Un millar de personas llenan el pabellón Juan Valera de Bullas para asistir a la misa funeral que el obispo de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, celebró hoy por los catorce vecinos de Bullas y el cura párroco local fallecidos el pasado sábado en un accidente de autobús en Cieza.
La imagen de la patrona de Bullas Nuestra Señora del Rosario y los estandartes de las cofradías y hermandades de Semana Santa presiden el palco, rodeado por completo de coronas de flores y a cuyos pies se instalaron los trece ataúdes, ya que el cura párroco será enterrado en su localidad natal, Espinardo.
Junto al obispo concelebraron el vicario general, Juan Tudela; el vicario episcopal de Caravaca de la Cruz y Mula, Jesús Aguilar, el anterior párroco de Bullas, José Antonio Ibáñez, y numerosos sacerdotes de toda la zona.
Durante la misa se nombraron en tres ocasiones los catorce fallecidos, una al comienzo, otra en las peticiones y la tercera en la plegaria, después de la consagración.
Los Reyes de España presidieron el acto, al que asistió el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, el equipo de gobierno local en pleno y el Consejo de Gobierno de Murcia con Alberto Garre a la cabeza.
Alrededor de un centenar de voluntarios de Protección Civil y de Cruz Roja estuvieron en todo momento pendientes en ayudar y acompañar a los asistentes en estos duros momentos para el pueblo que vive su segundo día de luto oficial, decretado ayer en un pleno urgente por el Consistorio presidido por Pedro Chico.
Un importante despliegue de seguridad rodea el edificio, el de mayor capacidad que hay en este pueblo de 12.500 habitantes, donde hoy han cerrado los centros educativos para que todo el que quisiera pudiera asistir al acto religioso.
En su homilía, monseñor Lorca Planes dijo: «Estamos consternados frente a este hecho, pero no podemos desesperarnos: nuestra fe cristiana viene en ayuda. Creemos que siguen viviendo, en una forma distinta, pero no por ello menos real y menos verdadera». «El Señor, a su tiempo, enjugará las lágrimas de nuestros ojos», asevera
Lorca Planes pidió a Dios que dé a los familiares de los fallecidos en el siniestro «fortaleza y esperanza».
El obispo añadió que «los creyentes encontramos en Dios el amparo ante las dificultades«. «Nos ha quedado, en estas horas de angustia, tiempo para preguntarnos: ¿Ha decaído nuestra esperanza en el Señor? No y mil veces no». «La persona de fe no se queda en este momento en la trágica historia: recurre a su memoria, y recurre a la Santísima Virgen del Rosario. A Dios no se le acaba la misericordia: al contrario, se renueva cada mañana». «El Señor es bueno, y es bueno para quien espera en él. Porque, quien lo busca de corazón, lo encuentra». «Vuestros seres queridos os estarían animando, seguro, a salir adelante».
Parte del texto de la homilía de monseñor Lorca Planes
Señor no más otoños como éste, que se presentan como huésped en la noche y te roban la paz. Confieso que me cuesta tratar de consolar cuando uno también tiene el corazón roto y contempla a su alrededor la dramática situación que ha dejado este golpe seco. Son de agradecer todas las muestras de solidaridad habidas, personales y desde tantas instancias e instituciones.
Después de la tragedia, la condición de creyentes nos acerca al corazón de Dios porque encontramos en él el amparo que necesitamos ante las dificultades. Durante horas hemos estado pidiendo auxilio a lo alto y hemos pasado largas horas agarrados a la esperanza, a un hilo de vida e invocando a Dios. Creo que muchos le hemos dado manotazos al aire para que la tragedia no se instalara en la serenidad de nuestra alma; la intención era que nos dejara en paz, para gozar de las bellas imágenes que cuidadosamente hemos seleccionando en la historia común con las víctimas.
Hemos pasado por el dolor, la angustia, el sufrimiento… hemos visto cómo tantos hombres y mujeres luchaban contra los elementos, agarrados sólo a este pensamiento: salvarles, rescatarles, hacerles visible la vida, en medio de una noche negra y pensando en los que esperaban con los ojos cerrados y puños apretados para que nadie les arrebatase el anhelo y la certeza de abrazar a los que estaban esperando.
Estos pensamiento de la Escritura Santa nos han servido de bálsamo: ¡Esperaré en el Señor! El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca de corazón. Una situación como ésta nos pide necesariamente agarrarnos al Señor, dar el salto a la fe y tener un gesto de confianza para escuchar a Dios en lo hondo del corazón y recordar lo que nos dijo el Señor: «Yo he vencido a la muerte». Como estoy seguro de que todavía nos quedan preguntas, a un cristiano es fácil decirle que acuda a la Virgen, que haga lo que hizo María, guardar las preguntas sin respuesta en el corazón, que ya se encargará el Señor, en su momento, de ayudaros a entender todo y, entonces, descansaremos. Cristo ha vencido a lo que nos asusta y nos da la vida… Esto es lo que nos anima a seguir caminando, confiando.
Mi familia también ha perdido un ser querido en este accidente, yo he perdido un hijo; los sacerdotes hemos perdido a un hermano, al párroco, a Don Miguel. Un joven sacerdote de 36 años, sencillo, directo, entregado, amable, atento, servicial, sacrificado… sólo Dios sabe lo que esta criatura llevaba para adelante y el bien que estaba haciendo a tantísimas personas, de una manera callada. Pero nos hemos puesto y lo hemos puesto en las manos de Dios. Ahora confiamos, su corazón era mariano.
Agradecido a todos los que han participado en las labores de rescate y sanitarias, a los medios de comunicación y a las autoridades. Nos queda rezar y esperar la recuperación de los heridos.
A continuación, se leyó un mensaje mandado por el Papa Francisco, por mediación del Nuncio. El Santo Padre transmitió su «cercanía espiritual» a todos los afectados y pide «el total restablecimiento de los heridos» y el «total consuelo» para los allegados. E imparte «de corazón» la Bendición Apostólica.