¿Y no va a ser más importante para nosotros la salud de los pobres que las ganancias de los ricos?
(José M. Castillo, teólogo).- Da miedo pensarlo. Pero es así. Cada día queda más patente el descaro y la desvergüenza de los que negocian con todo lo que se puede negociar en este mundo. Ahora le ha tocado el turno a nuestra propia salud. Con motivo de la muerte del misionero Miguel Pajares, víctima del virus del ébola, ha quedado meridianamente claro que lo que interesa, a la imponente maquinaria mundial que gestiona la salud de la humanidad, no es precisamente la salud de los humanos, sino las ganancias que nuestra salud les proporcionamos a las empresas que se dedican a negociar con el seguro negocio de nuestra sanidad.
Lo han dicho, sin pelos en la lengua, los funcionarios de la OMS y algún que otro atrevido funcionario de las multinacionales farmacéuticas. Ellos no hacen «medicamentos para pobres». Porque, como es lógico, los pobres no aportan ganancias, sino problemas. De ahí que la malaria o ahora el ébola, ahí están. Campando a sus anchas por el mundo pobre, matando a millones de criaturas cada año, mientras que en los países ricos ya no sabemos las cremas y potingues que hay que untarse para estar guapos.
El negocio descarado de la salud más pujante que nunca. Y hay quienes quieren estrujarlo para que rinda más. ¿Por qué, si no, tantos intentos de privatizar hospitales, medicamentos y todo cuanto se puede poner en manos de empresas privadas, aunque eso suponga que los pobres tendrán que aguantarse y morirse (si es preciso) para que el negocio aumente?
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