Francisco tiene claro (y con él los responsables del Sínodo) que "vox populi, vox Dei". Y que nadie puede hacer callar a Dios, cuando habla a través de su pueblo
(J. M. Vidal).- El clamor del pueblo de Dios ha llegado al Vaticano. Filtrado y recogido a través de las aportaciones de casi todas las conferencias episcopales del mundo y demás organismos e instituciones.
El pueblo aprovechó la ocasión que le brindó un Papa (el Papa Francisco), para dejar oír su voz en Roma. Y allí llegó clara y transparente. Y, por una vez, no se trató de cocinar ni de ocultar ni de manipular. Francisco tiene claro (y con él los responsables del Sínodo) que «vox populi, vox Dei». Y que nadie puede hacer callar a Dios, cuando habla a través de su pueblo.
Se le consultó al pueblo sobre un asunto de su experiencia y de su vivencia diaria: la familia. Si alguien vive la familia son las familias creyentes. Si alguien tiene experiencia vital de lo que en ellas se cuece y se vive, se sufre y se goza, son las familias creyentes.
Familias que aprovecharon la ocasión para contestar lo que llevan años sufriendo en silencio. Entre otras muchas cosas, que habrá tiempo de ir analizando con detalle, lo que más me llamó la atención de las contestaciones (recogidas en el instrumentum laboris) es que los fieles católicos están hartos de que una jerarquía celibataria les imponga una moral sexual que se da de patadas con su experiencia vital. Claman contra una intromisión no deseada.
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