Ponerlo todo a dar vueltas puede ser remover la tierra para cavar y encontrar el tesoro escondido
(Gema Juan).- En ocasiones, las palabras pierden su significado auténtico o van tomando un matiz que las aleja de su esencia. Por ejemplo, Teresa de Jesús decía que al amor «le tienen usurpado el nombre». Que se llama amor a cosas que, en realidad, son mucho menos que amor. Es algo que sucede con frecuencia.
Si se piensa en qué es «bienvivir», saltarán a la mente muchas cosas que se acercan poco a su significado inicial. Y enseguida habría que ponerse a pensar qué es vivir con holgura u honestamente, que es como define el diccionario la palabra bienvivir.
Pasa otro tanto con la conversión. Antes y después de su significado religioso, nadie piensa que es ponerlo todo a dar vueltas… o sea, algo muy dinámico y estimulante. Como un catalizador de vida. Y así no es extraño que, al final, el asunto de la conversión tenga tan mala fama, como si fuera que se acaba la fiesta y empieza lo aburrido, cuando no lo pesado y restrictivo. No deja de ser sorprendente.
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