Todos los componentes de la linterna de la Iglesia condenaban la consagración de una Obispa por la Iglesia anglicana; su único argumento, en síntesis, era que nunca se había hecho
(Manuel Mandianes, antropólogo).- La tradición no es un cobijo y un rechazo del fluir de la vida que genera inquietud; ni es un carácter constitutivo del ser humano aunque éste no pueda existir fuera de una tradición; no puede privarle de poder incorporar la actualidad a su proyecto haciéndole prisionero del pasado.
La tradición son andaderas que deben de ayudar a cada uno a llevar a cabo su proyecto y no sólo el reconocimiento de lo que fue para otros.
El cristiano camina a la intemperie destruyendo todos los ídolos, desvelando aspectos fundamentales no detectados por la tradición. La vida tiene un carácter móvil y no está dada de antemano y de una vez por todas sino que se va dando cada vez, cada día.
No se trata de prescindir de la tradición y menos de destruirla sino de preservar su esencia más íntima que, seguramente, resguarda muchas cosas que aún no se han desarrollado.
La tradición debe de ayudar a descubrir el pasado pero no puede ser un obstáculo para escudriñar el presente, y hay que vivificarla inyectándole e inyectándola en el presente. Todos los tesoros del pasado pueden enriquecer el presente pero no vaciarlo de actualidad.
El cristianismo dogmático toma como fundamento al animal racional no al ser humano en su integridad, hunde sus raíces en la pura apariencia, es puro platonismo. El cristiano no es alguien que queda atónito ante lo que acontece y lo rechaza porque nunca había ocurrido antes.
La actuación de Francisco es una interrogación constante, un diálogo con la tradición suscitado por la situación actual. Estos pensamientos me vinieron a la mente escuchando «la linterna de la Iglesia». Todos sus componentes, como un solo hombre, condenaban la consagración de una Obispa por la Iglesia anglicana; su único argumento, en síntesis, era que nunca se había hecho.
