Lo mejor que nos puede pasar a todos es poder contar, a veces sin palabras, lo bueno o lo malo que nos haya pasado en la vida
(Víctor Manuel Márquez)- El silencio es más que el fruto de una experiencia buscada y adquirida, como enseñan las escuelas de silencio. El silencio es algo que sucede; es lo mejor de lo que pueda sucedernos. Sucede cada vez que los seres humanos nos lo damos unos a otros; nos damos, con la palabra, el silencio para escucharla. Al darnos el silencio, lo que nos estamos dando, en la práctica, es un sentido para nuestras vidas.
El sentido de la vida no es algo que esté ya ahí, antes de nosotros, esperando que lo descubramos. El sentido de la vida es algo que sucede en el don. Y el don, el más inmerecido, el único que merecería ser reconocido como fuente de todos los demás, de toda la felicidad a la que aspiramos en la vida, es el diálogo.
Lo mejor que nos puede pasar a todos es poder contar, a veces sin palabras, lo bueno o lo malo que nos haya pasado en la vida. Que haya alguien al otro lado esperando escucharlo es algo que necesitamos los seres humanos para vivir con dignidad.
Por eso acierta tan de pleno J. Antonio Vázquez, monje atento a la frontera, que, desde su monasterio soriano de Santa María de Huerta, se empeña en abrir caminos donde otros se empeñan en cerrarlos, como si el silencio no fuera inseparable de la palabra y el servicio a los demás, como no fuera ya siempre silencio del Verbo, que en silencio se hizo carne y uno como nosotros.
¡Que no! ¡que el silencio de los claustros brilla por su ausencia entre los hombres que tienen hambre y sed de justicia! Se podrán discutir los términos políticos de la plataforma que este monje promueve pero no que la vida religiosa necesita plataformas como la suya ni que solo en diálogo podrá humanizarse.
Comentar desde Facebook