Leer y "practicar" la Biblia desde ese fondo, al servicio de la vida universal y de cada familia concreta es nuestra primera tarea, nuestro reto de cristianos nuevos del tercer milenio
(X. Pikaza, en Verbo Divino).- No hay en el mundo un libro de familia tan valioso como la Biblia, no sólo para judíos y cristianos, sino para todos aquellos que quieran seguir abriendo un camino de vida en la tierra. Ella sigue siendo el texto clave de nuestra identidad, y así debemos acoger su palabra para entender lo que somos y anticipar lo que debemos ser en horas inciertas como las nuestras.
La Biblia viene de un pasado antiguo, pero su llamada mesiánica alumbra nuestro itinerario más moderno, y su influjo no cesa, ni cesará de impulsarnos, mientras haya personas que quieran que Dios hable en su vida, de un modo especial en este tiempo, cuando un tipo de familia tradicional se desploma y parece que nos deja a la intemperie.
Si se apaga el amor entre los mayores y se deja de acoger y educar en amor a los pequeños, la concordia sobre el mundo cesa, y la misma humanidad corre el riesgo de destruirse a sí misma, como sabe y dice la Biblia, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Hoy sabemos producir y acumular (y hay en el mundo gran riqueza), pero si no creamos vida humana, en amor y justicia, es decir, en familia, acabaremos matándonos todos.
Éste es a mi juicio el reto de la humanidad en el siglo XXI, éste es el argumento central de la Biblia, que nos empieza situando ante la gran encrucijada: «Pongo ante ti la vida y la muerte… Elige la vida y vivirás…» (cf. Dt 30, 19-20). Leer y «practicar» la Biblia desde ese fondo, al servicio de la vida universal y de cada familia concreta es nuestra primera tarea, nuestro reto de cristianos nuevos del tercer milenio.