El papa Francisco dijo en Lampedusa que esta actitud de Europa hacia los desesperados, que vienen a Europa huyendo del hambre y de la muerte, es “una vergüenza”
(José María Castillo).- En el relato del juicio final, tal como lo presenta el evangelio de Mateo y sea cual sea el género literario que el primero de los evangelios utiliza en el mencionado relato, una cosa queda patente: quienes no acogen a los extranjeros no pueden tener, ni mantener, buena relación con Dios: «Apartáos de mí, malditos…. porque fui extranjero y no me acogisteis» (Mt 25, 41-45).
Confieso que hoy no he podido quitarme de la cabeza estas palabras de Jesús. Porque pesan también sobre mi conciencia. ¿Y por qué hoy precisamente? Sencillamente porque esta mañana (9. VII. 14) he sabido que España gasta 32 veces más en controlar sus fronteras que en ayudar a los inmigrantes que llegan a nuestro país. Son datos de Amnistía Internacional.
Según esta fuente de información, entre 2007 y 2013, la Unión Europea asignó 4.000 millones de euros a los Estados miembros para asilo, integración, retorno de ciudadanos y control de fronteras. Pues bien, se sabe que la mitad de ese dinero (1.820 millones) se dedicó a equipamiento, tecnología y fortalecimiento del control de fronteras. Mientras que extrañamente sólo el 17 % de la cantidad que destinó la UE al problema de los inmigrantes (700 millones de euros) se destinó a los servicios de acogida, asilo e integración de refugiados.
Y este desequilibrio, en la utilización del dinero para extranjeros, donde más se desquició fue en España, que está en la cola de los países de la UE con la escandalosa distancia de 32 veces más para repeler a los inmigrantes que para acogerlos.
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