Sin duda es preocupante el peso que van cogiendo determinados movimientos evangélicos y seudoevangélicos, y sus representantes metidos en política, convirtiéndose en una especie de "tea party" brasileño
(Pedro Tarquis).- Cuando J.F. Kennedy fue candidato a la presidencia de Estados Unidos se desató una tempestad en la nación. En especial por pertenecer a la religión católica.
La «amenaza» de que llegase a la Casa Blanca alguien que no cumplía el patrón WASP (blanco, anglosajón y protestante) creaba miedo, inseguridad y daba pie a todo tipo de prejuicios: que el Papa iba a gobernar desde Roma a Washington y EE.UU. si era elegido era una de las ideas más repetidas. Y por supuesto esto era utilizado como arma arrojadiza por sus oponentes o simplemente por el puro postureo amarillista.
Con Marina Silva, la ecologista que sigue a Jesús desde su fe genuina y convencida como cristiana evangélica, miembro de una iglesia pentecostal, ocurre un fenómeno en algunos puntos similar. Sería la primera vez que una persona (además mujer) de fe protestante accedería a la Presidencia de Brasil, el país «más católico» (cada vez menos) del mundo.
Se le echa en cara que depende del voto evangélico (como si el resto de candidatos no «sufre» del mismo «mal»), o por ejemplo que la Biblia es una referencia que influye en su actividad. Esto último es curioso porque se lanza como una especia de estigma, cuando la Biblia es el Evangelio de Jesús, y por mucha burla o ateísmo que se tenga prácticamente nadie puede negar el peso de los valores y mensaje de Jesús de Nazareth: honradez, esfuerzo y trabajo responsable, dignidad igual de todas las personas, que quien tenga autoridad sirva como si fuese el último.
Ojalá que todos quienes tienen tarjetas opacas, manejan bolsas de basura llenas de dinero, usan cuentas B, y trapichean para su beneficio con el dinero público tuviesen la Biblia como referencia. Pero sin duda hay un aspecto que sí es cierto, y es que los valores cristianos en materia de moral sexual son contrarios a la corriente de hoy en día.
En este aspecto hay dos líneas en el protestantismo (y en cualquier religión o corriente de pensamiento). Una, similar a la del nacional catolicismo español, que es imponer a la sociedad mi moral porque considero que es lo mejor, como si la sociedad fuese la Iglesia. Otra, en la que se desea buscar un espacio común en el que podamos sentarnos para lograr un equilibrio de sensibilidades, algo que generalmente quien está en el poder desecha (para cuando lo pierda quejarse de que quien ha accedido hace lo mismo).
En esas líneas se mueven o han movido tanto George Bush (padre e hijo), como Jimmy Carter y Obama, todos ellos declarados cristianos protestantes, por citar casos que muestra lo diverso de las politicas de personalidades que tienen en la Biblia una referencia personal importante.
Sin duda es preocupante el peso que van cogiendo determinados movimientos evangélicos y seudoevangélicos, y sus representantes metidos en política, convirtiéndose en una especie de «tea party» brasileño. Pero ese es otro tema, y desde luego aunque Marina Silva no quiera enfrentarse a ellos (ni los demás candidatos) en absoluto creo que tenga ninguna deuda ni atadura más allá del propio juego político.
Hay otra cuestión. Aunque los cristianos evangélicos son (somos) moralmente conservadores, salvo deshonrosas excepciones más o menos visibles y numerosas, se vive con intensidad la justicia social. Porque muchos son desfavorecidos, o porque se quiere ayudar a esos desfavorecidos, se convive von ellos. En este aspecto, hay a menudo un choque íntimo entre justicia social y valores morales. Por ejemplo, ¿no a permitir el aborto y sí a un mercado y a una política que abandona a los enfermos crónicos, discapacitados y personas en situaciones precarias? ¿Sí a la defensa de la familia tradicional que luego se abandona en manos de hipotecas abusivas, preferentes bancarias, y políticas sociales que sólo piensan en el negocio y que en definitiva dañan la misma familia tradcional?
Y una tercera y última. Si algo defiende un cristiano evangélico o protestante es la libertad de conciencia. Puede haber consignas, pero no existe un peso moral o espiritual que obligue a obedecerlas, ni que pese en la conciencia.
Por ello, si según la encuesta publicada el pasado mes de septiembre, el 43% de los electores evangélicos (que suponen unos 27 millones de votos) apoyarán a Marina Silva, frente a un 32% que se decidirá por Dilma Rousseff, será fundamentalmente porque piensan que lo van a hacer bien, no porque sean de una u otra confesión.
Comentar desde Facebook