Angelo Giuseppe Roncalli, cuando era Nuncio en Francia (1944-1953), visitó España sin hacer ruido. Evitar ruidos era su estilo. Sí estuvo en España, y la "santificó"
(José Luis González Balado, coautor de San Juan XXIII, un modelo de pastor -Khaf-).- El 27 de abril de 2014, televisiones, radios y periódicos llenaron sus espacios con las imágenes de cuatro Papas, dos de ellos proclamados santos. ¿Por cuál empezar, siendo así que cada uno merece el primer puesto y ninguno el último? Muy sencillo: por el Papa Francisco, que actuaba tan bien como lo sabe hacer.
Lo fácil para quienes aquel 27 de abril de 2014 tuvieron que evocar los nombres y gestos de los Papas Roncalli y Wojtyla fue tener cuenta de la diferencia cronológica que impuso un criterio de orden a la mención de sus nombres. En las evocaciones que llegaban desde Roma, el Papa Roncalli/ Juan XXIII era mencionado en primer lugar. San Juan Pablo II/Karol Wojtyla lo era en segundo. En España el orden fue otro: menos correcto.
Entre uno y otro hubo dos Papas con notables características de santidad: Pablo VI, antes Juan Bautista Montini, y Juan Pablo I, antes Albino Luciani. Emergió en tal circunstancia la noticia de que ambos tienen sus procesos de canonización ya adelantados. Tanto es así que Pablo VI ya está preanunciado como Beato para el 17 de octubre de este año 2014.
Quien escribe recuerda ¡no sin disgusto! que algunos comentaristas de nuestro entorno dieron la impresión de posponer a San Juan XXIII con relación a Juan Pablo II argumentando que a uno -aquí- se lo recordaba y estimaba más que al otro. Asomó un argumento que para uno carece de validez: que San Juan Pablo II hubiese amado y visitado más a España y a los españoles que San Juan XXIII y que, por lo mismo, fuese aquí más amado y recordado porque, según ellos, el Papa Roncalli no habría estado nunca en España, donde el Papa Wojtyla estuvo en varias ocasiones.
¡Y no! Angelo Giuseppe Roncalli, cuando era Nuncio en Francia (1944-1953), visitó España sin hacer ruido. Evitar ruidos era su estilo. Sí estuvo en España, y la «santificó». Aquí vino dos veces, cada una por varios días, como auténtico peregrino, y la recorrió. La primera vez, de abajo arriba. La segunda, más bien de arriba abajo. Y a lo largo y ancho.
Uno sufrió al escuchar y leer, el día mismo en que su tan parecido Papa Francisco lo estaba declarando santo, que Juan XXIII resultase poco conocido en España. En tal momento -¡y en otros!- uno recordó, y releyó, fuentes que describieron el reiterado feliz paso de Angelo Roncalli como peregrino por este País que se llamaba España. ¡Exactamente igual que se sigue llamando!
Uno tenía -¡aún tiene!- un volumen titulado Souvenirs d’un Nonce (Recuerdos de un Nuncio) que evoca (en un francés inteligible) la primera «peregrinación» por este País del otrora Nuncio en Francia, durante un paréntesis breve, compatible con su misión gala. Releí, en francés, algo que aún recordaba de su primera rápida peregrinación: Avril, 15, 1950: Ceuta. Messe au sanctuaire de Notre-Dame d’Afrique. Puis il traverse la mer et réjoint Algésiras. Il passe par Tarife et Cadix. Le soir, à Séville. 16: Messe à St-Bonaventure des Frères Mineurs. Il visite Antequera, Santa Fé, Grenade. 17: Grenade. Messe dans l’église St-Jean de Dieu. Il reprend son voyage et visite Cordoue. Le soir, il arrive à Madrid. 18: Madrid. Messe dans l’Église du Carmel. Il visite Tolede et l’Escurial. 19: Madrid. Il visite l’Église pontificale de St-Miguel et les PP. Rédemptoristes. 20: Messe à la Nonciature de Madrid. Il reprend son voyage. Il s’arrête à Burgos, Biarritz, St-Jean-de-Luz, à Lourdes.
Existe, en español, un libro de Juan XXIII titulado Cartas a sus Familiares. Consta de 722 cartas que Angelo Roncalli dirigió, cuando aún no era… Juan XXIII, a su familia. Cartas remitidas y fechadas desde los destinos por los que pasó haciendo el bien, santificándose y santificando a los demás con su ejemplo y sus oraciones: Bulgaria, Turquía, Francia, Venecia, Roma…
Entre tales cartas dirigidas a sus parientes (padres, hermanos, sobrinos…), hay una del 15 de marzo de 1950 dirigida a una sobrina. Le dice: «Estoy para hacer una visita a África del Norte, adonde también se extiende mi ministerio de Nuncio apostólico en Francia. Cantaré mi misa jubilar en Argel el próximo domingo, 19 de los corrientes, fiesta de nuestro querido San José, protector especial tuyo y mío. /…/ Quizá después de Pascua, en el camino de regreso, pasaré por España, tierra de recuerdos gloriosos: Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier… Reza por mí todos los días».
Una carta más, dirigida (29 de abril de 1950) a sus hermanas Ancila y María: «El 10 de abril entré de forma privada en Marruecos, que pensaba fuese un país árido y desolado. Por el contrario, en primavera es un verdadero paraíso terrestre. Visité todas las ciudades sagradas del mahometismo y los lugares donde los moros, en tiempos pretéritos, tenían como esclavos a los cristianos: Fez, Marrakech, Mequínez, Casablanca, Rabat, etc. Luego Tánger, Tetuán, Ceuta. Desde allí atravesamos el mar junto a Gibraltar y cruzamos España desde Sevilla hasta Granada, Córdoba, Toledo, Madrid, El Escorial. Luego Burgos, San Sebastián y, una vez atravesada la frontera francesa, Biarritz, Bayona, Lourdes -donde permanecí una noche y una mañana para dar gracias a la Virgen-, Burdeos, Poitiers y París. Fijaos bien: 10.000 km sin sufrir el más pequeño accidente. La salud siempre óptima, ya que lo hicimos todo con calma».
Sí, dejó constancia autógrafa de su primer viaje-peregrinación por parte de España. Su secretario Loris F. Capovilla dio a quien escribe copia mecanografiada con correcciones manuales del propio Peregrino santo. De ella se transcribe una breve crónica de su primera peregrinación por España (abril de 1950): Granada (17.04.1950): Celebré la santa misa en la iglesia de San Juan de Dios, ante la urna colocada en la lujosa capilla del gran Héroe de la Caridad. Córdoba, mismo día: ¡Maravillosa mezquita, con 850 columnas y sus arcos! Burgos (20.04.1950): Visita muy interesante a la catedral.
Cuando en julio de 1954 realizó el segundo viaje-peregrinación, Roncalli ya no era Nuncio en Francia sino Arzobispo de Venecia. Tal viaje por España era prolongación de una peregrinación de Venecia a Lourdes.
Si en la peregrinación anterior había recorrido Andalucía, parte de Castilla La Mancha, Madrid y Burgos, saliendo por el Sur de Francia, el recorrido de su segunda peregrinación fue más largo: comprendió el País Vasco, Navarra, Asturias, Galicia, León-Castilla, Aragón y Cataluña.
De su segundo viaje dejó un extenso diario autógrafo que uno traduce aquí del italiano, agradecido a su secretario Loris F. Capovilla que me lo obsequió en fotocopia. Así reza, traducido, lo que escribió el Peregrino santo:
San Sebastián (15.07.1954): El paso entre Francia y España resultó facilísimo, rodeado del máximo respeto.
Viernes (16.07.1954): A las 8 celebré la misa. Pude prepararme debidamente para la fiesta del Carmen. A las diez, después de confesarme, salí para ir a visitar el Santo Crucifijo, antiquísimo, de la iglesia de Lezo. Pasé por Añorga en plena fiesta del Carmen.
Sábado (17.07.1954): Transcurrí una noche muy tranquila. Visitas a Azpeitia y Loyola. Paisaje parecido al de los valles bergamascos. En Loyola, una acogida festiva por parte de profesores y alumnos. Les hablé con gusto de los jesuitas de Bérgamo. La casa de San Ignacio, con la devota y artística capilla, acaso rica en exceso, pero se trata del gran fundador y padre. Regresamos por la carretera que bordea el mar.
Domingo (18.07.1954): Celebré la Misa Parroquial en Pasajes, en la Iglesia de
San Juan Bautista. Todos los fieles presentes. Numerosísimas comuniones. Dirigí unas palabras en italiano. Retraducido fielmente. Después partimos para Javier (Navarra). Parada en Pamplona. ¡Qué maravilla de catedral, digna de la capital de Navarra! El Castillo de Javier, tan bien reconstruido, con sus recuerdos y al lado el colegio de los jesuitas, me produjo una piadosa emoción. Pueblo limpio, buen párroco.
Lunes (19.07.1954): La peregrinación de ayer a Javier me encantó, pero terminé molido. Arrancamos luego con dirección a Bilbao. España me parece cada vez más hermosa. A las 14 horas hicimos nuestras devociones en el muy devoto santuario de Begoña. Almorzamos. Seguidamente proseguimos en dirección de la gran Universidad de Comillas, próxima a Santander, dirigida por los jesuitas. Un lugar muy hermoso. Un edificio imponente. Los jesuitas, muy acogedores y cordiales.
Martes (20.07.1954): Por desgracia hoy en Comillas he pasado un mal día. Alguna comida un poco indigesta y un poco de frío indispusieron mi estómago. Sólo logré experimentar un ligero alivio gracias a un poco de sulfato di soda que llevaba consigo uno de los acompañantes. A duras penas logré celebrar la Santa Misa, pero hube de guardar cama todo el día, igual que me había ocurrido en Madrid en abril de 1950. Temeroso por el éxito de mi peregrinación, invoqué a San José y a Santiago, y logré dormir desde las 23 hasta la 1.30 y desde la una y media hasta las seis de la mañana. Hice mis tareas a toda prisa, y a las 7 me volví a poner en marcha.
Miércoles (21.07.1954): A las 10 celebré la Santa Misa en Covadonga, en la cueva de Nuestra Señora. ¡Qué horas más hermosas pasé en este lugar sagrado del patriotismo español desde el año 737! Disfruté de una hospitalidad señorial en las habitaciones del Obispo de Oviedo, lo mismo que en Begoña. Recepción feliz en el seminario con cantos, a los que correspondí largamente en latín. ¡Oh Covadonga, un nombre inolvidable! Desde allí proseguimos para Oviedo visitando la magnífica catedral. Y, desde Oviedo, proseguimos hacia Gijón, donde la hospitalidad fue sumamente cortés.
Jueves (22.07.1954): Gijón, Mondoñedo, Lugo, Santiago: tal fue el recorrido de seis horas aproximadamente. Nos paramos en Mondoñedo, sede episcopal donde el Obispo nos acogió muy bien. Seguimos luego para Lugo, donde visité la catedral, hermosa sin duda pero algo recargada de barroco. Visité al Obispo, aquejado de un fuerte reumatismo. Hacia las 20, llegada felicísima a Santiago, donde en seguida cumplí el «voto» de abrazar al Apóstol…
Viernes (23.07.1954): Por fin, ya he llegado a Santiago de Compostela donde he cumplido en seguida el voto del abrazo al Apóstol. Cordialísimo y feliz el Cardenal Quiroga y Palacios. Celebré la Santa Misa en el altar mayor, rico y extremadamente barroco. Cumplí mis prácticas de piedad. Luego presenciamos los giros del enorme botafumeiro. Almuerzo en atmósfera cordial con el cardenal arzobispo. Dediqué la tarde a una pausada visita al complejo monumental de la Basílica de Santiago y alrededores. ¡Qué maravilla! ¡Cuánta riqueza!
Sábado (4.07.1954): Víspera del Apóstol Santiago. Muy de mañana, Santa Misa del Apóstol en la cripta. Despedidas y arranque. A mediodía, en Astorga, una pequeña ciudad con catedral bellísima y rica. Palacio episcopal curioso, una especie de castillo español. Proseguimos luego hacia León, la Septima Legio de César Augusto. Magnífica catedral gótica de estilo francés, síntesis de las de Reims y Amiens. Posiblemente la más hermosa de España. Ya tarde, llegada a Salamanca.
Salamanca (25.07.1954): Alojamiento en una residencia del Opus Dei. Celebro la Santa Misa en la capilla. Asisten numerosos jóvenes con respeto y fervor. El Obispo, un dominico llamado Francisco Barbado y Viejo, se muestra extremadamente amable. Muy interesantes también sus dos catedrales, tanto la nueva como la antigua. Visitamos con vivo interés los lugares principales: la Plaza Mayor, la Casa de las Conchas, el Seminario, la Clerecía, en otros tiempos de los jesuitas; San Esteban, de los dominicos; cada uno de los institutos e iglesias históricas, junto con renombrados y conmovedores recuerdos. Valdría la pena poder regresar con calma. El Obispo nos acompañó hasta Alba de Tormes, donde veneramos el cuerpo de Santa Teresa, que allí falleció. Seguimos hacia Ávila, pero no pudimos visitar más que el interesantísimo Convento de la Encarnación.
Valladolid (26.07.1954): Llegamos aquí ayer noche, ya tarde. Huéspedes del Arzobispo. Ciudad característica, pero Archidiócesis pequeña. El Prelado es muy sencillo y tratable. Celebré la Santa Misa en la iglesia votiva del Sagrado Corazón. La Catedral no vale mucho. Me resultó del máximo interés la visita al Museo de Arte Español en el antiguo Colegio de San Gregorio. Retomado el viaje, con una brevísima parada en Soria, en el convento de los Frailes Menores, llegamos a Zaragoza bien entrada ya la noche.
Zaragoza (27.07.1954): Zaragoza, ¡qué maravilla y qué riquezas aquí también, tanto en el Pilar como en la catedral! Cosas sorprendentes, que sobrepasan toda imaginación… Retomado el viaje, nos detenemos en Lérida, a las puertas de Cataluña, donde el Obispo nos dispensó, en el seminario donde él mismo reside, la acogida más generosa. Al atardecer llegamos a Montserrat, donde numerosísimos romeros se sumaron al Abad para acoger al Patriarca de Venecia. ¡Oh, Montserrat! ¡Un paraíso auténtico de belleza y de paz!
Montserrat (28.07.1954): Montserrat. En el apartamento del Abad, Dom Aurelio M. Escarré, pude percatarme de la riqueza y de la importancia extraordinaria de este Monasterio, una auténtica maravilla para la vista. Un lugar de oración, de estudio, de arte, de gloria de España. Disfruté de una cortesía sin igual, digna conclusión de todo lo que se me ha hecho disfrutar en el curso de esta peregrinación por España. Desde allí hicimos una rápida escapada a Manresa, la famosa gruta de San Ignacio, y bajé hasta Barcelona, adonde vino a vernos el Arzobispo, que me guió en la visita de su hermosa catedral. Y ya me dirigí hacia la frontera por Le Partús, en el límite entre Francia y España…
Hay razones de sobras para estar agradecidos al entonces Arzobispo de Venecia que iba recorriendo el camino de la santidad, también con su doble viaje-peregrinación por España. Una santidad cultivada en su espíritu y sembrada con el sentido espiritual de su viaje.
Uno está convencido de que se trató de una santidad en curso ya desde la mañana del día de su nacimiento (25.11.1881). Un par de horas después de nacer ya fue bautizado en la iglesia parroquial de un Sotto il Monte entonces desconocido, hoy famoso gracias a su Hijo más ilustre y… ¡santo!
Tal doble peregrinación del entonces futuro Papa Juan XXIII por España revistió e implicó, comprensiblemente, bastantes más detalles. Como el de una o dos veces en que el Santo Peregrino, que no se olvide había de morir víctima de un cáncer de estómago que había afectado mortalmente también a varios miembros de su familia (a sus padres y a tres de sus hermanos), tuvo que guardar cama por una afección estomacal. Y como un ligerísimo accidente que sufrió -en el segundo de tales viajes, en un cruce de carreteras- al atravesarlo una señora mayor algo distraída…
Natural que un recorrido de tales dimensiones y objetivos artístico- espirituales implicase también anécdotas, impresiones y detalles que no constan en las crónicas y sí en el ánimo y recuerdo del Santo Peregrino por nuestra bendita tierra, ¡bendecida también por El!
Uno conoce y tiene el privilegio de sentirse y de ser considerado amigo, desde hace años, posteriores al paso por este mundo del Papa Roncalli, de su sobrino-nieto Marco Roncalli, que así aparece, con objetividad, descrito en la solapa de una excepcional -por documentación y rigor histórico- biografía titulada Giovanni XXIII: Una vita nella Storia: «Marco Roncalli, periodista y ensayista, ha publicado volúmenes de tema histórico y religioso, y colabora en las páginas culturales de diarios y revistas. A la figura de Angelo Roncalli, Papa con el nombre de Juan XXIII, del que es sobrino nieto, ha dedicado una gran parte de sus escritos».
Crédito más que suficiente, está uno seguro, para los lectores de este escrito. Suficiente para quien lo conoce y se siente amigo suyo desde hace años. En una nota de la biografía citada he tenido ocasión de leer algo que no me sorprendió, pero en lo que no había caído: «En el primer viaje, cuando era Nuncio en Francia, Roncalli había sido escoltado en territorio español por representantes del Gobierno del general Franco. En el segundo, en cambio, lo acompañaron eclesiásticos que serían conocidos como José Sebastián Laboa y José Ignacio Tellechea Idígoras«.
Desde entonces, las cosas han cambiado mucho, ni que decir tiene. Tanto durante su primera peregrinación (abril 1950) como durante la segunda (julio 1954), aquí había un régimen y una política que no eran los de hoy. Por ejemplo, aún no «cabíamos» en la Unión Europea, con sus pequeñas o grandes ventajas. En tema de libertad de movimiento (¡más bien carencia de!), de entrada y de salida o de moverse por el país, hasta la bendita peregrinación de un Santo estaba sometida a posibilidades de control. Un Santo, en tal caso, que pertenecía al cuerpo diplomático (eclesiástico) y que ejercía precisamente en un país -Francia- que al de aquí le inspiraba por entonces escasa confianza.
Entre otras cosas, parece ser, el Nuncio de la Santa Sede en la parte de allá de los Pirineos no sólo era muy correcto con quienes, una vez que se entablaron relaciones desde aquí, representaban a la España donde mandaba Francisco Franco, sino que antes y después era cristianamente amable con otros como parece ser lo fue con un peneuvista (José Antonio de Aguirre) buen cristiano expulsado, que no sólo estimaba y era estimado por el que representaba a la Santa Sede a la muy fiel luz del espíritu del Evangelio y al que hasta en algún caso le pidió poder oír misa en la capilla privada del Nuncio apostólico de la Santa Sede. Lo cual parece ser que no fue bien interpretado de la parte de aquí de los Pirineos.
En un volumen, segundo de los que detallan los Anni in Francia (Años en Francia) de Angelo Giuseppe Roncalli/Giovanni XXIII correspondientes a 1945-1948, anotado por Étienne Fouilloux, se registra, entre las audiencias llevadas a cabo el 29 de mayo de 1945, una a Jesús María de Leizaola y a Javier Landaburu, como rappresentanti dei Baschi, con una nota a pie de página asegurando, en francés: Une telle audience aux représentants des Basques en exil ne peut que mécontenter Madrid (Tal audiencia a los representantes vascos no podía menos de caer mal en Madrid).
Una anotación del Nuncio Roncalli en el volumen correspondiente al 5 de diciembre de 1945, explica: «De un contacto con Manuel Fernández Conde, de la Secretaría de Estado (Vaticano), he comprendido que tengo que ejercer cada vez mayor vigilancia sobre mis expresiones con quien quiera que sea. Un simple ¿No os asusta la sangre? expresado de broma a un padre francés que iba a España, fue interpretado en España como manifestación de mi desestima del actual régimen. Sin embargo no se trataba más que de una forma de hablar para corregir la tendencia francesa, tan propensa a ver mal todo lo español. Tendré que estar atento». Fouilloux comenta el «incidente» con la doble nota siguiente: «Sin romper todos los lazos diplomáticos con Madrid, Francia cerraría la frontera pirenaica en marzo de 1946… Es el caso de asegurar que la expresión, aunque pronunciada en sentido irónico, se prestaba a confusión. Sólo que… ¿cómo se informó a la Secretaría de Estado».