Debemos sentir vergüenza de que en este mundo donde todos podríamos vivir con dignidad, haya gente que se muera de hambre o por falta de un medicamento que vale menos de un euro
(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Hoy entendí un poco más lo que el futbol significa para este país llamado Brasil y cómo eso influye en la vida del día a día, como exalta o adormece conciencias, hasta un punto que sin duda podemos decir que es exagerado.
Poco antes de empezar el partido salí de casa, las calles estaban desiertas, pues no en vano estaba en juego el orgullo de una nación y todo mundo se concentraba para empujar en pos de ese objetivo común. La ilusión era tanta que se respiraba en el ambiente un sentimiento de esperanza ante un día que se presumía histórico.
Repentinamente el sueño se fue esfumando y las caras de la gente se tiñeron de un sentimiento de tristeza inexplicable, contagiados por las lágrimas de aquellos que aparecían en las imágenes de la televisión. Esa sensación fue aumentando con el paso de los minutos hasta el punto de que muchos decían avergonzarse con lo que estaba pasando.
¿Vergüenza de qué? ¿De que la pelota no quiera entrar? ¿De que el otro equipo sea mejor? De eso nadie debe sentir vergüenza. Debemos sentir vergüenza de que en este mundo donde todos podríamos vivir con dignidad, haya gente que se muera de hambre o por falta de un medicamento que vale menos de un euro. Debemos sentir vergüenza porque hay gente que la derrota de su equipo le lleva a agredir a los otros, a depredar lo que es de todos, a quemar autobuses como ha sucedido en varias ciudades brasileñas después de la derrota. Debemos sentir vergüenza porque algunos de los que se dicen políticos quieren usar las victorias para adormecer las conciencias o las derrotas para intentar tomar el poder, mostrándose como los salvadores de la patria, cuando todo mundo sabe que de hecho no lo son, porque ya mandaron y nunca lo fueron.
En una noche que se prometía de fiesta hasta altas horas, reina el silencio. Si éste sirve para reflexionar y descubrir que el sentido de la vida no está en ganar o perder un Mundial, la derrota puede ser provechosa. Si al despertarse, el pueblo brasileño no descubre nada de esto, la derrota habrá servido para poco.
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