Francisco nos está remitiendo a la vida de Jesús, a hacer el Evangelio en la Iglesia; y su discurso no es solamente un discurso racional o lógico, sino que es un discurso simbólico
(Jesús Bastante).- José Francisco Navarro es jesuita, artista y profesor de literatura. En su obra pictórica refleja su preocupación por el cambio climático y por el futuro del planeta, por lo que incluye tanto «paisajes paradisíacos como paisajes que van a sucumbir por la depredación». «O construimos una nueva manera de vivir, o simplemente nos queda la autodestrucción«, advierte el peruano.
Lamenta que «la Iglesia se ha convertido en una institución más bien estacionada en el aparato lógico o doctrinal, en el depósito de la fe», pero celebra el giro que está ocasionando el Papa Francisco. «Francisco está dando en el clavo», resume, mostrando su admiración.
Por último, este amante de José María Arguedas, Juan Rulfo y Joao Guimaraes Rosa, lleva a la práctica la integración entre la pintura y la literatura, y defiende que a través del arte «podemos retomar nuestras huellas más auténticas, nuestros rasgos más concretos».
¿Qué es el arte para un pintor y escritor para el que la fe forma parte indivisible de su vida?
El arte para mí es vida en abundancia. Básicamente es la vida que se vincula a la realidad inmediata de todos y cada uno; y vida también en el sentid trascendente. No hay duda de que lo que un artista busca, de una u otra manera, es transmitir y construir vida, y expresarla a través de la música, de la pintura, de la escultura… La vida que bulle en el pueblo y en los deseos de la gente.
¿Qué vocación viene antes: la de artista o la de jesuita?
En mi caso, primero estudié Bellas Artes. Yo estaba convencido de que lo mío era ser pintor. Mi pasión primera fue la pintura, pero junto a la música y la poesía, la pintura fue lo que me llevó a los ejercicios espirituales, y decididamente a la Compañía de Jesús.
¿Siempre fue la Compañía el objeto de tu vocación?
En el momento en que se definió mi vocación, hacia los 20 años, sí. Antes no. Porque yo pertenezco a una generación que tomaba distancia de lo religioso. A través del arte entré yo a lo religioso.
Eres peruano y actualmente vives en Lima, pero has conocido buena parte de Latinoamérica. ¿Cómo la definirías religiosamente hablando?
Es difícil, porque hay diferencias. Me conmueve la fe de Brasil, vinculada a las búsquedas de las raíces de la espiritualidad afrobrasileña. Particularmente me siento muy identificado con Minas Gerais, porque ahí se cultiva, hasta ahora, una espiritualidad laica en relación con la naturaleza. Una espiritualidad tradicional y extraordinaria, que se remonta al siglo XVIII.
¿Puede ser la búsqueda de la belleza un camino hacia la espiritualidad? Tienes un proyecto que apunta precisamente por ahí: ¿Qué tiene que ver el arte, o tu arte, con un camino espiritual?
«Por el camino de la belleza» es un proyecto con el que intento diseñar un espacio de encuentro entre el arte y la espiritualidad. De alguna manera es mi camino, porque fue lo primero que se me pasó por la cabeza y el corazón cuando terminé la secundaria: vivir el arte junto a la pintura, la literatura, la música, la poesía. Pero precisamente fue a través de expresar y desarrollar los sentimientos, la imaginación, la fantasía… que yo me dispuse mejor para encontrar lo trascendente. Para encontrar a Dios. Ahí comienzan los ejercicios espirituales, y ahí comienza mi búsqueda más vocacional hacia el sacerdocio y el ministerio de la Iglesia. Ése fue el camino, porque en definitiva, el arte y las humanidades predisponen al acceso a la belleza, que está disponible para todos. Y éste es un camino ligado a encontrar la trascendencia, junto a la verdad y el bien. La belleza nos anuncia el horizonte al que debemos llegar. Un horizonte de integración. Creo que lo que nos ha faltado es integrar más la belleza en las diferentes dimensiones. Especialmente en los últimos años.
¿Nos ha faltado también el concepto de integración?
Así es. Ése fue el camino que hizo Jesús: la encarnación en una humanidad concreta, en una historia definida.
Él usaba parábolas para que entendamos el Reino, y no hay cosa más bella y más literaria que las parábolas. En definitiva, belleza y Reino de Dios se vinculan.
¿El Evangelio es una obra de arte? ¿El Papa lo está reivindicando como tal, al potenciar su alegría? ¿Cómo estás viviendo este pontificado como jesuita y como artista?
Estoy fascinado, porque creo que Francisco está tocando temas profundamente evangélicos. Francisco nos está remitiendo a la vida de Jesús, a hacer el Evangelio en la Iglesia; y su discurso no es solamente un discurso racional o lógico, sino que es un discurso simbólico. De lenguaje, de gestos, de lenguaje corporal… Para mí es una clara visión de por dónde va el Espíritu. Es decir: primero la acción, y luego la tematización de esa acción. Creo que en ese sentido está dando en el clavo.
De hecho, en los gestos de Francisco podemos ver la integración de la que hablábamos antes. Porque, como buen lector de Borges, amante de la ópera, de la música y de Caravaggio que es, este Papa transmite su mensaje no sólo con su predicación, sino también con su vida cotidiana. Y lo que transmite es pasión por la belleza y por la verdad.
Esto lo menciona continuamente, lo dejó marcado desde lo primeros días de su pontificado.
Durante muchos años hemos interpuesto una barrera entre el arte y la fe, entre la búsqueda de la belleza y una religiosidad tal vez demasiado estricta; mientras que durante siglos el arte ha sido el mayor vehículo de evangelización. ¿Ha arrinconado la Iglesia todo el arte que no tuviera el sello de lo ortodoxo, lo «eclesialmente correcto»?
Lo que pienso es que la Iglesia ha dejado de ser una institución que promovía no sólo el arte, sino a los grandes artistas. Y ha pasado a ser una institución más bien estacionada en el aparato lógico o doctrinal. En la verdad, en el depósito de la fe. Y creo que tenemos una tradición igualmente válida de expresión de la fe y de a espiritualidad. Por eso no me llama la atención cuando, en las clases de arte y espiritualidad que dicto en la parroquia o en la universidad, veo cómo los jóvenes y las personas de toda edad se sienten implicados, fascinados y cuestionados por la belleza. Cada uno va sacando sus propias conclusiones para una búsqueda más honda de los trascendente, de Dios y de Cristo.
Y lo que percibo ahora es que, afortunadamente, hay una vuelta hacia esa visión, hacia ese camino de la belleza. Estoy viendo más artículos. La gente escribe más sobre el tema. Hay interés, diferentes públicos, diferentes edades. Por ejemplo, aquí en España me he quedado maravillado con Toledo, que está totalmente tomada por el Greco. Y se nota en el ambiente la devoción, la pasión de todo el mundo que va a visitarlo por el Greco. Así que creo que a través del arte vamos a retomar nuestras huellas más auténticas, nuestros rasgos más concretos. A través de la belleza del Evangelio, del Reino de Dios.
¿Cómo es tu pintura?
Hago de todo un poco. Por un lado me gusta lo figurativo, por otro lado los paisajes. Los paisajes que trabajo son de Perú, México y Brasil. Busco paisajes que tengan vinculación con la novedad del momento que vivimos. No sabemos a dónde vamos con el tema del cambio global y del cambio climático. Entonces, o entramos en una situación de construcción de una nueva manera de vivir, o simplemente nos queda la autodestrucción.
La clave que yo intento descubrir es cómo se deterioran los paisajes, no solamente naturales, sino también los paisajes urbanos, humanos. La clave para mí es el Apocalipsis capítulo 21.
Es el título de tu muestra itinerante: «Apocalipsis 21: Paisajes literarios de resistencia y esperanza»
En efecto. Mi experiencia de contemplación de paisajes me ha llevado a concluir que los paisajes nos ayudan a vincularnos a una realidad trascendente: la naturaleza. Que está gritando algo en este momento, y tenemos que atenderla. Es una forma de vincularnos con el cosmos.
Nosotros, los habitantes urbanitas que nos hemos recluido en nuestras selvas de cemento, nos hemos perdido esa vinculación con el cosmos, con la tierra y con los demás. Ésa es la perspectiva.
El capítulo 21 del Apocalipsis nos invita a ver un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia. Pero esto es algo que puede presentarse, o puede frustrarse. Por eso yo presento las dos situaciones: paisajes paradisíacos y paisajes que van a sucumbir por la depredación. Y además los vinculo a autores, en ese afán de integración de mi faceta de pintor con mi faceta de profesor de literatura.
Me centro en tres autores que para mí son primordiales: José María Arguedas, de Perú; Juan Rulfo en México y Joao Guimaraes Rosa en Brasil. Los tres son almas afines, y los tres me han ayudado a elaborar paisajes muy distintos.
Los tres tienen en común, en primer lugar, que no son hombres de las metrópolis, sino gente de la periferia, de los márgenes. Juan Rulfo del sur de Jalisco, Arguedas del sur de Perú, Guimaraes Rosa de Minas Gerais… Son escritores periféricos que van elaborando una manera de ver y de construir sus respectivos países, en medio del cambio que significó la revolución mexicana, la transformación en el Perú, el progreso del Brasil… Ellos dan cuenta de sus viajes (en el caso de Arguedas, por los Andes peruanos, en el de Rulfo por los pueblos retirados de Jalisco, y en el de Guimaraes Rosa por el sertón de Minas Gerais), que son por ambientes y paisajes periféricos, como diría Francisco. Periferia territorial y también existencial. Por tanto, son autores que nos están exhortando continuamente a que redescubramos nuestras raíces en integración con la naturaleza y con el cosmos, como una manera de establecer y de hacer una sociedad diferente.
Junto a estos autores, mi trabajo se inspira también en otros como la brasileña Adelia Prado, amiga personal a la que admiro y quiero mucho y a la que he traducido su extraordinaria poesía. El texto poético me brinda espacios para interpretar lo que hago. Y al revés: a partir de lo que hago con la pintura, busco una vinculación con los textos literarios. En ese sentido, para mí literatura y pintura se relacionan.
¿Por qué has escogido el texto de Apocalipsis 21 para vincular la pintura y la literatura?
Porque los autores que he escogido tienen que ver con esta situación de esperanza y caos que viven nuestros países. Una situación que han vivido desde hace tiempo, pero que se hace más crucial en estos momentos.
América Latina está viviendo una etapa de transformación interesante y se están consiguiendo paliar algunos problemas seculares. Sin embargo, todavía tenemos mucho por hacer.
¿Corre el riesgo América Latina de repetir los errores que hemos cometido al otro lado del océano?
Sí, existe el riesgo de que se repitan entre nosotros. Por eso estos autores nos invitan a estar atentos, con espíritu de vigilancia, para ver qué es lo que va a suceder.
Entonces, en ese encuentro entre pintura y literatura, lo que yo propongo en el fondo es una experiencia espiritual, en el sentido más amplio del término. Una experiencia que está abierta y se brinda a todo tipo de personas. Porque para mí está claro que el arte tiene que ser democrático, llegar a todos.
¿Puede ser Latinoamérica hoy el centro de ese mundo espiritual, de movimiento, de caos y de esperanza? ¿Es América Latina fuente de movimientos espirituales (tanto religiosos reglados como Guadalupe o Aparecida como otros más «informales»)? ¿Se está moviendo el eje de la espiritualidad de lugares tradicionales como la India y el Tíbet al continente que alimenta a la vieja Europa? ¿Tiene potencial espiritual Latinoamérica?
Sin duda. Yo creo que hay muchos colectivos y muchas sociedades en América Latina que están expresándose con más libertad. Pienso por ejemplo en las sociedades vinculadas a la cultura afroamericana, a la cultura andina, a la cultura maya o azteca… Se están expresando esas espiritualidades vinculadas a la tierra y a la naturaleza de una manera más clara que antes. Sin temor. También es cierto que en esos círculos uno puede encontrar charlatanería, pero también en nuestra institución sucede.
¿Crees que hay mayor conciencia de amor a la Tierra ahora que parece que estamos a punto de sucumbir?
Creo que sí. Aunque también hay frivolidad globalizada. Tendemos a lo mediocre, a hacer «lo que siempre se ha hecho»…
Yo creo en las sincronías, y por eso creo que Francisco está dando un vuelco al mundo desde América Latina, desde su visión de latinoamericano. Y ese vuelco está haciendo que Europa vea de otra manera a América Latina. Por lo menos eclesialmente hablando. Y creo que en giros de este tipo la experiencia estética es fundamental, para revincularnos a la sociedad, al mundo y al cosmos.
En ese sentido, la experiencia que estoy haciendo en estos últimos meses en el curso de Arte y Espiritualidad es ofrecer la «Ruta Jesuita» de Lima. Estamos recuperando la memoria, restaurando la memoria de la Compañía de Jesús, conmemorándola. Así que estamos recorriendo los lugares de los jesuitas del siglo XVII y XVIII y de los que llegaron después de 1871. Estamos reconociendo en Lima las construcciones, las iglesias y el arte dejado por ellos.
La experiencia la estamos haciendo en grupo, en comunidad. Alrededor de 100 o 120 personas que vamos haciendo una vez al mes la Ruta Jesuita en Lima, recuperando la memoria no sólo de lo que hicieron los antiguos jesuitas, sino la memoria de una ciudad como son las ciudades del centro: apartadas de todo lo demás.
Hay centros históricos que han pasado a ser casi como los museos que nadie visita. Pero nosotros estamos visitando el centro histórico de Lima en clave jesuita y celebrativa, como peregrinación artístico-espiritual en un clima de reconocimiento, de oración y de celebración.
Todo esto me hace pensar que el camino estético es decisivo, importante y necesario en este momento, en una América Latina que tiene como principal aporte el arte: la literatura, la pintura, la música… Son las mayores fuerzas de Latinoamérica.
¿Dónde podemos encontrar información sobre tu obra y tus exposiciones?
Tengo una página en Facebook con el nombre de «Apocalipsis 21, Paisajes literarios de resistencia y esperanza» y otra página en Facebook que se llama «Por el camino de la belleza«.
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