Toda la tierra es santa cuando en ella encontramos a un hermano, y la volvemos maldita cuando la regamos con sangre
(Fco. Xavier Sánchez).- En estos últimos días hemos seguido por los medios de comunicación, noticias sobre el conflicto bélico que se está viviendo en Israel al mismo tiempo que la final de la copa del mundo de futbol. Dos acontecimientos mundiales muy distintos: el deporte y la guerra, pero que tienen un elemento común y que es fomentar el nacionalismo.
Hace tiempo -nos cuenta el libro del Génesis- hubo un grupo de hombres que gracias al dominio de la tecnología (aprendieron a coser ladrillos), quisieron sobreponerse orgullosamente a los demás pueblos construyendo una torre que llegara hasta el cielo. El «castigo» que les impuso Dios por su soberbia, fue que aprendieran a hablar lenguas nuevas. De esta manera ese castigo a la larga fue una «bendición», ya que tuvieron que abrirse a otras culturas, otras lenguas, otras maneras de vivir.
El problema por el que ahora se están matando nuestros hermanos semitas, es un problema de tierra. La posesión de la «Tierra Santa» de Israel. ¿Se puede justificar la muerte del otro por un puñado de tierra? Me parece que no, y esto «aún» tratándose de la Tierra Santa de Israel. Ya que toda la tierra es santa cuando en ella encontramos a un hermano, y la volvemos maldita cuando la regamos con sangre.
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