Josep Miquel Bausset

Maria: «Virgen humilde, flor de honor»

El Misteri es un tesoro cultural y patrimonial de los valencianos

Josep Miquel Bausset
Josep Miquel Bausset

Y es que Maria, que nos acompaña en el camino de la fe, es la mujer dócil al Espíritu

Son éstas las palabras que canta San Pedro, cuando en el Misteri o Festa d’Elx se encuentra con Maria. Y es así como los cristianos reconocemos e invocamos a la Virgen: «humilde, flor de honor, Madre de nuestro Redentor». La Festa d’Elx, proclamada por la UNESCO, «Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad», nos recuerda cada agosto la devoción del pueblo valenciano a Santa María, «Virgen santa y pura», aquella que «precede el peregrinaje del Pueble de Dios, como signe de esperanza y de consuelo» (Lumen Gentium 55)

Es en el presbiterio y gracias a una tramoya del «cielo», desde la cúpula, que cada año tiene lugar el Misteri. Así se describe en el «Memorial» de Marcos Evangelio (de 25 de noviembre de 1760) sobre las obras de la iglesia: «Arreglado al diseño se reconoze también construido el lienzo que deve servir para la festividad de Nuestra Senyora y cubierta de la media naranja por donde se han mudado las tramoyas, y ha servido en el presente año con otros ynstrumentos ynterinos que se acordaron a causa de no haverse podido concluir los tornos, sin embargo de hallarse muy adelantados y lo estarán para el año que biene». Fue el arquitecto Marcos Evangelio, quien desde el 1754 al 1767 restauró i acabó la fábrica del templo.

El Misteri es un tesoro cultural y una de las joyas más preciadas del Patrimonio Cultural de los valencianos. Su origen medieval está unido a la fiesta de la Asunción de Santa Maria.

El Misteri, que se representa en la basílica de Santa María de Elx, consta de dos partes: el 14 de agosto se representa la Vespra, en la cual la Virgen, en su deseo de subir al cielo para encontrarse con su Hijo, va reuniendo a los apóstoles para despedirse de ellos. La Vespra acaba con la muerte de Maria. El segundo acto, la Festa, tiene lugar el 15, y comprende la Asunción de la Virgen y su coronación por parte de la Santísima Trinidad.

El obispo emérito de Oriola-Alacant Rafael Palmero en una de les sus cartas pastorales, muy apropiadamente destacaba la humildad de la Virgen Madre, un hecho que también hace notar el Misteri en el canto de los apóstoles durante el entierro de María: «flor de virginal bellesa, temple d’humilitat, on la Santa Trinitat fon enclosa e contesa». (Flor de virginal belleza, templo de humildad, donde la Santa Trinidad, fue contenida)

La fiesta de la Asunción de la Virgen se celebra con gran veneración en muchos pueblos valencianos, como Costur, Penàguila, Bètera, Albocàsser, Castell de Guadalest o Paiporta, y son muchos también los templos iglesias dedicadas a la Virgen de la Asunción., llamada también popularmente, Virgen de Agosto. Y es que Maria, que nos acompaña en el camino de la fe, es la mujer dócil al Espíritu, que obediente a la Palabra de Dios, hizo posible la Encarnación de Jesucristo.

Siempre que he tenido la alegría de ver el Misteri, tanto en Elx como también en Montserrat (en la representación extraordinaria que la Capilla del Misteri hizo de la Festa, el julio de 2004) he podido constatar la devoción de los valencianos a la Virgen, aquella que como dijo San Ambrosio «es imagen de la Iglesia por la fe, la caridad y la unió con Cristo». Por eso todos los cristianos invocamos con devoción la intercesión de Santa Maria: «pura fon e sens pecat la Mare del Déu glorificat, advocada dels pecadors», como canta en valenciano el Misteri. (Pura fue y sin pecado la Madre del Dios glorificado, abogada de los pecadores)

La Festa d’Elx, que describe la dormición, Asunción o glorificación de Santa Maria, nos recuerda la plenitud y la felicidad a la cual fue destinada Maria en su perfecta configuración con Jesús Resucitado. De hecho, el triunfo de Maria en su Asunción, se debe a su asociación en la Pascua de Cristo.

En la Festa d’Elx, tesoro incomparable que tenemos los valencianos, podemos ver la exaltación de Maria, la «llena de gracia» (Lc 1:28) y la «bendita entre todas les mujeres» (Lc 1: 42) que es madre de los creyentes y «honor de nuestro pueblo» (Jt 15:9) Y por eso los cristianos, de generación en generación, proclamamos a Maria, la profetisa del Magníficat y la bendita Madre de Dios.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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