ue toda persona lleva escrita en su frente la prohibición “no matarás”. Que las víctimas injustamente silenciadas están pidiendo justicia, rectificar lo torcido
(Jesús Espeja).- Aunque nunca definido positivamente, lo humano es barruntado y deseado en situaciones donde se lesionan los derechos fundamentales de las personas como son la vida y la libertad. A veces el deterioro es tan arraigado y la metástasis del cáncer tan generalizada que no sabes por dónde cortar. En todo caso no es honrado cruzarse de brazos.
Hay pueblos donde la injusticia institucionalizada, el crimen callejero y la impunidad jurídica siembran terror en la gente y paralizan cualquier proyecto para buscar un arreglo. La corrupción por la codicia insaciable denuncia la sombra negra y la mentira de nuestra democracia. Ya es doloroso ver cómo se desangran palestinos y judíos en una guerra sin fin . Y se congela la sangre en las venas ante los crímenes contra la humanidad que grupos con tinte religioso fundamentalista están perpetrando en Iraq y en otra regiones. Uno se pregunta: ¿Por qué no reaccionan y atajan cuanto antes esos desmanes los países que han firmado la Declaración sobre derechos humanos?
Aburren ya las tertulias sobre dimes y diretes de políticos trepando por conseguir y mantener el poder. A veces da la impresión de que perdemos tiempo y energías metidos en nuestro avispero. Y mientras como si no fuera con nosotros nos acostumbramos a ver en televisión a un hombre cortando la cabeza de otro porque no piensa como él o no practica su religión. ¿Cómo podemos permitir que todavía en pueblos de A.L., cuyo talante humanista es admirable, se mate impunemente a personas y los jueces, atemorizados o corruptos, no puedan hacer justicia? ¿Cómo seguir tolerando que políticos, al fin y al cabo funcionaros pagados por el pueblo, tengan cuajo para llenar sus arcas sin escrúpulos mientras miles de jóvenes se quedan por el camino sin futuro y sin sentido?
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