Pero dicho por él, parece salido de la boca de un profeta». «Hay que seguir rezando para que no s dure un poco más, y puedan cambiar las cosas«, continúa el fundador de Mensajeros, que destaca cómo «en apenas dos palabras, Francisco es capaz de hacer mucho más para la paz que toda la Asamblea de Naciones Unidas. Es capaz de reunir a Abbas y Peres en el Vaticano».
«También ha reivindicado la figura de Pablo VI, el gran olvidado, que 50 años antes había hecho el mismo gesto con Atenágoras», concluye el sacerdote. «Vuelvo ‘tocado’, pero con ganas de seguir y de saber que la toalla no la vamos a tirar«.