Aquí, el 24 por la noche no hay comida familiar sino misa de la comunidad, y además, no se lee el evangelio del nacimiento de Jesús: simplemente se escenifica
(Juan José Aguirre, obispo de Bangassou).- En el mes de noviembre, viendo cargar los contenedores, pensaba en la gran cantidad de buena gente que ayuda a la Fundación Bangassou. Ahora desde África, a todos, los que estaban y los que no, les deseo una feliz Navidad!! En el pesebre, la familia de Nazaret fue quién peor lo tuvo.
Si preparáis un belén, poned a muchos inmigrantes como pastores, pues son ellos quien ahora peor lo tienen. Invitad también a alguno al mercadillo. O a compartir un décimo, pues vivirán de esperanza hasta el día del sorteo. Los que han tenido la suerte de «no ser devueltos en caliente», que al menos tengan una Navidad sin sosiegos ni quebraderos de cabeza. Todos han escapado de las condiciones inaceptables contra la decencia que vivimos aquí por el Sur del mundo, en Centroáfrica, en Liberia o en Sierra Leona, sin ir más lejos.
Preparando a primeros de diciembre las piezas de su belén, el padre René, el párroco en uno de los barrios más calientes de Bangui, vio como un grupo de mocosos armados de machetes le quitaban el coche a uno de sus parroquianos. Pensó que, aunque de lejos, aquellos harapientos, sus pechos coronados de gris-gris mágicos y pociones antibalas, le sonaban de algo.
Como si sus caras y sus bocas de labios prietos, con esa determinación que da el ser muchos y amedrantar a empellones, las hubiera visto un día en el coro de su Iglesia, saqueada desde hace un año un día sí y otro también.
Colocando las rocas del portal y el cristal para dar profundidad al arroyo, preguntó al grupo de gente buena, enemiga de violencias y transgresiones con quién trabajaba, si en esta Navidad de 2014, fuera posible acercarse a esas «lagartijas» de rabo cercenado a machetazos unos meses antes y ahora maquinando sus venganzas, mirarlos a los ojos y decirles: vamos a volver a nacer, como el niño entre pajas, pues el ojo por ojo nos llevará directamente a quedarnos todos ciegos.
En esta Centroáfrica desvalijada de hace dos años desde el pelo hasta las uñas de los pies, con heridas podridas en el tejido social de pronóstico difícil de restañar, la del Padre René no era una apuesta fácil. Guiado de la audacia que da la fe, se encontró con ellos en la cueva de su botín, por todo el barrio conocida.
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