Gregorio Delgado

Estructuras, habladurías, evangelización

"Los eclesiásticos andan en dimes y diretes"

Estructuras, habladurías, evangelización
Gregorio Delgado

No se pueden pasar por alto ciertas conductas, sea quien sea su protagonista. El pueblo fiel asiste confuso e incrédulo al espectáculo

(Gregorio Delgado).- Una de las cosas que más llaman la atención cuando se entra en contacto y desea participar en las comunidades parroquiales es el mal ambiente que se percibe. Este mismo contra testimonio es, por desgracia, también realidad entre el clero, sobre todo cuando se juzga la labor del obispo y su curia de gobierno, cuando se valoran los nombramientos y cambios estructurales que se piensan introducir a fin de adaptarse a circunstancias concretas -como la escasez de sacerdotes-, cuando surge algún gravísimo escándalo eclesial que implica a miembros significados del clero, etcétera.

En Mallorca, por ejemplo, se viene padeciendo semejante mal ambiente desde mucho tiempo atrás, agravado -sin duda- por posicionamientos nacionalistas de un sector del clero, que producen división y enfrentamiento. Es tan obvio que nos libera de historiarlo.

La caridad, en muchos casos, brilla por su ausencia. Casi todo el mundo habla mal del otro. Los eclesiásticos andan en dimes y diretes, pasan gran parte del tiempo en porfías y disputas, les divierte señalar la viga en el ojo ajeno, sobre todo si es el de la autoridad.

Uno advierte de inmediato que no se vive la unidad ni la comunión. Al contrario, impera la envidia, los celos, el ‘chismorreo’ y las antipatías personales. Incluso se falta, a veces, gravemente a la justicia y al respeto a los derechos de los demás.
Este innegable estado de cosas es desolador, genera una creciente ineficacia de la acción pastoral, revela la mínima vida interior de quienes lo practican y, al mismo tiempo, significa que no se entiende ni se vive ni se ha hecho suyo el testamento espiritual de Cristo en la última cena con sus discípulos (Jo 17, 11 y 21-23). ¿Dónde están las piedras vivas sobre las que construir la Iglesia o la comunidad de los creyentes en Cristo? ¿Cómo se piensa ser eficaces a la hora de evangelizar?

Soy consciente de lo mal que a muchos caerán estas reflexiones. Lo entiendo pues no ignoro las debilidades humanas. Tampoco me importa mucho la opinión que tengan sobre mi persona. No pretendo dar lecciones a nadie. Simplemente quiero poner al servicio de los demás mi saber y mi experiencia, así como el dolor que me acompaña ante la respuesta que, a veces, se otorga desde la fe a las situaciones más ordinarias y sencillas de la vida.

Quiero apoyarme en el juicio severo y exigente del Papa Francisco en la audiencia general del pasado 27 de agosto (OR 35, 2014, pág. 8): «A veces, en efecto, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares donde se comparte y se vive en comunión, están tristemente marcadas por envidias, celos y antipatías… Y las habladurías están al alcance de todos. ¡Cuánto se murmura en las parroquias! Esto no es bueno». Más claro agua.

Después de algunos ejemplos, concluye el Papa: «Pero esto no es la Iglesia. Esto no se debe hacer, no debemos hacerlo… Esto es humano pero no es cristiano. Esto sucede cuando aspiramos a los primeros lugares, cuando nos ponemos nosotros mismos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestros modos de ver las cosas, y juzgamos a los demás; cuando miramos los defectos de los hermanos, en lugar de sus dones; cuando damos más peso a lo que nos divide en lugar de aquello que nos une…». Más claro agua.

No es extraño antes estas situaciones que nos llame a todos a hacer seriamente un examen de conciencia: «En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves porque lo convierte en signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es por definición el que separa, quien arruina las relaciones, insinúa prejuicios…».¡Que cada cual mire en su interior y se juzgue a sí mismo!
Es inútil hablar de evangelización, de pastoral, de adaptación a los tiempos. La clave es otra muy diferente. Todos los días -y desde perspectivas diferentes- nos lo recuerda Francisco. Lo anterior, la división, ya la hemos experimentado y ya hemos visto cuáles han sido sus frutos. ¿Cuándo sabremos sacar la lección y obrar en consecuencia?

Me parece oportuno el esfuerzo que el obispo y su curia vienen realizando por organizar la prestación de los servicios eclesiales en las nuevas circunstancias ahora existentes. Es una necesidad. Pero no conviene perder de vista el criterio evangélico. Lo ha dicho también el otro día el Papa Francisco: «Y no tengáis miedo de cambiar las cosas según la ley del Evangelio… Por eso la Iglesia nos pide que dejemos a un lado las estructuras caducas: ¡no sirven! Y coger odres nuevos, los del Evangelio».

Me parece oportuno el referido esfuerzo de adaptación pero éste será ineficaz si, por ejemplo, la respuesta, ante los muy graves escándalos eclesiales protagonizados por significados eclesiásticos, no viene determinada por una búsqueda sincera de la verdad y la justicia (Mons Scicluna). Para quienes piensan que lo mejor es callar -la vieja y reprobada actitud eclesial-, les animo a repasar los principios informadores que han de inspiran la investigación de ciertas conductas eclesiales (Delgado, G., La investigación previa, Pamplona 2014, págs. 51-78). No se pueden pasar por alto ciertas conductas, sea quien sea su protagonista. El pueblo fiel asiste confuso e incrédulo al espectáculo. Lo que quiere es testimonio de vida, que impere la verdad y la justicia, así como el respeto de los derechos de todos.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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