De afuera, uno puede pensar que el papa piensa reconstruir la Iglesia de Cristo con los mismos que mantuvieron a la Iglesia como fue y es ahora. Hacer con lo viejo algo de nuevo
(Óscar Fortín)- De su Argentina natal, el papa Francisco, hace un poco más de un año, se encontró de la noche a la mañana a la cabeza de un Estado, el Estado del Vaticano, y a la cabeza de una Iglesia, siempre prisionera de una institución eclesial aún profundamente marcada por sus pertenencias imperiales y sus doctrinas.
Los escándalos de todo tipo atravesaban la barrera del secreto para llegar a través de las grandes redes de comunicación a todo el mundo. Los delitos financieros y sexuales, entre otros, escandalizaban a una opinión pública, siempre más sorprendida de ver que tales crímenes pudieran existir en una institución que se presenta como caución moral de la humanidad.
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