Vive en un hogar de ancianos, visita cárceles y recorre poblados chabolistas
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(Juan González Bedoya, en El País).- Carlos Osoro, el hombre elegido por el papa Francisco para liderar en España la primavera eclesiástica, escenificó ayer su primer golpe de mano al frente de la archidiócesis de Madrid. Cada año por estas fechas, desde el 2007, su predecesor, el cardenal Antonio María Rouco, reunía en la plaza de Colón a cientos de miles de fieles en manifestación contra el Gobierno de turno, con la pretensión de imponer la moral católica al resto de la sociedad. La disculpa era la Jornada de la Familia con motivo de la Navidad. Osoro, en el cargo desde hace apenas dos meses, ha suprimido aquella manifestación y la ha sustituido por una jornada diocesana de oración y bendiciones.
Se ha desarrollado en la catedral de La Almudena, convertida durante 24 horas en hogar de familias numerosas a las que el arzobispo ha atendido sin prisas, una a una. Con los mayores conversaba; a los niños les iba regalando una artística estampa dibujada por él mismo, además de medallas de chocolate. A todos apretó la mano efusivamente, abrazos o besos incluidos. Es una de sus características, no pequeña: la campechanía. En la terminología al uso, ya existe una definición. «Osoro no tiene mano de obispo». Hace referencia a cómo dan la mano la mayoría de los prelados, acostumbrados a que los fieles se la besen con reverente y sumisa inclinación.
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