Juan Pablo Somiedo

Los malos inquisidores

"Algunos obispos son auténticos inquisidores al estilo de Tomás de Torquemada"

Los malos inquisidores
Juan Pablo Somiedo

La actual estructura de la Iglesia con los obispos con plenos poderes es una estructura que favorece el pecado

(Juan Pablo Somiedo).- De un tiempo a esta parte se ha instalado en la Iglesia, quizás como contagio de la sociedad en la que vivimos, una especie de cainismo clerical. Me explico. Se trata de curas que critican a otros curas o ponen «etiquetas» o «sanbenitos» a otros compañeros. Normalmente estas informaciones sesgadas o malintencionadas, cuando no directamente falsas, llegan al arzobispo de turno que, frecuentemente, las acepta como información válida para su toma de decisiones. La envidia está detrás de muchas de ellas.

Es sabido que algunos curas hacen de chivatos para esconder o tapar su propia mediocridad o ganarse el favor del obispo en cuestión, entre ellos muchos Vicarios que, seguramente, no debieran ostentar ese puesto. Seguro que ustedes saben a qué me refiero. Que si éste no usa clériman, que si es demasiado progresista, que si critica al obispo, que si no atiende las parroquias, que si no colabora con sus compañeros, que si se ve con una chica, que si es homosexual, que si…que si…que si… Los obispos, lejos de criticar estas actuaciones, parecen sentirse cómodos con ellas.

La cuestión es que el pobre cura está completamente indefenso. Cuando va a ver al obispo de turno éste le empieza a contar cosas que parecen salidas de contexto y a acusarle de otras. Entonces el cura en cuestión le pregunta de dónde sale la información y ¡Ah sorpresa!. No dice de dónde sale la información para no descubrir a sus fuentes (que en el 80% de los casos son otros compañeros) pero ¡Ah sorpresa! tampoco tiene pruebas de lo que dice. Y es que, queridos amigos, el obispo interpreta esa información según le caiga el cura o según las apariencias. A eso se le llama sesgo cognitivo.

Jamás va a tomar por verdaderas informaciones sobre ciertos curas pero inmediatamente va a sospechar si las mismas informaciones se refieren a otros curas más progres o considerados más díscolos o, sencillamente, que le caigan peor. Habría que decirle a estos obispos que la Iglesia nunca ha avanzado gracias a curas conservadores, sino a curas que viven en las fronteras que, frecuentemente, han vivido sumergidos en el pecado como San Agustín o el mismo Iñigo de Loyola y se han convertido de corazón y que experimentan en sus vidas la complejidad social y saben llevarla a la oración personal rompiendo tópicos y tabúes varios y haciendo a la institución más flexible y más cercana al palpitar de la vida real y cotidiana.

Otra de las medidas habituales es cambiar al cura de destino basándose en comentarios, pero sin que el interesado sepa verdaderamente cuál es la razón de su traslado. Y lo que puede ser un pequeño desliz o un granito de arena pronto se convierte en una montaña y tanto el cura como el obispo entran en un bucle de desconfianza y no retorno que hace tanto daño al cura como a la institución misma.
Estos son algunos obispos que tienen que sufrir los curas. Auténticos inquisidores al estilo de Tomás de Torquemada que son capaces de acusar sin pruebas y no favorecen la transparencia al dar por válidas determinadas informaciones sin tratar de hacer posibles careos entre el acusado y el acusador.

Se han afirmado montones de estupideces, calumnias y mentiras varias sobre curas que no han podido defenderse y que luego, tristemente, han resultado ser falsas e interesadas. ¿Dónde está aquí el Código de Derecho Canónico que algunos tanto alaban y cacarean?. Calumniad, calumniad, que algo quedará escribía Voltaire. ¿Qué diría Jesús de todo esto?.

Además hay otros hechos que demuestran que el engranaje de las estructuras no funciona. La estructura debe servir de instrumento para encauzar el comportamiento y evitar desviaciones e injusticias en el normal proceder de la institución. Pero no sucede así. Si el obispo acusa a un cura de ser homosexual y lo aparta del ministerio por ese motivo, entonces lo lógico sería aplicar esa norma siempre. Pues no. Se condena a unos y se salva a otros aun sabiendo que están en la misma situación o peor.

Lo mismo sucede con el tema de las mujeres. A unos se les pone en la picota y otros no se les toma en cuenta. Además no existe ningún tipo de mecanismo de control que certifique si el obispo está acertado o no lo está. ¿Estoy diciendo que la Iglesia no es justa?. No, queridos amigos, estoy diciendo que la estructura no favorece comportamientos adecuados.

Ahora bien, alguno argumentará que el obispo sólo actúa cuando tiene conocimiento del caso. Mentira. Saben de sobra cuántos casos hay porque son evidentes pero miran para otro lado según qué cura y según qué circunstancias.

La actual estructura de la Iglesia con los obispos con plenos poderes es una estructura que favorece el pecado, favorece lo que tanto se da en la sociedad a la que criticamos. Debemos alejarnos del pecado, de las habladurías, intentar buscar la objetividad, tratar de salvar antes que condenar, pero sobre todo, debemos rezar mucho. La herida profunda de la Iglesia no va a sanarse sin las medidas necesarias pero tampoco lo va a hacer si no nos sinceramos ante Dios y buscamos de verdad un cambio en nuestros corazones y en nuestras conductas que purifique la Iglesia desde dentro.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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