Deseamos que todas las personas débiles, enfermas, paradas, ancianas puedan vivir y experimentar el abrazo de lo comunitario que mi madre ha recibido
(José Moreno).- En la reflexión en torno a mi madre y su vida para la misa de acción de gracias, celebrada en mi parroquia, utilicé la metáfora del beso. Mi madre era muy besucona, le gustaba besar mucho, fuerte y sonoro.
Eso nos enervaba a nosotros y a mis sobrinos… pero recuerdo que en su enfermedad un día me decía: «Pepe, con el coraje que os daba de los besos que yo daba y ahora, que no tengo fuerzas para darlos, te das cuenta qué tú y tus hermanos estáis todo el día besándome como lo hacía yo con vosotros«.
Es verdad, yo ya me había fijado, cómo los tres hermanos hacíamos lo mismo sin ponernos de acuerdo, nos salía del alma besarla como ella besaba. Por eso pensé para hablar de ella y hacer lectura creyente en los besos de Dios.
Es un oficio bonito de amor y ternura de la divinidad que no hemos subrayado lo suficiente. En mi madre, Dios nos ha besado sin pudor, con fuerza, muchas veces y de un modo muy sonoro. Por eso me atrevo a describir algo de esos besos que ya son eternos. Dios, no hay duda, nos ha amado en la ternura y en los besos de mi madre.
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