Antonio Aradillas

¡No vengas, Papa Francisco!

"No acceder a las invitaciones de visitar España en estos momentos, edificaría a muchos"

¡No vengas, Papa Francisco!
Antonio Aradillas, columnista

La Iglesia en España precisa en los tiempos actuales infinitos y purificadores asperjes de refundación-renovación

(Antonio Aradillas).- Sé que me expongo a que no sean muchos los que interpreten este titular como una simple, llana y franca súplica, rezo, plegaria o consejo, y que para los más constituya una ingerencia- intromisión personal en la programación pastoral que en el organigrama de las visitas apostólicas, haya decidido, o pueda decidir, el Papa, en el próximo año.

Consta que la invitación a una visita más o menos «relámpago» a España, – Ávila y Alba de Tormes-, que le ha sido cursada con ocasión del «Quinto Centenario del nacimiento de santa Teresa», es de procedencia diversa, y con abundantes argumentos y razones. Consta, por tanto, que cualquier disidencia que se registre en su contra, correrá el riesgo de ser malinterpretada, achacando mi modesta y respetuosa sugerencia a intenciones perversas, heréticas o sospechosas. Pero aún así, no dejaré de apuntar, entre otras, estas sugerencias:

. Por supuesto que jamás estas podrán convergir directamente en la voluntad del Papa Francisco, dotado de la gracia de Dios tan sobradamente como para saber qué es lo que tiene que hacer, y hacerlo, con sentido pastoral ejemplar, en salvadora consonancia con las circunstancias concretas de lugar y de tiempo. La ternura, la inteligencia y la humildad- humanidad caracterizan de lleno el legado de sobrenaturalidad, imprescindible para el ejercicio-ministerio como enviado de Dios.

. Es más que previsible que la visita a España en un año caracterizado por campañas y celebraciones electorales muy decisivas, se prestara a ser manipulada, para bien o para mal, tanto positiva, como negativamente, desde siglas tan dispares y disparatadas como las del PP y «Podemos», con inclusión de las nacionalistas- independentistas respectivas. De alguna manera, la Iglesia sigue teniendo su peso – también electoral- en las opciones políticas, no escandalizando a nadie la afirmación de que la Iglesia en España es, y está, politizada, con referencias particulares a la actividad de clérigos, laicos, obispos y abades y abadesas, mitradas o no, aún invocando para ello el sacrosanto nombre de Dios y de la patria, inspirando determinadas tendencias y opciones caciquiles, sin consideración y respeto para el bien común, compendiado religiosamente en la unidad en la diversidad evangélicas.

. A nadie se le ocurriría pensar que la vida del Papa se pusiera en peligro en sus desplazamientos «a cuerpo limpio», en este país en el que los índices de seguridad resplandecen con la clarividencia que proporcionan las más evidentes estadísticas. Pero, aparte de que tal contingencia está conscientemente asumida por el Papa, dentro o fuera de Roma, tampoco sería ocioso tener muy en cuenta que los extremismos, los fanatismos, las intolerancias y los dogmatismos son frutos de vivencias que se consideran «religiosas» y «apostólicas y romanas» y que, ocasiones, llegan a justificar comportamientos y acciones aberrantes.

. Pese a que la Iglesia en España precisa en los tiempos actuales infinitos y purificadores asperjes de refundación- renovación, de los que es portador el Papa Francisco, su presencia en medio del cortejo episcopal hispano, posiblemente originaría y potenciaría susceptibilidades inamistosas en su contra, al recordar que a los carrerismos curiales, títulos, «dignidades», rentas, hábitos principescos, actitudes palaciegas, mitras y otros «ornamentos sagrados les acechan un futuro poco propicio, por elementales exigencias de los evangelios.

. La idea de «Iglesia triunfante», con concentraciones ampulosas y exageradamente agigantadas después por los medios de comunicación adictos a la causa, no es tentación para el Papa, ni para la Iglesia que vive y representa, convencido de que su posible «triunfo», conlleva «derrotas», y menos si estas con «religiosas».

. El Papa Francisco sabe echar bien las cuentas, hasta no ignorar ya cual es el veraz presupuesto en euros, en compromisos y en privilegios, que comportan algunas visitas pontificias, con conciencia de que, por ejemplo, la de su antecesor Benedicto XVI a la ciudad de Valencia, le supuso al erario público un fuerte déficit económico, además de eclesiástico, y de corrupción política, que difícilmente compensarían sus enseñanzas a favor de la familia cristiana.

. A la Iglesia española le sobran hoy desgraciadamente malas -perversas- noticias, en ámbitos, personas y acontecimientos, jerárquicos o no, por lo que cuanto se relacionara con su presencia personal pudiera ser descifrado en clave, y a la luz de la distracción, del entretenimiento piadoso, o del engaño, lo que acentuaría el desprestigio para la institución y para la Verdad, -«que nos hará libres»-, a la que sirve con tan meritoria entrega y sagrado ministerio.

. En auge, por una parte, el sentido de la co-responsabilidad de la mujer en la Iglesia, pero, por otra, con la radical comprobación de no haber pasado todavía otras la consideración vulgar de «tentación» y «pecado», clausuradas a cal y canto las puertas para el sacerdocio-episcopado femenino, la visita papal, justificada precisamente por el recuerdo a santa Teresa – «Doctora de la Iglesia Universal-, sería frontalmente rechazada por los colectivos más cristianos, sensibilizados a discriminaciones tan absurdas, antinaturales y veterotestamentarias. Reconforta, no obstante, vislumbrar y presentir, que al mismo Papa Francisco le agradaría ya ser recibido a las puertas de la catedral abulense por un obispo- obispa, y en las de Alba de Tormes por un párroco-párroca.

. Ante este panorama, y con tantos compromisos, necesidades y urgencias pastorales por esos mundos de Dios, no acceder a las invitaciones de visitar España en estos momentos, edificaría a muchos, sintiéndose más cristianos, y en versión franciscana, aunque sobre todo en los niveles jerárquicos, a otros les representara una frustración y deslucimiento. Y es que la vanidad y la infatuación no recusan aposentarse ni siquiera en los contornos más próximos a las instituciones.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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