La Palabra es eficaz, cumple su encargo, no vuelve vacía, alguien, siempre, será tierra abonada, profunda, trabajada y pondrá sobre la mesa el regalo de los frutos sazonados
(Ángel Moreno, de Buenafuente).- Jesús acostumbraba hablar en parábolas, en un lenguaje cercano a la cultura de los oyentes, que en su época era eminentemente rural. Los Evangelios nos mencionan viñedos, sembrados, rebaños… Sin duda, es un privilegio haber vivido en la realidad lo que refiere el lenguaje bíblico, porque se puede representar mucho mejor el significado del mensaje.
Sin embargo, la revelación, aunque se haya escrito hace siglos, mantiene su actualidad y quien se acerca con fe encuentra en ella la resonancia de su propia experiencia más existencial.
En la parábola del sembrador, Jesús describe magistralmente el proceso de la semilla y los riesgos que existen de que se pierda el trabajo de la sementera, porque la tierra no sea buena, esté sofocada por zarzas, o porque la simiente haya caído en pedregal o al borde del camino. Y no solo el Maestro nos deja el regalo de su conocimiento agrícola, sino que lo aplica a la vida, y este paso concierne a todas las edades y culturas.
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