Lugar de humanización, cuna de la vida y del amor. La primera sociedad natural que es de institución divina y prototipo de toda organización social
(José Manuel Vidal).- Maratón de bendiciones a las familias de Carlos Osoro en la catedral de la Almudena de Madrid. El nuevo arzobispo acerca la fiesta de las familias a la gente. Pasa de la exhibición de fuerza en Colón a la seducción de la cercanía y de la sencillez en la catedral. Miles de familias pasaron, una a una, ante el prelado madrileño. Y a todas entregó una oración compuesta por él y un dibujo de su puño y letra. Y, para los niños, chocolatinas.
A las 10 y unos pocos minutos de la mañana, monseñor Osoro comenzó la sesión marotoniana de bendiciones. Contacto directo del pastor con sus ovejas. Cara a cara. En una especie de rito mil veces repetido. Don Carlos, de pié casi siempre, a pesar de tener una silla ante el altar lateral de La Almudena. Al lado, una imagen de San José. Junto a ella, un gran arcón de mimbre con un letrero «Para las familias necesitadas», donde se recogían alimentos o dinero. Justo al lado otra cesta de «peticiones», para que los niños depositen sus dibujos. En una de esas peticiones, un niño pide «trabajo para su hermana».
No hay mucho tiempo y la gente lo sabe. Son muchos los que esperan. Por eso, la mayoría responde con rapidez a las preguntas del pastor y, antes de despedirse, desliza una petición de ayuda (a veces escrita y el arzobispo se las entrega a sus ayudantes), un ruego, un deseo. Y, sobre todo, muchas felicidades, muchos ‘que Dios lo bendiga’ y ‘rezamos por usted’. Muchos quieren hacerse una foto. Otros, un selfie. Y el obispo nunca dice que no.
Y, como muestra de cariño, Osoro despide a todas las familias con una chocolatina para los niños y un dibujo y una oración, para los padres. Tanto el dibujo como la oración, pintado y compuesta por el arzobispo. Buen poeta y excelente dibujante. Un hombre orquesta, que pinta, canta, escribe, dibuja y hasta compone canciones.
Los dibujos son tres. Dos modernas y estilizadas aproximaciones al belén y un grupo de familias que espera ser bendecido. En la oración, las familias dan gracias a Dios, «porque unidos en el amor de Cristo en nuestro matrimonio, hemos tenido la gracia de ser una familia que se quiere como la de Nazaret y que vive dando la vida al mundo y regalando la alegría del Evangelio. Amén».
Algunos le traen regalos y comida para los pobres
Osoro, buen conversador, despliega todos sus encantos con sus fieles. Maestro de las distancias cortas, sabe relacionarse, no le cuesta, está acostumbrado a pisar calle y, con la gente, se encuentra en su salsa. Pregunta y escucha. Y agradece y acaricia y da las gracias decenas, cientos de veces. Sin cansarse, sin pestañear.
Cuando sus ayudantes le insinúan que pare un poco, que descanse algo, él mira a la larga fila y les contesta: «¡Cómo voy a parar con tanta gentes esperando!» Y continúa su maratoniana sesión de bendiciones, siempre con una sonrisa en la cara.
Eso sí, parada obligada a las 12: 00, para presidir la misa de las familias. Para la eucaristía, la catedral está repleta. No cabe ni un alfiler. El Nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini, asi como el obispo auxiliar, Fidel Herráez. Sorprende la ausencia del otro auxiliar, Martínez Camino. Por su parte, el arzobispo emérito, cardenal Rouco Varela, se fue a celebrar la misma fiesta con su sobrino, monseñor Carrasco Rouco, obispo de Lugo.
El altar, decorado con primor. Con ramos de flores y flores de Pascua. A la izquierda del altar, un belén, presidido por un evangeliario abierto por el pasaje evangélico del nacimiento de Jesús.
Para comenzar, el saludo de una familia, con una madre invidente, acompañada de su perro guía: «Las familias de Madrid aquí presentes y las que no han podido asistir le agradecemos de corazón que nos haya convocado a celebrar esta fiesta de la familia…Venimos aquí a orar ante la Sagrada Familia, a estrechar la comunión de la Iglesia, a testimoniar la belleza del amor conyugal…Creemos en el amor…Merece la pena esta aventura del amor que se apoya en el sacramento del matrimonio…Hemos venido hoy a anunciar con gozo y alegría el Evangelio de la familia…A la Sagrada Familia encomendamos hoy las familias de nuestra diócesis y la familia de la Iglesia diocesana y universal…»
En el Gloria, un grupo de niños vestidos con trajes típicos y de pastores acercan ramos de flores y las ponen a los pies del belén que está en el altar.
La primera lectura la lee una familia gitana madrileña.
Tras las lecturas, el arzobispo lee la homilía, con un título sugestivo: «¿Dónde está la belleza de la familia?». En dos escuetos folios, el prelado madrileño trata de contestar a la pregunta. Y la primera indicación es el «icono» de la Sagrada Familia de Nazaret.
Y, en ella, según el arzobispo se aprende que «la familia es la escuela del humanismo auténtico». Por eso, «trabajar en apoyo de la familia fundada en el matrimonio como elemento básico de la vida y del desarrollo de una sociedad es garantizar el futuro de la humanidad y contribuir a renovar la sociedad».
Y citando al Papa Francisco, el arzobispo de Madrid recuerda que «en la familia es en donde mejor se ve y se construye la ‘cultura del encuentro'», asi como «el santuario del amor y de la vida».
Y es que, en la familia «se aprenden y desarrollan las virtudes esenciales para la vida». Y Osoro concluye este primer apartado con esta conclusión: «Estos es lo más actual y moderno. Lo antiguo es vivir marginando a Dios, queriendo ser como dioses»
La belleza de la familia está, pues, en la Familia de Nazaret, que «es el prototipo de toda familia cristiana». Y, de ahí que monseñor Osoro concluye su homilía preguntándose, de nuevo, «cómo se puede lograr que la familia cristiana alcance la ‘Belleza'».
Y propone dos caminos. El primero, «acogiendo al Señor en el corazón de quienes entran a formar parte de la familia», porque «nadie está excluido de su amor». El segundo, «hablando con Jesús con obras y palabras que regalan la alegría del Evangelio».
Eso supone «liberar y eliminar esclavitudes». Porque «toda familia, en cuanto comuión íntima de vida y amor, es lugar de humanización, cuna de la vida y del amor. La primera sociedad natural que es de institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social».
Y el arzobispo concluyó: «La familia cristiana es el santuario de la vida y del amor, y tiene la misión de custodiar, revelar y comunicar ese amor, como reflejo vivo y participación real en el amor de Dios manifestado en Cristo por la humanidad».
Y, después, de la misa, Osoro sigue la sesión de bendiciones. Sin cansarse. Parando sólo para comer y para rezar vísperas. La Jornada concluye con una bendición especial a los novios que se acercaron a la catedral y un concierto de villancicos interpretado por el coro de la JMJ.
Una familia sale de la catedral y comenta: «Una bella jornada, una bonita celebración. Y nuestro nuevo arzobispo es un gran bendecidor».
Texto íntegro de la homilía de Don Carlos Osoro
¿DÓNDE ESTÁ LA BELLEZA DE LA FAMILIA?
¿Queréis descubrir dónde está la Belleza de la Familia? Acercaos por unos momentos a la Sagrada Familia de Nazaret. Ella es el icono que, contemplado, nos hace descubrir dónde está la belleza de la familia. Es urgente que acerquemos este icono a la humanidad en estos momentos en los que se está inaugurando una nueva época. Aparece una nueva humanidad. ¿Qué es lo más grande que podemos aportar los cristianos a los fundamentos de la misma? En primer lugar, la persona de Jesucristo. Él nos revela quién es Dios y quién es el hombre. Pero también debemos decir con fuerza dónde tiene su origen el ser humano y en qué «lugar» se revela con el verdadero humanismo, para que en él se descubra dónde está el tesoro más importante, la escuela más urgente donde los valores humanos, cívicos, religiosos y morales se otorgan. La familia es la escuela del humanismo auténtico. Es en la familia cristiana donde descubrimos cómo la vida que nace se acoge con generosidad y responsabilidad, y al ser humano se le entrega todas las dimensiones de la existencia que son necesarias para que alcance su vida real y, así, el futuro de la humanidad esté asegurado.
Trabajar en apoyo de la familia fundada en el matrimonio como elemento básico de la vida y del desarrollo de una sociedad es garantizar el futuro de la humanidad y contribuir a renovar la sociedad, poniendo el fundamento que necesita todo pueblo y todo ser humano para realizarse como tal. En la familia es en donde mejor se ve y se construye la «cultura del encuentro», ya que es lugar de convivencia entre generaciones (padres, hijos, abuelos, bisabuelos, nietos), donde nadie queda excluido, donde todos son necesarios y cada uno recibe el amor y la ayuda que necesitan. Pero no es solamente encuentro de generaciones: también es «santuario del amor y de la vida», pues en ella se enseña y se aprende a vivir desde esa atalaya que engrandece al ser humano cuando se pone como fundamento y garantía de desarrollo, Dios mismo. La Sagrada Familia de Nazaret así nos lo muestra. En la familia se aprenden y desarrollan las virtudes esenciales para la vida. Una familia viva, en cuyo centro, como sustentador de cada uno, en todo su desarrollo personal y social, y a lo largo de todo el camino que dure la existencia, esté Dios. Esto es lo más actual y moderno. Lo antiguo es vivir marginando a Dios, queriendo ser como dioses.
La Sagrada Familia de Nazaret es el prototipo de toda familia cristiana. ¿Quién es esa familia? La que reunida en el sacramento del matrimonio, y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar esa vocación y misión de ser célula viva, no solamente de la sociedad, sino también de la Iglesia. La urgencia y necesidad de mirar y contemplar con confianza a la Sagrada Familia de Nazaret es vital. ¿Por qué? Por la belleza y originalidad que esta familia tiene, que viene porque en ella vivió oculto, largos años, el Hijo de Dios. Por eso radica ahí el eco más original de la «iglesia doméstica», como es: la oración constante, la escucha de la palabra de Dios, la intensa vida sacramental, el esfuerzo continuado por vivir el mandamiento de Cristo del amor y del perdón. En la Familia de Nazaret contemplamos cómo el amor no es concéntrico, ni busca interés personal, ni toma en cuenta el mal recibido, sino que se alegra con la verdad. En Nazaret, se hacen verdad aquellas palabras del apóstol San Pablo en la primera carta a los Corintios: «el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Cor 13, 5-7).
La belleza de la familia cristiana está en esa página del Evangelio de Lc 2, 22-40. Una belleza que tiene varios rasgos característicos: 1) El convencimiento de que quien da la belleza a todo lo que existe es Dios, y solamente Él. 2) Que la belleza del ser humano tiene su origen y fundamento en Dios mismo. Nada más ni nada menos. 3) Y que la belleza de la familia de Nazaret está en que camina unida y se dirige hacia Jerusalén. Y es que es en Jerusalén donde Dios muestra su rostro. Y quienes desean construirse como familia desde Dios, acuden a Él para hacer la ofrenda y presentar a quien acaba de incorporarse a la familia. Por eso, todas las familias llevaban al templo de Jerusalén a sus hijos. El icono de toda familia es, pues, Jesús, María y José yendo al templo de acuerdo con la Ley. Van los tres. Y lo hacen para consagrar a Jesús a Dios, y entregar la oblación prescrita.
Hay dos rasgos que nos muestran cómo se puede lograr que la familia cristiana alcance la «Belleza»:
1) Acogiendo al Señor en el corazón de quienes entran a formar parte de la familia. Simeón tomó a Jesús en brazos y bendijo a Dios. Sus palabras no pueden ser más significativas: «ahora puedo marchar en paz, porque mis ojos han visto la salvación». Esa palabra «ahora» significa la irrupción total y absoluta de Dios en la historia. La Belleza la da Dios mismo. Ese «ahora» determina que un tiempo acaba y otro nuevo comienza. Y que empieza el tiempo donde la Belleza se hizo presente en este mundo realmente. En ese «ahora», ¿acaso no hemos de introducir la experiencia del amor y de la vida que Dios nos ofrece en Jesús? Él es la luz de los pueblos, de todos los hombres. Ninguno está excluido de su amor.
2) Hablando de Jesús con obras y palabras que regalan la alegría del Evangelio. La profetisa Ana, mujer anciana que no se apartaba del templo sirviendo al Señor, daba gracias a Dios y hablaba de Jesús a todos los que aguardaban la liberación. Hay que hablar de Jesús, con palabras y con obras. Hay que liberar y eliminar esclavitudes. El desconocimiento del Señor engendra esclavitudes. La familia de Nazaret se abrió a la vida verdadera, poniendo de relieve su fuerza de humanización y la alegría del Evangelio de la familia. Toda familia, en cuanto comunión íntima de vida y amor, es lugar de humanización, cuna de la vida y del amor. La primera sociedad natural que es de institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social.
¿Dónde está la Belleza de la familia cristiana que tiene su origen en el matrimonio? «Como elegidos de Dios, santos y amados, revistámonos de misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión» (cf. Col 3, 12-21). Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. lo llamó a la existencia por amor, y lo ha abocado al mismo tiempo al amor. Hoy es día de entregar Belleza al matrimonio y a la familia, hoy es día de decir un Sí incondicional al amor. Dios es amor, y por ello la vocación fundamental de todo ser humano está en amar. La familia cristiana es el santuario de la vida y del amor, y tiene la misión de custodiar, revelar y comunicar ese amor, como reflejo vivo y participación real en el amor de Dios manifestado en Cristo por la humanidad.
Con gran afecto, os bendice
+Carlos, Arzobispo de Madrid