Un político no sólo debe ser moralmente honesto, sino que debe saber crear una red de honestidad a su alrededor. Debe hacer honesta la política. Y en esto hemos fracasado
(Jesús Bastante).- Rocco Buttiglione viene a presentarnos el libro «¿Democracia sin religión? El derecho de los cristianos a influir en la sociedad», publicado por Stella Maris, en el que participa junto a personalidades como Jaime Mayor Oreja, Ignacio Sánchez Cámara, y otros intelectuales de todo el ámbito europeo.
Este filósofo y político italiano opina que «en una sociedad tolerante tiene que haber derecho a que los pecadores pequen y a que los curas digan que el pecado es pecado«. Sin embargo, a su parecer, se está salvaguardando el primer derecho y no el segundo, es decir, el derecho de los cristianos a manifestar públicamente sus convicciones.
Un ejemplo es el aborto, del que Buttiglione explica que, «como no está sancionado por la ley, no puedo decir que sea un delito. Pero puedo decir que es un pecado. Y los pecados algunas veces son peores que los delitos».
Dedicado a la política tanto en Italia como en la Unión Europea, Buttiglione se siente especialmente interpelado por las palabras del Papa Francisco contra la corrupción. «Un político no sólo debe ser moralmente honesto», reflexiona, «sino que debe saber crear una red de honestidad a su alrededor. Debe hacer honesta la política«. Y reconoce que en este sentido «hemos fracasado».
Defiende el matrimonio tradicional y el derecho de los Gobiernos de Europa «a saber lo que se dice en las mezquitas«, y concluye exponiendo su opinión sobre el Papa Francisco: «Que nadie se haga ilusiones: el Papa Francisco no ha cambiado en nada la moral tradicional. La diferencia es que está poniendo énfasis en el amor y la misericordia».
Háblenos del libro
Tengo que decir que los editores del libro han logrado el mérito de reunir a lo mejor de la inteligencia europea, con excepción de mí mismo, naturalmente. Pero hay contribuciones muy valiosas. Me han sorprendido particularmente las contribuciones de los españoles, muy preciadas.
Cuando de habla de democracia (o más ampliamente, de política) y de religión, suele surgir la discusión de si un católico puede formar parte de un partido político, y en su caso, si de cualquier partido. ¿Cómo es la situación de un católico como usted, que nunca ha escondido su condición dentro de la política?
Hay una idea muy buena de Antonio Gramsci, que era comunista, pero era italiano y era inteligente. El hace una distinción de los partidos políticos, diferenciando aquellos que representan una concepción del mundo integral. En este caso, es muy difícil para un católico estar dentro de un partido político que representa una visión integral del mundo que no sea católica. Pero existen partidos que son exclusivamente políticos. Es decir, tienen un programa, lo que les preocupa es llevar a cabo ese programa, y pueden juntar a gente de concepciones filosóficas diferentes para llevar a cabo el programa que consideran bueno para la nación por un período por ejemplo de 5 años, 15, 20, los que sean. Cuando hayan solucionado los problemas que plantea el programa, es posible que ese partido de desintegre y se formen otros, cada uno según su particular visión. Pero hasta que no se solucionen esos problemas prioritarios, se mantienen juntos.
En este tipo de partido, que no es un partido que tenga una concepción del mundo, sino un partido puramente político, ¿por qué no va a poder estar un católico?
El episcopado español suele enviar una nota a todos los católicos cuando se acercan las elecciones, pero las recomendaciones que hacen en esa nota no se encuentran reunidas todas ellas en un solo partido. Al menos en el ámbito español, no existe un partido que aglutine todas las condiciones que piden los obispos…
En Italia sucede más o menos lo mismo. Se debe examinar por partes. Por ejemplo: ¿Puede pertenecer un católico a un partido en cuyo programa está la ampliación de aborto? Yo creo que sí, pero con una condición: que respeten su libertad de conciencia, y que ante asuntos concretos como el del aborto, el católico pueda decir no. Eso implica una cierta relación entre el partido como tal y los diputados. Por eso es muy importante que los votantes tengan la posibilidad de escoger a los diputados. Es decir, que pueda elegir a un diputado que estará con el partido en toda la línea de partido, pero que pueda disentir libremente respecto a temas como la educación y la familia. Y es igual de importante que los diputados tengan el coraje de decir no a su partido ante estos temas. El partido no puede ser el amo de la conciencia de los diputados.
En España, al ser listas cerradas, no es posible lo que dices. Uno elige el partido, no la persona.
Claro, eso es un problema. Yo siempre le digo a la izquierda italiana que, si quiere tener voto católico, lo menos que puede hacer es decir «bueno, el partido tiene una línea, pero no es obligatorio seguir esta línea respecto a temas que atañen a la conciencia de los diputados».
¿Un político católico se siente más concernido por las palabras de la jerarquía de la Iglesia que un político no católico? ¿Hasta qué punto pueden delimitar o condicionar, por ejemplo las palabras del Papa, sus decisiones personales?
Mira, yo estoy casado, y si me preguntas lo que opino de alguna cosa, te diré que no lo sé hasta que no lo haya hablado con mi mujer. Eso no significa que siempre haga lo que mi mujer quiere, algunas veces no. Pero la palabra y la voz de mi mujer entra en el proceso de formación de mi opinión, de mi convencimiento personal. Pasa así con todas las personas a las que uno ama. Yo no he hecho siempre lo que mi padre, por ejemplo, deseaba. Muchas veces no. Pero yo necesito hablar con mi padre antes de saber lo que yo pienso.
Yo creo que la relación que un político tiene con los obispos o con el Papa, en este sentido es más o menos la misma. Hay veces en que el político se verá obligado a explicar por qué no puede hacer o por qué no es posible lo que le piden, pero siempre tendrá que tener un diálogo con el obispo, el Papa o quien sea. Y no sólo le pasa a los políticos, sino a todos los cristianos. Fuera del diálogo con la Iglesia, yo no soy yo mismo.
¿No entraña eso una cierta «minoría de edad», en el sentido de que, al seguir los dictados de la Iglesia sobre todo en materia moral, los cristianos no deciden por sí mismos?
Minoría de edad sólo la tienen los jóvenes… En política uno no puede decir «esto es así porque lo dice el Papa» o «esto es así porque lo dice el obispo». Este tipo de argumentos están fuera de la política, porque nadie tiene por qué adecuarse a lo que dice «mi Papa» o «mi obispo». Pero si la fe es lo que da forma a mi vida, si actuando en relación con la Iglesia yo he tenido la experiencia directa y personal de que algunas cosas son verdaderas, tengo derecho a manifestar esto en la discusión pública.
Hace poco di una conferencia sobre la eutanasia en la Cámara de los Diputados italiana, y no se me pasó por la cabeza decir «la eutanasia es mala porque el Papa dice que es mala». Lo que conté fue la experiencia que yo he tenido, de tener en mis brazos a un hombre que me pedía que le matara, que le dejara morir, y yo sé que lo que él quería decir es «ayúdame a no sufrir», «ayúdame a vivir de otra manera». Yo sé que este hombre vivió, y que estaba contento de vivir. Era una llamada de socorro desesperada.
Estoy convencido de que bajo una demanda de eutanasia siempre está la depresión, la soledad, la desesperación del hombre. La demanda auténtica que hay que leer en las palabras de quien pide ser matado es la demanda de compañía. Estoy convencido de ello porque lo he vivido, cuando un grupito católico me envió como voluntario con los enfermos.
¿No le parecen demasiado duras las palabras que pronuncia la Iglesia en cuanto a temas como estos? ¿No le parece exagerado hablar de excomunión? ¿No cree que la jerarquía eclesiástica hace demasiado hincapié en el «no»?
Eso es un problema, porque cuando dejamos de ponernos en la piel de los que dicen «no», ya hemos perdido. Hay que entender que el no es la consecuencia de un sí, la condición de un sí. Cuando negamos la eutanasia, por ejemplo, estamos pidiendo más vida y más libertad para todos.
Respecto al matrimonio homosexual, por ejemplo, es una locura que nosotros comencemos diciendo «no al matrimonio homosexual». El matrimonio existe fundamentalmente en función de los hijos. «Matrimonio» etimológicamente viene de «madre». Si no hay madre, no hay matrimonio. Es decir, que no se trata solamente de una relación afectiva y sexual. Desde el punto de vista afectivo y sexual, una relación homosexual puede ser igual que una relación heterosexual, puede serlo incluso desde el punto de vista jurídico. Pero desde el punto de vista de los hijos, no es lo mismo.
Cuando una pareja se casa para tener hijos, uno de los dos (aunque es hipócrita decir «uno de los dos», porque siempre es la mujer, por razones naturales y también culturales) tiene que renunciar a un pedazo de su carrera profesional por sus hijos. Todos los ahorros de la pareja van a ser invertidos también en los hijos, y por tanto la pareja tendrá un nivel de vida inferior al de otra pareja que no tenga hijos, y que tendrá la posibilidad de tener mucho más dinero. Pero si no hay hijos, no habrá contribuyentes mañana. No habrá quien pague impuestos para los servicios sanitarios, para la pensión de los ancianos… Por tanto, está claro que tenemos necesidad de una forma jurídica adecuada a nuestra forma de vivir. Por tanto, un matrimonio no puede tener los mismos derechos que otro tipo de unión.
Si un Estado quiere ayudar a las uniones homosexuales no matrimoniales, perfecto, pero los que estamos casados pedimos que el Estado corresponda a nuestra forma específica de vida de manera adecuada, dándonos la forma jurídica adecuada. Y pienso que la palabra matrimonio es más adecuada para nuestra forma de vida que para otras convivencias en las que no hay madres ni hijos. Se trata de la libertad. Por eso decía que es un error decir «no al matrimonio homosexual». Lo que hay que hacer es pedir la forma jurídica adecuada para la experiencia que vivimos nosotros, que es el matrimonio en la forma en que se pensó y evolucionó a lo largo de la historia de Occidente. Si queremos dar otros nombres y otras formas a otras experiencias, bueno, podemos hablarlo. Pero no puede ser la misma forma, porque la naturaleza es diferente.
¿No cree que esa postura puede hacernos caer en el error de negar que existen otras «experiencias», como usted dice? Otros tipos de familia…
La cuestión no es decir que no a los derechos de otros, sino reivindicar los nuestros. Nuestra libertad. Pero en lo que estoy de acuerdo es en que esto es un cambio de mentalidad que no toda la Iglesia ha hecho ya. Hay que trabajar en ello. Aunque el Papa Francisco esté, como parece, totalmente en esta perspectiva.
¿Se puede hablar en Europa de falta de libertad para los cristianos? ¿Existe, en este sentido, cierta «persecución»?
No sé si persecución, pero discriminación sí. Hay países de Europa donde puedes ir a juicio por llevar un crucifijo (por ejemplo, en Inglaterra).
Pero el caso de la azafata de la que hablas ella acabó ganando el juicio…
Sí, gracias a Dios ese casó lo ganó la cristiana. Pero apuesto a que habrá más casos parecidos. Por otro lado, hay países que intentan limitar el derecho a la objeción de conciencia. Hay países en los que, bajo el pretexto de la ley contra la homofobia, si dices que encuentras algo moralmente cuestionable en la homosexualidad, te pueden llevar también ante un tribunal. Hay problemas.
Te pongo un ejemplo personal: Yo podría haber sido vicepresidente de la Comisión Europea, pero me votaron en contra. Si votan en contra de mí en el Parlamento italiano no hay problema, porque en Italia hay un Gobierno político, pero la Comisión Europea no es una comisión política. Participan en ella representantes de los diferentes Estados y de los diferentes partidos. Hay sólo dos razones por las que se puede votar en contra: o por causa de incompetencia evidente (y en toda mi vida política me han acusado de todo, menos de incompetencia) o por indignidad moral. Así que debo suponer que soy moralmente indigno.
Pero creo recordar que usted dijo que la homosexualidad es pecado y los homosexuales, enfermos
No, no dije eso. Ellos querían hablar de homosexualidad. Yo no, porque nunca me interesó. Ellos querían que yo dijera lo contrario al catecismo de la Iglesia Católica, y al final me pareció más honesto contestar a la pregunta. Pensé en aquello de que «de aquellos que tienen vergüenza de Cristo ante los hombres, Cristo se avergonzará ante Dios». Y utilicé la fórmula más prudente que hay: Dije que tengo el derecho de pensar (ni siquiera dije «pienso») que la condición homosexual es moralmente objetable. No dije pecado, porque para hablar de pecado hace falta el lazo subjetivo de quien acepta que algo es malo o bueno y que le priva de su propia libertad. Simplemente dije, por tanto, que tengo derecho a pensar que la homosexualidad pueda ser cuestionable. Esto no interfiere en la política, porque la política no se ocupa del pecado, sino del crimen.
Creo que en un país libre los pecadores tienen derecho a pecar, pero los curas tienen también derecho a decir que el pecado es pecado. Sin embargo, me parece que el primer derecho lo estamos afirmando, mientras que el segundo no.
Sin embargo, no es comparable la discriminación hacia los cristianos de la que usted habla en el seno de la Unión Europea, con la discriminación real que muchos cristianos sufren en Asia o África…
A la hora de comparar se necesita mucha prudencia. Cuando ocurrió mi «aventura europea» me acordé de las últimas palabras de un conde al que llevaban a ejecutar, al que le ofrecieron la libertad, la tierra y su título a cambio de que firmara una declaración de ateísmo. Y él dijo «es más fácil separar mi cabeza de mi cuerpo que mi corazón de mi Señor». Aunque el caso no era el mismo, porque a mí no pensaban cortarme la cabeza. Pero pensé que era más fácil separarme a mí de mi posición, de mi asiento, que a mi corazón de mi Señor. No es lo mismo, por supuesto, pero para los políticos puede ser casi igual de doloroso.
Y no sólo para los políticos. Mi caso fue público, pero dentro de la burocracia europea hay otros muchos católicos marginados, a los que no se les permite ascender en su carrera todo lo que deberían. Por eso tengo la impresión de que en Europa hay discriminación hacia los cristianos.
Sin embargo, cuando existe discriminación positiva (es decir, derechos adquiridos) por el mero hecho de ser una mayoría religiosa (como los católicos en el caso de España) parece que no queremos compartir esos derechos y que muchas veces no los valoramos… ¿No deberíamos los cristianos fomentar que las demás confesiones adquieran en nuestro régimen de libertad actual los mismos derechos que nosotros? ¿Percibimos los derechos de los demás como amenazas contra los nuestros?
Es un poco arriesgado para un no español hablar de la política interna de España, por lo que me limitaré a hablar de Europa en general. Debo decir que desde el punto de vista más filosófico que político, el derecho a la libertad religiosa es un derecho humano fundamental. Por tanto, no se puede cuestionar. Si los musulmanes que viven en Europa quieren construir mezquitas, tienen derecho a hacerlo. Sin embargo, hay un problema, porque en el Islam no existe la reciprocidad que entendemos nosotros entre religión y política. Y tanto el pueblo como los Gobiernos tienen derecho a saber lo que se dice en las mezquitas, para asegurarse de que los predicadores no están invitando a la guerra santa contra los cristianos o a la masacre contra los judíos en sus homilías.
Pero eso debería aplicarse a cualquier confesión…
Claro. Por eso los acuerdos con la Iglesia Católica dicen que la Iglesia debe predicar en el respeto a la Constitución, a las leyes, etc. Lo mismo vale con el Islam, teniendo en cuenta, además, que tenemos más razones para preocuparnos, ya que hay más tendencias hacia el radicalismo en el Islam.
Por otro lado, también tenemos derecho a saber de dónde procede el dinero para la construcción de las mezquitas. Porque si el dinero procede de algunos grupos fundamentalistas que son muy ricos, y que intentan fanatizar a los islamistas de Europa, hay que impedirlo.
El Islam es como un gran mar, donde hay muchas formas distintas de expresión. La mayoría de ellas son totalmente compatibles con los valores fundamentales de Europa. De hecho, los musulmanes de Europa no suelen ser radicales. El problema es que el proceso que llevaron a cabo los Estados europeos y las confesiones cristianas, de mutuo entendimiento, hay que hacerlo ahora con el Islam.
Yo no estaría de acuerdo, por ejemplo, en proponer a los jóvenes en la escuela todas las religiones del mundo. Eso es una locura. Yo tengo derecho a transmitir a mis hijos mi cultura y mi religión. No tengo que obstaculizar a otros para que transmitan su cultura, tampoco puedo impedir a mis hijos si deciden no aceptar mi propuesta y aceptar otra. Pero el derecho prioritario de formular una propuesta lo tengo yo. No podemos renunciar al derecho que la mayoría de los ciudadanos tienen a proponer su tradición histórica.
En España, por ejemplo, no cabe duda de que la tradición cristiana tiene mucho más peso históricamente que la tradición pagana. Por eso tenemos derecho a expresarnos en el espacio público, a colgar crucifijos, etc. En cambio, ¿por qué vamos a aceptar en el espacio público símbolos bahais? Los símbolos bahais tendrán que estar en la comunidad donde sean aceptados.
Es una cuestión muy complicada que hay que solucionar con sentido común y con adherencia a las circunstancias reales de la historia y de la tradición. Y eso debe garantizarlo el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
El cristianismo es una religión que ha aprendido durante los siglos a incorporarse a las sociedades y a crear sociedad. ¿Cree que la masiva implantación del cristianismo en Europa fue posible gracias a que el cristianismo asimiló de alguna forma la cultura romana, dando lugar a nuestra civilización?
Dios no habla sólo para los cristianos. Tampoco sólo para los judíos. Dios habla para todos, de manera más o menos perfecta.
En cualquier cultura humana existen una serie de principios básicos que, en el proceso de inculturación, la Iglesia debe incorporar, reconociendo lo bueno y combatiendo lo malo de las diferentes culturas. No desde fuera, sino desde dentro.
¿Cree que la Iglesia está preparada para convivir en un espacio plural, donde no sea la única confesión mayoritaria?
La revelación cristiana es la madurez de lo que Dios ya puso en la Creación. Uno siempre tiene buenas razones para pensar que el mundo responde a su definición de verdad, y que Dios creó este mundo en función de esa verdad. Pero también hay sombras. También hay buenas razones para pensar que no hay Dios, que el mundo no tiene sentido, que el poder es la única regla de la vida y nosotros solamente seres desesperados. Pero Jesús se definió Dios, y eso es una buena razón para creer en el sí y no en el no. Jesús es una buena razón para apostar por el sí. Por eso no es que la Revelación sea algo que no tiene nada que ver con la naturaleza, sino que es el cumplimiento mismo de la naturaleza. Es lo que limpia y sanea la naturaleza. Por eso en cualquiera cultura hay tanto elementos de verdad como elementos malos. Y como la Iglesia está dentro del mundo, también puede haber elementos malos dentro de la Iglesia. Por eso hay que intentar convertirlos, purificar continuamente la experiencia cristiana.
Una de las tesis del libro es que los católicos tienen derecho a manifestar sus posiciones políticas, y que esas posiciones no tienen por qué ser restrictivas de otras. ¿Cuál cree que es el papel del cristiano en la sociedad? ¿Cuáles son sus deberes? ¿Hasta dónde puede llegar y dónde se tiene que quedar?
Nosotros queremos la libertad de vivir y presentar nuestra experiencia dentro del debate público, del debate político. No queremos imponer a nadie una ideología, sino que buscamos un diálogo más allá de las ideologías. Tenemos una experiencia de vida y queremos proponerla. Pensamos que es auténtica, y que no se puede hacer una síntesis cultural ni tampoco una síntesis política sin tener en consideración esta experiencia de vida. Estamos listos para hablar de esto con todos.
Por otra parte, vemos que hay un prejuicio ideológico. Las ideologías son formulaciones abstractas que reducen la experiencia del hombre. No es cierto que un católico no se pueda entender con un marxista o con un islámico. Si ponen al lado por un momento las categorizaciones ideológicas y se centran en lo que realmente han vivido los unos y los otros, seguro que llegarán a entenderse. Todo es posible.
Nosotros decimos que la fe se hace experiencia humana, forma de la vida de la persona. Y cuando algo forma parte de la vida de la persona, tiene derecho a expresarse en del debate público.
Hoy en día un católico puede llegar a entenderse con un marxista, pero es que hemos asistido al declive del marxismo. Ya no se puede hablar de marxismo en términos categoricos. ¿Hay elementos de verdad en el marxismo? Por supuesto. En cada experiencia humana hay elementos de verdad. Y con esos elementos es con los que tiene que intentar dialogar el católico, intentando rebatirlos o apropiárselos.
No pedimos privilegios, pedimos el derecho a existir y a ser ciudadanos como todos, sin ser discriminados. Queremos poder contar lo que estamos experimentando.
El problema es que hay una nueva ideología, muy intolerante, que habla de tolerancia y dice lo contrario. La tolerancia es la convicción de que todos tenemos dignidad y de que Dios quiere hablar con nosotros directamente. Por tanto, yo no tengo derecho de imponerte nada, pero tengo derecho a hablarte y decirte lo que pienso. Como decía antes: tiene que haber derecho a que los pecadores pequen y a que los curas digan que el pecado es pecado.
Sin embargo, lo que estamos viviendo actualmente no es tolerancia. Se intenta que la gente no tenga sus propios juicios. Se nos está negando el derecho a tener juicios y decir que el otro se equivoca, tengamos razón o no la tengamos. Pensar significa eso: jerarquizar. Es decir, juzgar unas cosas como mejores y otras como peores. Si no me permites decir que algunas cosas son mejores y otras peores, el resultado es que no me permites pensar.
Puedes decirme que no quieres hablar conmigo, aunque eso no sea muy inteligente. Pero lo que no puedes decirme es que no tengo derecho a hablar.
Por ejemplo, cuando hay jóvenes que van a las clínicas donde se practican abortos a dar testimonio de los que ellos piensan, sin cometer actos de violencia, simplemente están allí, ¿por qué eso es considerado como algo contrario al orden público?
Si llaman delincuentes a unas personas que en ese momento podrían estar cumpliendo la ley, sí estarían de alguna forma alterando el orden público…
Pero ellos no están usando la violencia, están diciendo que el niño que aún no ha nacido es un ser humano que tiene derecho a la vida.
¿Cree que es legítimo juzgar tan duramente a las personas que deciden abortar o que participan en un aborto? ¿No cree que las formas que muchas veces tenemos los cristianos de defender nuestras posturas son más agresiva que propositivas?
Puede ser, y eso es un error. Pero si mi hijo fuera un drogadicto, yo tendría que decirle que está equivocado, y hacer todo lo que pudiera para que no lo haga, para que no se mate.
Pero el consumo y el tráfico de drogas están penados. El aborto no lo está. ¿No cree que tendemos a confundir delito y pecado?
Yo no digo que sea un delito, pero digo que es un pecado. Si no está sancionado por la ley no puede decir, efectivamente, que sea un delito. Pero puedo decir que es un pecado. Y los pecados algunas veces son peores que los delitos.
Yo soy abuelo de once nietos. Yo he vivido el embarazo de mi mujer cuatro veces (más dos que perdimos) y de mis hijas once veces. Es decir, 17 embarazos en total. Yo sé algo de esto.
Sé que una mujer embarazada necesita tener un marido que la ama. Cuando una mujer está embarazada todo cambia, y ella se pregunta si su marido le amará aunque su cuerpo no sea tan hermoso como antes. También se pregunta si será capaz de asumir esa gran responsabilidad, y sabe que necesitará ayuda. Todos esos miedos y esos temores que tiene la madre los proyecta sobre el niño no nacido. Por eso necesita un marido, como también necesita una madre. Su madre, que esté con ella, que la ayude a pasar por ese proceso. Y también necesita a su padre, aunque el papel que tiene él sea menor.
Claro que para una mujer que está sola es complicado. Pero, ¿qué hacemos? ¿Dejamos que aborte o creamos las condiciones para que no esté sola?
Por tanto, habrá que crear políticas que favorezcan la maternidad, económicas y no económicas, crear redes de apoyo a la familia y darle más importancia a todo esto que a los supuestos en los que se puede o no se puede abortar…
El niño siempre tiene derecho a la vida. A la protección jurídica de la vida. Y la mujer tiene derecho a gozar de las condiciones necesarias para ejercer su maternidad. Dios ha creado al niño y lo ha vinculado a la madre de una manera tan íntima, que es muy difícil defender al niño en contra de la madre. Es más fácil defenderlo con la madre. Si el énfasis se pone en un lado o en otro, es un problema abierto para el que no hay soluciones generales. Hay que ver en cada situación concreta cuál es la política que tiene más posibilidades de éxito en su contexto real. Y eso tienen que pensarlos los obispos del país, los políticos del país, etc. Nadie puede venir desde fuera a decir cuál es el camino.
Usted es amigo tanto de Scola como de Bergoglio. ¿A quién hubiera preferido?
¿Quién soy yo para decirle al Espíritu Santo que se ha equivocado?
Sin embargo, el Papa tiene muchos detractores o gente que critica alguno de los cambios que está impulsando…
Yo defiendo al Papa. Primero, porque soy católico. El Papa es Papa, y yo por principio defiendo al Papa. Lo segundo porque conocí al Papa hace muchos años y me dijo que ha leído todos mis libros. Aunque no es cierto. Pero alguno ha leído. Dos o tres. Y para un filósofo, que le digas que has leído sus libros es lo máximo. Y en tercer lugar le defiendo porque tiene razón.
Pensemos en la Iglesia de antes del Concilio Vaticano II: Todo era perfecto, precioso, magnífico… Pero había un problema, en mi opinión: falta de misericordia. Los temas centrales eran la ley y el pecado, y no Jesús y la misericordia.
La ley permanece y no cabe duda de que el pecado es pecado. Pero no puede empezar diciéndole a un joven todo lo que es pecado. Tienes que comenzar con la fascinación de un amor. Decirle al joven que tiene la posibilidad de tener un gran amor en su vida con una chica que luego será su mujer. Que puede vivir una gran aventura y que su vida puede ser más apasionante que cualquier película de Hollywood. Que tiene la posibilidad de vivir la vida con alegría y con una pasión intensa.
Para vivir eso se necesitan muchos sacrificios, decir que no a muchas cosas. Pero ese «no» es en función de un «sí» más grande. Es decir, que renuncias a algo, pero lo haces en función de algo más grande. Algo muy fuerte.
Éste es el mensaje que está lanzando el Papa Francisco. Toda la moral tradicional permanece, no cambia nada (que nadie se haga ilusiones). La diferencia es que se está poniendo énfasis en la posibilidad de ese gran amor. De la misericordia de Dios.
La ley sin misericordia genera depresión. Es por eso que yo recuerdo haber visto muchas veces una Iglesia deprimida.
Francisco es muy duro con los políticos corruptos y con los poderosos, los que quieren el poder para servirse en vez de para servir. ¿Cómo recibe esas palabras alguien como usted, que ejerce la función pública y que seguramente ha conocido de cerca a más de un político aprovechado?
Voy a hacer dos considerraciones, una filosófica y una personal. La filosófica es la siguiente: Todos dicen que el problema de la democracia es que no es posible encontrar hombres que tengan convicciones enraizadas, que aquellos que tienen convicciones enraizadas no valen para la democracia porque la democracia vive del relativismo, etc. Platón dijo: «La democracia muere de corrupción, y la corrupción es el resultado del relativismo (de los sofistas)».
Nuestra democracia está enferma, pero la enfermedad no es el fundamentalismo. Es precisamente esa corrupción generada por el relativismo. Me parece que en eso el Papa Francisco ha hecho un diagnóstico perfecto. Y además tiene la capacidad de hacer entrar esto en la cabeza de la gente. Él habla con los gestos.
Y en lo personal, te diré que al oír este tipo de homilías la primera reacción puede ser decir «¡yo no!». «¡En 20 años nadie ha podido decir que me he apropiado de un solo euro del dinero público!». Pero la segunda reacción es darse cuenta de que un político, un jefe del pueblo, no sólo debe ser moralmente honesto, sino que debe saber crear una red de honestidad a su alrededor. Debe hacer honesta la política. Y en esto hemos fracasado. Es así.
Otros titulares:
-«Matrimonio» etimológicamente viene de «madre». Si no hay madre, no hay matrimonio.
-Creo que en un país libre los pecadores tienen derecho a pecar, pero los curas tienen también derecho a decir que el pecado es pecado.
-Estamos afirmando el derecho a pecar pero no a decir que el pecado es pecado
-Los Gobiernos tienen derecho a saber lo que se dice en las mezquitas, y de dónde procede el dinero para su construcción
-Los Gobiernos deben asegurarse de que los predicadores musulmanes no están invitando a la guerra santa contra los cristianos o a la masacre contra los judíos
-Cuando algo forma parte de la vida de la persona, como la fe, tiene derecho a expresarse en el debate público
-En una sociedad tolerante tiene que haber derecho a que los pecadores pequen y a que los curas digan que el pecado es pecado
-Como está sancionado por la ley, no puedo decir que el aborto sea un delito. Pero puedo decir que es un pecado. Y los pecados algunas veces son peores que los delitos.
-Dios ha creado al niño y lo ha vinculado a la madre de una manera tan íntima, que es muy difícil defender al niño en contra de la madre
-Para vivir como cristiano se necesitan muchos sacrificios, decir que no a muchas cosas. Pero ese «no» es en función de un «sí» más grande.
-Que nadie se haga ilusiones: el Papa Francisco no ha cambiado en nada la moral tradicional. La diferencia es que está poniendo énfasis en el amor y la misericordia.
-Un político no sólo debe ser moralmente honesto, sino que debe saber crear una red de honestidad a su alrededor. Debe hacer honesta la política. Y en esto hemos fracasado.