El bloqueo económico a Cuba que durante tantos años ha mantenido Estados Unidos de América, ha sido totalmente injusto y contraproducente
(Jesús Espeja, op).- He tenido la suerte de estar en ese querido pueblo cubano durante algunos años ya cuando entrábamos en nuestro siglo. No sólo percibí el rumor de su alma.
Tuve también la oportunidad de ver muy de cerca logros y fracasos de la revolución así como la preocupación de la Iglesia por acompañar desde la fe a este pueblo anhelante de ser él mismo y con mucho sufrimiento a la hora de buscar el camino adecuado. Por eso, y para no dar un juicio precipitado sobre un proceso revolucionario que no se entiende ni siquiera estando en Cuba, he preferido guardar silencio.
El bloqueo económico a Cuba que durante tantos años ha mantenido Estados Unidos de América, ha sido totalmente injusto y contraproducente. Injusto, porque cada pueblo tiene derecho a su autodeterminación y elegir el régimen político que le parezca, manteniendo la convivencia con los demás pueblos.
Injusto también porque tal bloqueo ha perjudicado especialmente al pueblo sencillo, a una mayoría que son víctimas inocentes. Y el bloqueo ha sido también contraproducente. No sólo sirvió de pretexto para un «bloqueo interno» de la población. Este pueblo tan admirable por su historia y tan creativo, en las últimas décadas ha sufrido carencias muy graves y un deterioro humano intolerable. Los obispos de Cuba una y otra vez han rechazado no sólo el bloqueo externo sino también el bloqueo interno. Y buena noticia que el papa Francisco ha influido para que los gobernantes busque la forma de solucionar esa flagrante injusticia.
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