Giré varias veces la mirada hacia el cuadro inmenso de Cherubino Alberti que representa la barca de Pedro surcando el mar en medio de múltiples dificultades, oleaje y vientos
(José Luis Pinilla, sj., director del secretariado de Migraciones de la CEE).- Mientras esperábamos la audiencia con el papa Francisco en la gigantesca sala Clementina giré varias veces la mirada hacia el cuadro inmenso de Cherubino Alberti que representa la barca de Pedro surcando el mar en medio de múltiples dificultades, oleaje y vientos.. Ese cuadro disparaba mi recuerdo y mi imaginación a los emigrantes que en cascarones parecidos a los del cuadro en ese momento quizás estuviesen intentado cruzar ( o morir en ) el Mediterráneo .
Pensaba en ellos , en este caso en los provenientes del Norte de África en los momentos previos al comienzo de sus largos viajes (a pie, en patera, o en buques destartalados, escondidos, o abiertamente protegidos por las mafias de turno…). Con miedo, sin tener nada claro los contornos del camino, pero decididos porque quieren caminar hacia la luz.
Quizás hacia la luz de plástico del Norte que desean, o quizás huyendo de los estallidos «luminosos» de las mil bombas actuales (las de la miseria y las otras) que les impiden ver la luna en la noche en sus hogares de origen. Allí estábamos para intentar que en nuestra humilde voz resonara la suya ¡ .
La media hora previa a la audiencia me sirvió para retrotraer alguna claves del VII Congreso Mundial de Migraciones en el que junto a 300 participantes de 92 `países había una amplia delegación española compuesta por 8 personas con D. Ciriaco Benavente Presidente de la Comisión episcopal de Migraciones al frente. Había más españoles en otras delegaciones como, Mons. Agrelo, de Tánger, y otros obispos y delegados españoles sirviendo ejemplarmente en Latinoamérica y en Europa
El objetivo del Congreso era reflexionar sobre la situación de la emigración actual, para identificar y proponer a la Iglesia nuevas propuestas para una tarea de apoyo integral a nivel internacional, regional y local para estos «náufragos de la globalización , que huyen de una vida imposible» ( que diría Eduardo Galeano.)
Recordé la grata acogida de la presentación en el plenario del Congreso de la labor de la Iglesia en España con los emigrantes. Nuestra voz recordó, al lado de imágenes, datos, proyectos que nos sirvieron de apoyo que, justo en la horas previas a que nos concedieran la palabra, ante las puertas del Congreso de diputados en Madrid, se habían presentado por parte de más de 100 organizaciones civiles y religiosas, una petición para que no se aprobara la llamada cobertura legal a las devoluciones sumarias o «devoluciones en caliente». Dicha petición se había formulado recogiendo entre otras fuentes la de documentos de la comisión episcopal de migraciones,
Decíamos que ese era uno más de los servicios que la Iglesia en España hace en su función de denuncia evangélica, cundo se atenta a la dignidad de los inmigrantes, hijos de Dios y hermanos nuestros. Acciones múltiples dentro de muchas más acciones pastorales
Recordábamos que nuestro camino hacia la integración se encuentra ahora en en una sociedad más multiculutural . Decíamos que la inmigración ha venido a España para quedarse, aunque algunos se estén marchando. Que a principios de 2014 había 5.000.258 extranjeros empadronados en España (INE) «a pesar de la crisis», y que ha habido 1.020.808 concesiones de nacionalidad española por residencia entre 2003 y 2013 (Ministerio de Empleo), y que algunas fuentes hablan que en el 18% de los matrimonios contraídos en 2013 uno de los cónyuges era extranjero. Llevamos testimonios vivos de emigrantes en España.
Alguno de los que cruzaron a nado la frontera . Decíamos que en las familias y escuelas cada vez conviven más personas con nacionalidad española y extranjera junto a muchos niños «españoles» o no pero inmigrantes de segunda generación. Recordábamos la presencia de la Iglesia española en más de 70 misiones con emigrantes en Europa que ahora necesita muchos sacerdotes latinos Y proyectamos un video donde se veía , que hay misas y catequesis en bastantes parroquias con más inmigrantes que autóctonos… Describíamos la labores de acogida, de investigación de las migraciones de las Universidades católicas. Apuntábamos a que nos ha cambiado la sociedad y la feligresía, y no de modo temporal.
Silencio. Entra el Papa Francisco. Lo pasado , pasado queda. Es el presente lo que importa ahora. El Papa pide perdón por el retraso y poco a poco va desgranando su discurso. Me quedo con estos párrafos de traducción casera (seguro que la versión completa la verán en miles de sitios) : La Iglesia trata de ser el lugar de la esperanza: quiere desarrollar programas para crear programas de formación y sensibilización ; levanta su voz en defensa los derechos de los migrantes; proporciona asistencia, incluido la material, sin exclusiones, porque a todo el mundo lo trata como a un hijo de Dios. En el encuentro con los migrantes, es importante hacerlo desde la perspectiva integral, para tratar de mejorar sus potencialidades en lugar de ver sólo un problema a resolver . El emigrante es Cristo. Su presencia es un recordatorio de la necesidad de erradicar la desigualdad, la injusticia y la opresión. De esta manera, los migrantes pueden convertirse cooperadores en la construcción de una identidad más rica para las comunidades que los acogen, así como para las personas que los reciben, estimulando el desarrollo de sociedades inclusivas, creativas y respetuosas con la dignidad de todos.
Termina su discurso. Saluda a los obispos. Con afecto a nuestro Presidente D. Ciriaco. Monseñor Agrelo le entrega un libro de salmos y fotos de los emigrantes del Estrecho elaborado por la Diócesis de Cadiz-Ceuta. Y al terminar el Papa, lentamente, va saludando a los que nos encontramos cerca de él. Me presento, le saludo con respeto. Le digo entre otras cosas que soy jesuita y que trabajo al servicio de la Iglesia con los emigrantes . «¿También estás en esto?». Me dice. Y sonríe. Le agradezco su servicio. Sigue sonriendo . Aprieta mi mano. Me coge del brazo. Sonríe. Me fijo en su mirada. Sonríe. Marcha. Me fijo en sus zapatos gastados. Son los de un caminante. Sigue hacia la puerta de salida.
Allí, mi amigo Gabriel, delegado de Cadiz, le entrega la reproducción de una patera similar a las que entran por las playas de Ceuta y de Cadiz. La coge con sorpresa y agradecimiento mientras Gabriel sonríe satisfecho .. Y al fondo se oye una voz en euskera. Es Leyre, la delegada de San Sebastian » ¡ Aita santuak, Patxi eskerrik asko ¡ ( Papa Francisco, Muchas gracias )
Marcha entre un aplauso general. Giro de nuevo mi mirada hacia el gran cuadro en la entrada de la Sala clementina. La Iglesia, barcaza débil en medio del temporal. Como una patera. Ahora también timoneada por el sucesor de Pedro, en este caso un Papa que lleva en su adn el dolor y la esperanza de le emigración. Que sabe gritar vergüenza y que continúa la labor de siglos de una Iglesia que quiere pobre para los pobres. El viento fuerte del espíritu hincha la velas. «No estamos solos»