Muchos de estos jóvenes que se embarcan en movimientos radicales representan un desesperado movimiento de excedente humanos, inutilizables desde el punto de vista económico y social
(Manuel Mandianes, antropólogo).- Yihad significa esforzarse por seguir las enseñanzas de Alá, y también se utiliza para referirse a la lucha por defender las propiedades y los derechos de una persona o por ayudar a los pobres. Siempre se utiliza en el sentido positivo de tratar de cumplir la voluntad de Alá, de exhortar a alguien a trascender sus propios intereses y ayudar a los demás.
El fundamentalismo islámico confunde ciudad celeste y ciudad terrestre, poder civil y poder religioso; identifica ley y naturaleza. Alá es el principio inmediato, último y supremo, inamovible de todo, incluida la violencia. Al guiar a los individuos hacia una fidelidad a la umma o comunidad de creyentes islámicos redifine las lealtades personales hacia una entidad comunitaria superior a la familia sin anular ni despreciar a ésta.
Lleva consigo muchos mártires que mueren matando y dan a su muerte la significación de testimoniar que existen verdades que no pueden ser acalladas por muchos que sean los que lo intenten. Los mártires ponen su verdad por encima de cualquier otra realidad mundana; no les importan sus propias comodidades, están listos para llegar al sacrificio final.
Cualquier cosa que provoque la muerte de un inocente está específicamente prohibida por el Corán, donde se afirma que quitar la vida a un solo inocente es como quitársela al mundo entero pero, para un fundamentalista, el infiel deja de ser inocente.
La religión se vuelve fuente de autoridad moral. El Corán nunca ha dejado de ser una herramienta en las manos de algunos militares y líderes para justificar la dictadura y la violencia.
Los jóvenes de la segunda generación de emigrantes, que viven entre dos mundos y no son totalmente aceptados, sienten orgullo de los islámicos revolucionarios porque les hacen sentirse poderosos; les faltan puntos de referencia psicológicos y culturales; no saben donde situarse porque no se reconocen ni en la tradición de sus padres ni en la sociedad liberal de Occidente.
Así surgen apasionados del Islam, esa religión que para ellos desempeña el papel de signo de identidad y de punto de referencia que da seguridad. Muchos de estos jóvenes que se embarcan en movimientos radicales representan un desesperado movimiento de excedente humanos, inutilizables desde el punto de vista económico y social.
Las imágenes hostiles de semejantes movimientos solo podrán ser definidas sociológicamente como grupos de jóvenes, encendidos por el resentimiento y el misticismo de la violencia, religiosa, política y culturalmente explotados. Mientras los políticos occidentales no reconozca abiertamente y como fundamental la dimensión religiosa del yihadismo estarán dando palos de ciego