¿Por qué la Generalitat no tiene una prioridad clara a favor de las personas, gastándose nuestro dinero en Fórmulas 1, aeropuertos sin aviones y en Másters de Golf?
(Josep M. Bausset)- El «mocadoret» es, en la lengua del País Valenciano, el diminutivo de pañuelo, y hace referencia a uno de los milagros más conocidos de San Vicent Ferrer. Y es que el día 24 de junio se cumplen 601 años del milagro del «mocadoret», cuando San Vicent Ferrer, el 24 de junio de 1413, mostró a la gente que le escuchaba, la urgencia por ayudar a una familia que vivía en la pobreza.
Según cuenta la tradición, aquel 24 de junio de ahora hace casi 601 años, cuando San Vicent se encontraba predicando en la plaza del Mercado de València, delante de la Lonja, su santidad de vida le hizo ver que una familia del barrio vivía en la indigencia. San Vicent explicó a su auditorio la necesidad de aquellas personas que estaban en la indigencia, y para que el pueblo pudiera ayudarlas, tiró su pañuelo al aire, que fue volando hasta la casa número 5 de la calle de la Tapineria, con la gente detrás.
Cuando el «mocadoret» entró por la ventana donde vivía aquella familia pobre, se produjo el auténtico milagro: la solidaridad y la generosidad de los que habían seguido el pañuelo lanzado al aire por el santo, se materializó en la ayuda a la familia que pasaba dificultades.
El milagro del «Mocadoret» se continúa repitiendo más de seis siglos después. Ahora ya no es San Vicent el que lanza el «mocadoret» al aire para auxiliar a la gente que pasa hambre, sino que son los voluntarios de Càritas, de la Casa de Caridad, de Cruz Roja, de los Bancos de Alimentos, de las asociaciones de Vecinos, de las parroquias y miles de personas anónimas, las que continúan ayudando a los que tienen problemas de subsistencia.
En pleno siglo XXI, es una vergüenza que todavía haya gente que pase hambre. Aún hoy en día, seis siglos después del milagro del «mocadoret», hay una necesidad urgente por atender a personas mayores, ancianas que viven solas, discapacitados, enfermos dependientes, o niños de familias con riesgo de exclusión social. Y mientras, el Gobierno Valenciano continúa sin ayudar como se merecen a aquellos que sufren, negando incluso la ayuda a la dependencia a niños enfermos.
El último escándalo se supo el pasado mes de mayo, cuando la Consejería de Sanidad de la Generalitat Valenciana retiró la ayuda de 337 euros a un niño trasplantado de hígado, que no puede hablar ni comer solo, «porque ya está mejor», según los barómetros de la Consejería. Fue el Tribunal Superior de Justicia Valenciano, el que obligó a la Consejería a conceder la ayuda, ya que según el TSJV, ese niño, «no solo no ha mejorado sino que ha empeorado».
El milagro del «mocadoret» es tan actual hoy, como hace 601 años. Y por eso hace falta también que la solidaridad haga visible una solicitud por todos los que sufren. Porque el milagro no fue que el pañuelo fuera volando hasta la casa de aquella familia. El auténtico milagro fue la solidaridad que nació, para socorrer a los que tenían hambre.
Cuando la Administración, desgraciadamente, no hace bien su trabajo, son los voluntarios de las parroquias o de diversas ONG, los que salen al encuentro de los que viven en la pobreza, o incluso, en la miseria. ¿Por qué la Generalitat no hace lo posible y lo imposible para erradicar la pobreza que flagela nuestra sociedad? ¿Por qué la Generalitat no tiene una prioridad clara a favor de las personas, gastándose nuestro dinero en Fórmulas 1, aeropuertos sin aviones y en Másters de Golf? ¡Cuantos ciudadanos anónimos, con mucho menos recursos que la Generalitat, hacen realidad la ayuda solidaria a los que más sufren! ¡¡Cuantos ciudadanos anónimos saben compartir lo que tienen y hacen posible, un día y otro, tantos y tantos milagros del «mocadoret»!!
Por eso el milagro del «mocadoret» continúa presente hoy en nuestros pueblos. Cáritas, Cruz Roja, Manos Unidas, parroquias y tantas personas anónimas de buen corazón, continúan haciendo milagros a favor de aquellos que han sido víctimas de la codicia de los bancos y de las injusticias de los poderosos, insensibles al dolor de nuestro mundo.