Ninguna otra institución global ha sido capaz de realizar esta revolución. Tampoco, en el ámbito de la protección de la infancia
(José M. Vidal).- La pederastia es un delito grave y un pecado horrendo. La Iglesia católica tardó mucho en conjugar estas dos variables. Vivió inmersa durante tiempo en la dinámica del encubrimiento, con la salida que siempre otorga la confesión. El sacramento perdona todos los pecados menos uno: el pecado contra el Espíritu Santo. Es decir, el pecado contra los menores. «Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar» (Mt, 18,6 ss). En el Evangelio, Jesús es tajante y pide la muerte para los que escandalicen a un niño.
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