Díaz Sariego: "Algunas intervenciones públicas de la Iglesia y de sus pastores han rozado el insulto, o al menos algunos ciudadanos así lo han percibido. Les costará perdonar algunos exabruptos eclesiales"
(Jesús Bastante).- Dominicos y paulinos demostraron anoche que, cuando hablamos de Evangelio, todos los seguidores de Jesús somos uno. Convocados por el maestro Jesús Espeja, los provinciales de ambas órdenes, Javier Carballo y Juan Antonio Carrera, acompañados por el obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, y el teólogo Jesús Díaz Sariego (autor del epílogo), presentaron «Meditación sobre la Iglesia» (Lo que no se puede decir), editado por San Pablo. Y presentado, como no podía ser de otra manera, en la casa madre de los predicadores: el colegio Virgen de Atocha.
«Jesús Espeja encarna, con su estilo sencillo y profundo, auténtico y comprometido, esa Iglesia evangélica y samaritana, que queremos ensayar y mostrar. Que es la única manera de poder ser fieles al seguimiento de Jesucristo. Una meditación profundamente creyente y pensante de alguien que es testigo, discípulo y por ello, maestro», señaló en su presentación Javier Carballo.
«El solo es toda una carrera de Teología«, subrayó Carballo, quien agradeció la prolífica producción editorial de Espeja, que «ayuda a pagar las deudas» de su convento. Echó el resto la congregación, presentando un pequeño trailer del mismo, destinado a que los presentes quisieran más, mucho más, de este magnífico libro.
Abrió el fuego monseñor Sánchez (en vísperas de una operación de cataratas), quien destacó que, «salvando las diferencias, a los que estudiamos la teología antes del Vaticano II se nos hizo llegar una idea muy limitada de la Iglesia», más preocupada en la defensa de las estructuras, especialmente del Papado. El Concilio «supuso un cambio fundamental en el conocimiento de la Iglesia, a responder a dos preguntas: Iglesia qué dices de ti misma, y qué dices al mundo».
El libro de Espeja «es un regalo para reconocernos como Iglesia», señaló el obispo, quien destacó dos claves del mismo: «Misterio y misión», y la convicción de que «todo hombre y mujer son hijos de Dios, y de todos podemos aprender, pues son imagen de Dios».
«La Iglesia existe para evangelizar. Su misión no es otra que enseñar, educar, santificar, acompañar en su nombre a los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, y siguiendo a Jesús se haga posible en el mundo la soberanía de Dios», proclamó el obispo, quien indicó que «Espeja percibe en todos los signos, aun en los más negativos, una oportunidad, una llamada de Dios. Incluso desde lo negativo».
Defendió Sánchez el diálogo, que «supone un doble proceso recíproco de dar y recibir», pues «siempre tenemos algo que aportar y que recibir». «La Iglesia debe partir de una visión positiva del mundo, sin ingenuidad ni catastrofismo, y ha de respetar la autonomía de los poderes temporales». Su misión «de naturaleza religiosa, se expone y no se impone, y no siempre tiene la respuesta esperada a las preguntas que se le proponen, pero sí la actitud de la propuesta del Evangelio».
«Somos imágenes de Dios, no dioses«, proclamó Sánchez, haciendo una llamada a la modestia en la institución. «La fe exige salida de nuestra tierra y de nosotros mismos», añadió. «Su actitud no puede ser de miedo, huida, evasión o condena, sino de diálogo y acción, Pero también de profecía. Ante actitudes de poder, el servicio; individualismo, amor y solidaridad». Y la referencia fundamental «ha de ser Jesús, partiendo de los excluidos».
Por su parte, Jesús Díaz Sariego, encargado del epílogo, habló profusamente del mismo durante su intervención. «Una meditación sobre la Iglesia debe ser permanente, más cuando transitamos caminos de dificultad«, señaló abundando en que vivimos «una Iglesia muy distinta a la de nuestros hermanos mayores».
«Algo se está moviendo, algo que nos conduce a una renovada configuración de la Iglesia. Porque la Iglesia está cargada de posibilidades, está cargada de futuro. Su crisis la hacen más evangélica«, señaló.
«El Evangelio es algo muy serio para ser transmitido de cualquier manera. Muchos ya no soportan los discursos de la Iglesia. El oyente merece respeto y admiración. Frente al maldecir, se reclama el biendecir» denunció, apuntando que «algunas intervenciones públicas de la Iglesia y de sus pastores han rozado el insulto, o al menos algunos ciudadanos así lo han percibido. Les costará perdonar algunos exabruptos eclesiales».
Por parte de la editorial habló Juan Antonio Carrera, superior provincial en España de la Sociedad de San Pablo (Paulinos) quien destacó el medio centenar largo de libros del autor, muchos de ellos en esta casa. «Los paulinos -señaló- queremos reivindicar la importancia de la Iglesia para la vida de los creyentes. Los paulinos nos consideramos hijos de la Santa Madre Iglesia, pues nuestro fundador siempre nos inculcó el amor a la Iglesia. Y en el centenario de nuestra fundación, desde nuestra fidelidad creativa a nuestros orígenes, queremos seguir caminando en la Iglesia y desde la Iglesia».
Finalmente, el protagonista, Jesús Espeja, quien comenzó su intervención denunciando cómo desde 1985, la teología reclamó «seguridades y certezas» que desembocaron en el Catecismo de 1992. «En ese momento, consciente de que es Jesucristo quien juzga la verdad de la Iglesia, y no al revés», comenzó esta obra. El segundo proceso conciliar, el de la involución, que olvida que «a Jesús no lo encontramos sino en la Iglesia».
«En los últimos años, las críticas a instituciones y procedimientos eclesiales, muchas veces justificadas, aumentaban, sentí la necesidad de comprometerme en y con la Iglesia. Como una meditación en voz alta escribí este libro». «Terminaba de redactarlo cuando llegó el Papa Francisco», reveló. Lo cual le hizo cambiar algunos aspectos, pero no el fondo.
«El Vaticano II dijo que en cierto modo el hijo de dios en la encarnación se ha unido a todo ser humano. La Iglesia es el signo, la encarnación visible. La comunidad de hombres y mujeres, una comunión de vida que lleva en su entraña la catolicidad o apertura incondicional a la humanidad, como amor, palabra y espíritu», que «defienda la dignidad de los excluidos, y desde ahí manifieste el camino de la verdadera yl plena humanización».
Este libro, señaló Espeja, «es una aproximación a la Iglesia en salida de la institucionalidad y juridicismo que da seguridad, al encuentro con la vida; una salida del eclesiocentrismo de mal humor, a la configuración con Cristo para hacer frente el reino de Dios, una sociedad fraterna;una salida del excesivo clericalismo, del consorcio con el poder a una Iglesia servidora de todos; una s alida de la Iglesia que busca más porvenir evangelizador».
«Hay que fortalecer el verdadero compromiso con la Iglesia, pues es la única institución del mundo que tiene como razón de ser a Jesucristo y el Evangelio«. Una Iglesia que, «a pesar de sus arrugas, tiene un rostro evangélico». Una «Iglesia viviente que trabaja, reza cree, espera y ama. Que asciende, animada por el espíritu, por la pendiente de nuestra pesada naturaleza».
«Es la Iglesia que se preocupa de veras por los excluidos, los pobres, los inmigrantes. Cuya vitalidad aflora en la preocupación de muchos por una presencia pública que sea verdaderamente profética», y que siempre «está en camino, ansiando ser lo que todavía no es»
Puso la coda el provincial dominico. Javier Carballo insistió en que, como Espeja, «tenemos que encarnar la Iglesia que queremos, que buscamos, para poder mostrarla. No hay otro camino más que hacer ensayos de comunidad cristiana para poder mostrarla. Por eso el libro de Espeja, más que una teoría es una meditación».
«Jesús Espeja encarna, con su estilo sencillo y profundo, auténtico y comprometido, esa Iglesia evangélica y samaritana, que queremos ensayar y mostrar. Que es la única manera de poder ser fieles al seguimiento de Jesucristo. Una meditación profundamente creyente y pensante de alguien que es testigo, discípulo y por ello, maestro».