Creo que nadie podrá o deberá discutir el poco acierto de Juan Pablo II al marginar al Cardenal que acaso más le podría haber ayudado en su pontificado
(Josep M. Bausset, monje de Montserrat).- Con motivo del centenario del nacimiento del cardenal Vicent Enrique i Tarancon, el Ayuntamiento de Borriana, la ciudad natal de D. Vicent, editó una Miscelánea de homenaje al cardenal de la Transición. Entre los numerosos personajes que participaron en esta Miscelánea estaba el obispo Ramón Echarren.
El que fue obispo auxiliar de Tarancon en Madrid, escribía: «El cardenal fue, sin duda, aunque algunos se empeñen en negarlo, una figura clave en la transición española, de la dictadura a la democracia. Fue también una figura clave en la transición, nada fácil, de una Iglesia plácidamente instalada en el nacional-catolicismo, a una Iglesia desinstalada, que se abría ya al futuro, superando (al menos de momento), un pasado que, sólo mediante extraños equilibrios, lograba no anclarse en mil fracasos».
El obispo Echarren subrayaba la importancia del papel jugado por el cardenal Tarancon, «aquel que iba a conducir el rumbo de la Iglesia en España en aquellos años nada fáciles». Por eso Echarren lamentaba la manera como el cardenal fue apartado por Roma: «Creo que nadie podrá o deberá discutir el poco acierto de Juan Pablo II al marginar al Cardenal que acaso más le podría haber ayudado en su pontificado. Algún día se conocerán las razones del Papa, reales o ficticias, para aquella decisión, hoy día de tan difícil comprensión».
El obispo Echarren recordaba la leyenda negra que había envuelto al cardenal, un hombre del cual «no recuerdo nunca una actitud de venganza». Echarren, que conocía de cerca a Tarancon, sabía que el cardenal condujo a la Iglesia «por una posición evangélica de debilidad, un gesto que entrañaba un serio intento de imitación del Señor, de su kénosi». Y añadía: «aunque fue interpretado por unos y por otros como un signo de debilidad y una especie de vía libre para poder hacer de la Iglesia blanco de toda clase de ataques».
Con motivo también del centenario del nacimiento del cardenal Tarancon, el obispo Ramón Echarren escribía un artículo en el monográfico de la revista valenciana, Saó, de mayo de 2007. En su colaboración, el obispo Echarren recordaba que Tarancon «había aprendido a valorar los ambientes y las actitudes de respeto, de diálogo intraeclesial y con el mundo, con los que pensaban de diferente manera, buscando una Iglesia neutral desde punto de vista político. Una Iglesia sin agresividad, sin odios ni animadversiones, basada en la aconfesionalidad de les instituciones civiles y en el cumplimiento de las leyes».
Según el obispo Echarren, Tarancon quería una Iglesia que, en el ámbito de la Conferencia Episcopal fuese realmente dialogante, respetuosa, incapaz de descalificar a los adversarios, generosa, comprensiva». Y como fruto de la independencia de la Iglesia y el Estado, el obispo Echarren subrayaba que Tarancon defendía que los políticos tuviesen «en cuenta el bien común, el bien de tota la población, porque la fe no se puede impones a través de leyes».
Es verdad que Tarancon fue acusado de estar cerca del PSOE. Pero Echarren rebate esta idea, ya que el cardenal no estuvo nunca ni cerca del PSOE ni tampoco de ningún partido presuntamente confesional. El cardenal valenciano quería la independencia de la Iglesia y del Estado.
En este artículo en la revista Saó, el obispo Ramón Echarren denunciaba en 2007 (a diferencia de lo que pasaba en tiempos del cardenal) la actitud de la Iglesia actual de elaborar «un discurso y una estrategia de polarización con el Estado, buscando que se legisle, no de acuerdo con la búsqueda del bien común, sino de acuerdo con el Magisterio eclesiástico». Y así mismo denunciaba la afinidad de la mayoría de los obispos con la derecha española.
En una entrevista del año 1990, y a preguntas de si él era la UGT del episcopado, Echarren respondió: «De alguna manera sí». D. Ramón defendía que la Iglesia era más para los marginados y denunciaba la venta de armas. Preocupado por los más pobres, el obispo Echarren decía en otra entrevista del mismo año: «Estamos viviendo en una democracia salvaje, de liberalismo salvaje, que ayuda de verdad a los ricos». Y en otra entrevista del año 1991, el obispo D. Ramón decía que Alfonso Guerra estaba más cerca del Evangelio que Felipe González, ya que éste apoyaba a Carlos Solchaga, «que está más cerca de defender a los más ricos, a los que están mejor situados, que de los pobres».
El obispo Echarren en su colaboración con la revista Saó y también en la Miscelánea de homenaje a Tarancon, venia a decir que el cardenal de la Transición fue por encima de todo un hombre de consenso y de diálogo, profundamente respetuoso con el pluralismo de la Iglesia y del Estado, un hombre que valoraba la diversidad y las diferencies no como un peligro sino como un elemento que enriquecía a la sociedad y a la Iglesia.