La visita a Corea fue estratégica en el mapa de la fe, según los medios de ese país
(Guillermo Gazanini).- Grandes lecciones dejó la visita del Papa Francisco al Lejano Oriente. En Corea florece la Iglesia que ya no es extraña ni enemiga; si bien es minoría, crece a un ritmo envidiable, sobre todo por las extraordinarias conversiones, el compromiso y la fidelidad de un pueblo marcado por la división y la guerra en la península estratégica para los intereses de las grandes potencias en tenso conflicto.
La primera lección es la fe de Corea, la cuarta nación con el mayor número de santos y beatos. El 6 de mayo de 1984, Juan Pablo II elevó a los altares a 103 mártires quienes creyeron «por los libros traídos desde China»; los laicos misioneros bautizados en el gigante asiático fueron «la buena semilla (de la que) nació la primera comunidad cristiana en Corea, una comunidad única en la historia de la Iglesia en razón del hecho de que fue fundada en su totalidad por los laicos. Esta Iglesia naciente, tan joven y tan fuerte en la fe, soportó ola tras ola de feroz persecución.
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